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Mons. Felipe Rincón González

 

CAPITULO 4

LOS ULTIMOS AÑOS DEL ARZOBISPADO DE MONS. RINCON (1936 – 1946). LA VISITA APOSTOLICA Y EL PROBLEMA DEL OBISPO COADJUTOR.

ART. I.- LA VISITA APOSTÓLICA.

A. ANTECEDENTES

1.- La situación política del país y sus repercuciones eclesiásticas.

2.- Primer intento de nombrar coadjutor.

3.- Preparación de la Visita Apostólica.

B. LA VISITA APOSTÓLICA .

1.- Decreto y formación.

2.- La actuación de la Visita Apostólica.

CAPITULO 4

LOS ULTIMOS AÑOS DEL ARZOBISPADO DE MONS. RINCON (1936 – 1946). LA VISITA APOSTOLICA Y EL PROBLEMA DEL OBISPO COADJUTOR.

ART. I.- LA VISITA APOSTOLICA.

A. ANTECEDENTES

1.- La situación política del país y sus repercuciones eclesiásticas.

El l7 de diciembre de l935, Venezuela vivió uno de los acontecimientos más esperados y temidos desde que el general Gómez asumiera el poder: la muerte del dictador.  Aunque ya era un hombre viejo y enfermo, muchos no llegaron a creer que la noticia fuera cierta, sin embargo, sí lo era, y con la muerte del Benemérito muchos sintieron vivir el despertar de una nueva etapa histórica en Venezuela.   Incluso algunos autores han afirmado que el final de la dictadura gomecista marcaba el inicio del siglo XX venezolana con 35 años de retraso.  A pesar de lo exagerada o inexacta de esta afirmación, lo cierto es que a partir de entonces comienza a manifestarse el desarrollo vertiginoso de la Venezuela agrícola hacia la Venezuela petrolera, y a nivel político el país emprende el camino hacia la democracia, aparentemente de una forma decidida e irreversible.

A pesar de que la sucesión política de Gómez se había asegurado dejándola en manos del general López Contreras(1) , los conflictos y desórdenes que produjo la desaparición del dictador fueron inevitalbes.  Reivindicaciones y sentimientos durante largo tiempo reprimidos se desstaron de forma incontenible.  Comenzaba una largo época de transición que se extendería a lo largo de una década.

Entre l936 y l946 se destacaron al frente del país dos figuras políticas que intentaron asegurar la paz y el proceso democrático, sin salirse demasiado de la herencia institucional del gomecismo: el general López Contreras de l936 a l941 y el general Isaías Medina Angarita(2)  de l941 a l946, año en que fue derrocado por la llamada "Revolución de octubre".

Tras la muerte de Gómez, afloraron en el país las antiguas revindicaciones políticas de la ahogada, pero no extinta, Generación del 28.  Sus primeras preocupaciones fueron dirigidas a la organizacón y conducción del movimiento obrero y a la estructuración de nuevos partidos políticos(3)

En la Universidad la proyección política de la Generación del 28 encuentra eco en el surgimiento de un nuevo grupo de jóvenes líderes políticos: la llamada generación del 36.  El movimiento universitario, hasta entonces unido, se escinde en dos ramas: la Federación de Estudiantes de Venezuela (F.E.V.) caracterizado por su sectarismo anticlerical y su radicalismo laicizante, y la Unión Nacional de Estudiantes (U.N.E.) cuyo dirigente era Rafael Caldera(4) , que representaban el grupo combativo guiado por una concepción cristiana de la vida y el mundo.

El debate político se polarizó en dos bloques: uno de izquierda, socialista: "el bloque de abril" y otro de derechas, conservador que apoyaba al gobierno: "el bloque de acción nacional".

Durante el régimen del general López Contreras, las reivindicaciones de la oposición iban dirigidas a conseguir la transformación institucional y exigían como primer paso para ello la disolución total del Congreso.  Frente a esta postura, el presidente sostenía que dada la situación delicada del momento, era necesario mantener el "hilo constitucional" para evitar que el país fuera directamente a la anarquía.

En este primer período de libertad, todo aquello que recordaba o simbolizaba al régimen gomecista era duramente combatido.  Desde el 20 de diciembre de l935 hasta el l4 de febrero de l936, las reacciones se mantuvieron a nivel de discursos y artículos.  A partir de febrero se pasó a los actos violentos, entre ellos el saqueo de las casas de políticos gomecistas(5) .  El nuevo anticlericalismo de izquierda, ampliamente manifiesto, encaminó sus ataque directos hacia la Iglesia venezolana, más concretamente a su máximo representante el arzobispo de Caracas, Monseñor Rincón.  Se desencadenó una campaña de prensa contra él, cuyos primeros artículos aparecieron el l de marzo de l936, y que, basada en cartas que el prelado había dirigido a algunos amigos políticos, tenía por objeto ultrajarle .  Ante esta campaña de desprestigio, comenzaron a levantarse protestas por parte de un sector de la sociedad que quiso hacerlas públicas también a través de los diarios de la capital.  Sin embargo, Mons. Rincón publicó en "La Religión", un artículo pidiendo que no se llevara a cabo tal acción:

"Yo agradezco sobremanera el testimonio de filial afecto y el homenaje de religioso respecto a la sagrada dignidad de que estoy investido, que semejante propósito envuelve.  Pero quiero al mismo tiempo significar a todos mi deseo de que no se lleve adelante... Yo estoy plenamente satisfecho del noble sentimiento que los ánima, y sé cuanto de espíritu sobrenatural reviste tan espontáneo pensamiento de desagravio; pero por lo mismo me repugna que pueda confundírsele con las vocinglerías de puro carácter humano que en el atormentado momento presente se producen de continuo en torno de hechos o personas.  Quiero que se me acompañe en silencio a llevar silenciosamente mi pena.

Por lo demás, todos los que me han encarnecido son también -quiéranlo o no lo quieran- hijos míos, amados en Cristo, y no seré yo quien haya de tomarles en cuenta la mala acción de hechar al ludíbrio las intimidades domésticas.  Todo lo contrario, aún en el caso de que fuera preciso recordar aquí al episodio bíblico del patriarca Noé con sus hijos, yo gozo en declarar que, por mi parte, a todos bendeciría, sin excluir a ninguno"(6) .

Impedía así un debate periodístico que hubiera agravado aún más la situación, como ya había ocurrido en otras ocasiones, tanto en tiempos de Mons. Castro, como en los momentos de mayor tensión del episcopado de Mons. Rincón cuando el gobierno  expulsó del país a Mons. Montes de Oca.  El artículo publicado en "La Religión", le valió una gran adhesión y muestras de respeto por parte de numerosas personas no sólo de la capital, sino también de otros lugares de la República.

 

2.- Primer intento de nombrar coadjutor.

Esta campaña anticlerical y de desprestigio contra Mons. Rincón alarmó al nuncio Apostólico, Mons  Cento, quien creyó llegado el momento de que el arzobispo renunciara a su cargo.  De esta forma las nuevas fuerzas políticas y el pueblo desvincularían totalmente a la Iglesia de la persona del prelado y de la imagen de sumisión al poder dictatorial que proyectaba.  Al frente de la Iglesia venezolana era necesaria una persona nueva, sin conexiones directas con el sistema gomecista y además de una fidelidad sin tacha hacia la Santa Sede, capaz de favorecer y conseguir el tan deseado Concordato (y en consecuencia un nuevo estatuto para la Iglesia venezolana), en futuras negociaciones con los nuevos gobiernos, aprovechando la circunstancia de que el porvenir político del país era incierto e imprevisible.  Se sumaba a estas razones la avanzada edad del arzobispo que contaba entonces con 76 años de edad, veinte de los cuales había estado al frente del gobierno de la arquidiócesis de Caracas.

La forma más adecuada de conseguir dicha renuncia era nombrándole previamente un coadjutor con derecho a sucesión, pero antes había que convencerlo de la conveniencia de dicha medida.  Tras las insinuaciones de Mons. Chacón, arzobispo de Mérida y de Mons. Sixto Sosa, obispo de Cumaná, Mons. Rincón, al principio reticente a la idea, acabó por aceptarla(7) .

En una carta que el arzobispo escribió a Mons. Cento antes de que éste saliera del país rumbo a su nuevo destino, Mons. Rincón explica cómo se desarrollaron los acontecimientos.

A finales del mes de junio de l936 el prelado decidió pedir a la Santa Sede, por medio del nuncio apostólico, un coadjutor en la persona de Mons. Sanmiguel(8) :

"Prelado que por sus destacadas cualidades me pareció el más apto, entre los eclesiásticos venezolanos, para semejante cargo.

A mi petición también, Vuestra Excelencia escribió a él para hacerle la proposición relativa, y después lo llamó a Caracas en donde se logró vencer sus renuncias a aceptar la coadjutoría mediante el concepto de obediencia al Santo Padre"(9) .

En efecto, a la carta enviada por Mons. Cento a Mons. Sanmiguel, éste le respondió que poco tiempo antes había escrito al Papa pidiéndole que lo exonerara  del gobierno de la diócesis de San Cristóbal para irse a trabajar como misionero en le vicariato apostólico del Caroní y el Santo Padre no había aceptado su petición.  Ahora, ante la propuesta del nuncio, su negativa era tajante, pues sus deseos no eran los de gobernar la arquidiócesis de Caracas.  Ante la posición del obispo, Mons. Cento insistió sin conseguir nada, por lo que decidió escribir a Roma para que desde allí se le exigiera la aceptación de la coadjutoría.  El mandato papal llegó y Mons Sanmiguel tuvo que aceptarlo por obediencia a la Santa Sede(l0) .  Mons. Rincón continúa:

"Fui yo en proponer que como sucesor de Mons. Sanmiguel se presentara a la Santa Sede, para obispo de San Cristóbal al sacerdote Pedro Pablo Tenrreiro(ll) , cura párroco de Santa Rosalía, siendo en el momento, el sujeto que a mi parecer, ofrecía mejores condiciones para una mitra, por su ilustración notable, celo no común y conducta intachable.

Así mismo, mía fue la proposición de trasladar a la sede vacante de Valencia(12)  a Mons. Castillo(13) , y de nombrar en aquella sede a Mons. Arocha(14) .

Logrado por V.E. el beneplácito de la Silla Apostólica para dichos nombramientos, yo solicité y obtuve una audiencia personal del presidente de la República, con el fin de someterle el proyecto, que el mismo Sr. presidente aceptó plenamente, dejándole yo la lista de los nombres y designaciones relativas.

Transcurridos de esto unos pocos días, el propio presidente convocó a V.E. y a mí en su casa de habitación, en donde encontramos al titular recién encargado del ministerio del Interior, gral Régulo Olivares.

Expuso el presidente unas cuantas dificultades con relación a los proyectados nombramientos, lo que me extranó, pues, como digo arriba, cuando se los propuse, se mostró de un todo conforme.  Dijo que siendo el padre Tenreiro central y no andino, podía ser mal recibido como obispo de San Cristóbal e inisnuó que se zanjara esa dificultad, trasladando a aquella diócesis a Mons. Mejías(15) , obispo de Guayana, el cual es andino, y destinando para Guayana al padre Tenrreiro.

V.E. accedió pronto benévolamente a tal exigencia, salvo la aprobación de la Santa Sede, que V. E. mismo luego alcanzó; pero consultado que fue Mons. Mejías, contestó no aceptar.  Habló también el presidente, y después de él, el ministro del Interior, de las insistencias que se hacían por parte de unos valencianos para tener como obispo a Mons. Arocha; y puesto que casualmente, encontrábase éste en Caracas, fue "in continenti" llamado por teléfono a la conversación que nos ocupaba.

Una vez llegado, en presencia de todos, yo le dije clara y terminantemente que a él, por muchos motivos no le convenía la diócesis de Valencia; y que esto me habían declarado casi todos los miembros de aquel clero y las personas más sensatas y destacadas del laicato, a quienes, como administrador apostólico de la misma, había consultado al respecto.

Cambiadas por los presentes ideas sobre el argumento, yo mismo propuse a Mons. Arocha que escribiera una carta al presidente de la República, diciendo que él nunca aceptaría dicha mitra, para la cual conceptuaba más alto algún otro eclesiástico, ajeno a aquel medio, carta que él efectivamente escribió y que yo mismo entregué al secretario del presidente (...)"(l6) .

Esta reunión acabó de forma brusca tras las divergencias que surgieron entre el nuncio y el ministro del Interior, lo que indispuso al gobierno frente al proyecto presentado por Mons. Cento y decidiera no presentarlo al Congreso.  Mons. Rincón no escondió su sorpresa al constatar que acabadas las sesiones ordinarias de aquél año (clausuradas el l7 de julio) y pasadas las extraordinarias, el asunto no fue incluído dentro del programa de temas a tratar en las sesiones.

"Clausuradas las sesiones ordinarias del Congreso, sin que de ese asunto se tratara, no dudé un instante dado todo lo que había pasado, que del mismo se ocuparía el propio Congreso en sus sesiones extraordinarias.  Pero ¿cuál no sería mi sorpresa no viendo incluido tal tópico, en el elenco de los que se pautaban taxativamente, según la Constitución, a sus gestiones?(l7) "

Habría que esperar las próximas sesiones para intentar de nuevo el nombramiento de los obispos, pero para Mons. Cento, esto constituía un gran fracaso en sus gestiones y el efecto en Roma no debió ser favorable, pues poco tiempo después se anunciaba en la prensa capitalina la pronta salida del nuncio con destino a su nuevo cargo en la nunciatura del Perú.  El 25 de agosto de l936 partía definitivamente de Venezuela,  De sus últimos meses en el país, Mons. Navarro escribe:

"La última etapa de sus gestiones por la suerte de la Iglesia en este país no fue afortunada y al cabo de diez años de esperanzas muy bien sostenidas en su al parecer clara visión  de las cosas y conocimiento pleno de las circunstancias, cuando el cambio radical de las duras condiciones de la República por tan largo tiempo anhelado se efectuaba, los planes que creyó felices su Excia. abortaron y, por el contrario, una jornada harto aciaga se inició entonces en la marcha de nuestra vida  eclesiástica"(l8) .

Durante los ocho meses que trancurrieron entre la salida de Mons. Cento y la llegada del nuevo nuncio, Mons. Centoz(l9) , quedó al frente de la nunciatura el Encargado de Negocios, Mons. Basilio De Sanctis(20) , personaje central en todo el desarrollo de la Visita Apostólica.

3.- Preparación de la Visita Apostólica.

Cambiar al  arzobispo de Caracas seguía siendo la idea de Mons. De Sanctis cuando quedó a cargo de la nunciatura.  Según diversos testimonios recogidos por Mons. Navarro en su diario, la animosidad de este prelado contra Mons. Rincón era manifiesta desde hacía algunos años. Varios testimonios coinciden en afirmar que Mons. De Sanctis tenía una antipatía personal hacia Mons. Rincón, a quien hacía responsable del fracasado proyecto de coadjutoría, y por no haberle favorecido en deseos personales.  El l9 de junio de l930 consignó una entrevista que había mantenido Mons. Navarro con Mons. De Sanctis y en la que éste le decía:

"...no puede hacerse nada mientras Rincón González esé ahí o por lo menos subsista este gobierno; que al cambiar la situación la deposición del arzobispo vendría en seguida"e(21) .

Después de tantos años desempeñando diferentes carfos en la nunciatura y trabajándo junto a Mons. Cento, no sería extraño que el nuncio también fuera del parecer de Mons. De Sanctis, pués si éste no tenía reparo en comentarlo publicamente es de suponer que hablaba apoyado por otras personas.  Habiendo fracasado Mons. Cento en su intento de nombrar un coadjutor, y a pesar de su traslado, el Encargado de Negocios siguió manteniendo la posición que hacía tiempo sostenía.  Pero su táctica sería diferente.  La confusa situación política era favorable a la renuncia del arzobispo, pero la fallida coadjutoría de Mons. Sanmiguel había demostrado que por el momento ese camino no era el conveniente para alcanzar el fin deseado.  La vía más segura para destituir a Mons. Rincón de su cargo era que la suspensión viniera directamente de Roma, pues a pesar de su vejez, el arzobispo se encontraba con capacidades suficientes para dirigir la arquidiócesis y no pensaba renunciar.

Mons. De Sanctis debía encontrar un motivo para acusarlo, pues nada podía imputársele ni a su conducta personal, ni a su forma de gobernar la arquidiócesis.  Por eso, el flanco más débil  de atacar era el de la administración de los bienes de la arquidiócesis.  Pero, ¿por qué era éste el medio más seguro de poder acusarlo con posibilidades de éxito?.  La ciudad de Caracas en la que vivió Mons. Rincón era pequeña, con pocos habitantes y en ella las relaciones que se mantenían tanto a nivel personal como económico eran muy simples, basadas en la buena fe depositada en el otro y en los arreglos orales entre las personas.  A lo largo de una jornada de trabajo, el arzobispo desempeñaba  gran número de actividades y si en medio de ellas llegaba a algún acuerdo de compra, préstamo o venta imprevista, era fácil que no lo consignara.  Esa misma actividad incesante le podía llevar a cometer negligencias administrativas.  En este sentido es significativo el testimonio de Mons. Jesús Ma. Pellín cuando se refiere a sus cuentas y a las de Mons. Rincón:

"...Consulté con un gran amigo mío, ya fallecido -Jesús Ma. Hernandez- y recuerdo que él me dijo:'No; llevé sus cuentas muy bien arregladas.  Yo conozco mucho su mundo y su medio.  Mañana, sobre todo si Ud. triunfa, tendrá en cada colega un enemigo formidable.  Hay hombres aquí que no pueden ver a nadie que salga bien o sea apreciado.  Yo soy viejo.  Yo he estado al lado de Mons. Castro cuando fue atacado y calumniado por individuos de su clero, y sé muy bien quienes son los hombres.  Además. hoy está en la nunciatura Mons. Cento.  ¿Mañana?, ¿quién vendrá?.  No lo sabemos.  Pero vendrá un hombre que no lo conocerá, y por recto que sea, puede juzgarle mal, si no lleva bien su contabilidad; y Ud., después de mil sacrificios como viene haciendo, quedaría como un pícaro o, al menos, como un disparatero...Porque convénzase, entre ustedes hay algunos que no piensan sino en el dinero.  Dígaselo a Mons. Rincón para que también arregle sus cuentas".

Mons. Rincón era demasiado confiado, no arregló sus cuentas; él contaba con su buena fe..''(22) .

Era, pues, normal que las cuentas no se llevaran con una puntualidad estricta y esto lo sabía Mons. De Sanctis porque durante muchos años había estado en contacto con los obispos venezolanos y conocía la forma que tenían de administrar sus diócesis.  Además, intervenía un factor importante que afectaba directamente a Mons. Rincón.  El derecho civil venezolano no reconocía a las congregaciones de religiosos la personalidad jurídica para realizar ningún tipo de operaciones.  Para ello debían constituir primero una sociedad civil, trámite bastante largo, por eso en más de una ocasión le pedían al arzobispo que negociara por ellos, apareciendo luego las operaciones como si fueran de la arquidiócesis.

Muestra de esta forma de llevar las cuentas como si de la administración de un bien personal de tratara, la encontramos en las explicaciones que Mons. Rincón daba para aclarar los puntos sobre los que se le acusaban.  Así, por ejemplo, en l930  había comprado una casa de cuya administración no se sabía nada.  En el registro público de Caracas con fecha del l7 de octubre se había inscrito la siguiente operación:

"Victor Romero cancela a Pedro Simón Páez, por Bs. 45.000, la hipoteca de la casa situada entre Pineda a Toro.  En la misma escritura Pedro S. Páez vende a la arquidiócesis de Caracas, la misma casa por Bs. 70.000.  La arquidiócesis fue representada por el Dr. Felipe Rincón González quien entregó la mencionada cantidad.  Luego el mismo arzobispo en nombre y en representación de la arquidiócesis, hipoteca a la Sra. María Ibarra de Matos, la misma casa por la cantidad de Bs. 45.000 al interés del 3.4% anual mensual, con plazo de seis meses fijos...(23) ".

La comisión encargada de analizar esta operación en el momento de la Visita no comprendía su sentido, ni si parte del dinero con el que se había pagado correspondía a alguna finca del Seminario y qué había sucedido con la administración de la casa.  La transacción podía explicarse fácilmente, pero de ella no había quedado constancia en el momento en que se realizó.  En esta ocasión, Mons. Rincón había actuado en favor de las Hermanas Catequistas de Lourdes quienes no pudiéndo comprarla por no estar constituidas en sociedad civil, le habían pedido al arzobispo que lo hiciera, pagándole de contado Bs. 25.000 por la finca(24) .  Por ello la casa fue hipotecada por Bs.45.000 ya que el resto de la suma había sido pagada por las Hermanas.

Si a estos factores de ambigüedad e inercia en la aplicación, se añaden el hecho de que en caso de una fiscalía se le quitarían los libros de cuentas a Mons. Rincón para ser examinados y no podría utilizarlos, y los sacerdotes nombrados para verificar las cuentas se ceñirían estrictamente a lo apuntado en los libros con la intransigencia propia de un funcionario que debe cumplir lo ordenado, era fácil presuponer que el arzobispo no podría defenderse cabalmente y la sentencia de Roma sería la suspensión.

Así surgió la Visita Apostólica.  Para prepararla, Mons. De Sanctis no estuvo solo, pues a él se unieron sacerdotes jóvenes en los que Mons. Rincón había confiado plenamente y algunos de los cuales eran Capitulares de la Sede Metropolitana.  Casi todos habían realizado estudios en Roma becados por la arquidiócesis y habían demostrado ser hombresin inteligentes, demostrando algunos de un celo apostólico innegable.

Mons. De Sanctis depositó en ellos su confianza y la esperanza de que lograrían su cometido.  La actuación de estos prelados a lo largo de la Visita reveló en ellos la ambición de ocupar nuevos cargos dentro de la jerarquía eclesiástica del país, quizás convencidos de la necesidad de una renovación del episcopado y de las posibilidades con que contaban para desempeñar esos cargos tanto por sus capacidades intelectuales como por las relaciones que habían mantenido en Roma y sostenían con la nunciatura.

Para preparar las acusaciones contra Mons. Rincón se levantó un expediente que debía ir a Roma.  Sobre esta etapa de preparación escribe Mons. Navarro en sus "Efemérides":

"24 de diciembre de l936.  Hoy he ido a la nunciatura a cumplir con Monseñor De Sanctis, Encargado de Negocios, el deber de cortesía de ofrecerle los augurios pascuales.  Por cierto que me llevé la siguiente sorpresa: en la mesita central del salón de recibo había una hoja de papel escrita a máquina.  Me picó la curiosidad, y  su encabezamiento era más o menos este: De Tractatu de Iustitia et Iure.- Curiosas aplicaciones de sus principios por Rincón González.  Y tras una larga lista de operaciones que parecen achacárselas como fraudulentas al arzobispo, el último renglón dice: 'Monseñor Navarro- Due case da lui amministrare e lavoro Catedrale- Bs.l30.000'.  ¿Qué significa esto?  Indudablemente lo de las casas se refiere a las del Deanato, que tan intrigados los trae desde hace varios años.  En cuanto a lo del "lavoro Catedrale", debe referirse al subsidio que, a título de vigilancia especial, recibí durante los trabajos de la Catedral para poder atender a mi subsistencia.  Pero, ¿quién ha podido enterar de esto a De Sanctis?... Debe haber habido también chismografía sobre el particular.  Pero muy gracioso lo de Bs. l30.000.  ¿Se imaginará De Sanctis que yo estoy metido en negocios sucios con el Arzobispo?  Y si todo lo que hay que echar en cara a Rincón González fuera como esto, habría que absolverlo desde luego y declararlo en absoluto exento de culpas.  Es evidente que el mismo arzobispo no es el autor del memorandum a que me refiero, sino que hay allí una infame intriga de clerizontes.  ¿Quiénes son ellos?  ¿Qué villanía tendrá el tal De Sanctis entre manos con su memorandum?.  Tal vez algún día llegue yo a saberlo.  Por lo que al llegar De Sanctis al salón y hallándose de pie se apresuró a retirar de la mesa el papel y se lo llevó a guardar al escritorio.

26 de enero de l937.  Por cierta información que me ha hecho hoy el P. Tortolero, creo que el autor de la denuncia a la nunciatura acerca de malos manejos administrativos del arzobispo a que se refiere mi nota del 24 de diciembre p.p., es Peñalver.  Díceme, en efecto Tortolero que ese sujeto anda fraguando un proceso contra el arzobispo por sus operaciones financieras y las erogaciones del Cabildo para diversas obras, etc., a fin de elevar acusación ante los altos Superiores.  Y por eso dizque no quiere asistir a las sesiones capitulares. ¡Ojalá no vuelva más nunca!

23 de febrero de l937.  Aprovechando una alusión que me hizo Bacalao acerca de estar fraguando Peñalver una maligna trama contra el arzobispo, le pedí alguna aclaración y me enteró de que ese malvado se jacta de andar gestionando la destitución de Rincón González y de hallarse en ello de acuerdo con Mons. De Sanctis, quien la echa de indignado contra Su Excelencia por atribuirle el fracaso de la famosa coadjutoría, achacándole haber trabajado en cambiar el ánimo del ministro Olivares al respecto.

24 de febrero de l937.  Visita al arzobispo para, entre otras cosas, enterarlo de los enredos de Peñalver en su contra.  De los cuales también me habla por la tarde el P. Alvins...También enteré al arzobispo de la venida a casa del prebendado Domínguez muy indignado y escandalizado de que Peñalver en el Coro, en presencia de Núñez, Sánchez y algunos otros habla con descaro inaudito contra el arzobispo, acusándolo de ladrón.

25 de febrero de l937...me tropecé con Tortolero y trabada conversación, la tuvimos muy larga sobre el mismo tópico.  Dice que el expediente de acusaciones ha ido ya a Roma."(25) .

Se deduce de tales confesiones que si al principio se mantuvo una cierta reserva sobre el expediente y el proceso contra Mons. Rincón, pronto todo el clero capitalino estuvo al corriente del asunto por boca de uno de los principales artífices de la Visita Apostólica, el P. Peñalver(26) .  Un nuevo conflicto se estaba fraguando en el seno de la Iglesia venezolana, pero lo insólito y nuevo de la situación era que esta vez estaba promovido por un organismo que si bien constituía el lazo de unión entre la Iglesia venezolana y la Santa Sede, no dejaba de ser un cuerpo extranjero a ella: la Nunciatura Apostólica.

Estas primeras manifestaciones en contra del arzobispo indignaron a gran parte de los sacerdotes de la capital.  Sin embargo, aparentemente no se tomó ninguna medida contra el P. Peñalver ni contra el proceso que se preparaba, tal vez en espera de que la inminente llegada del nuevo nuncio a Venezuela, Mons. Centoz encauzara la situación por sus vías habituales.

Si comparamos las fechas señaladas por Mons. Navarro del envío del expediente a Roma (el 25 de febrero ya había salido de Caracas), se deduce que Mons. Centoz pudo haberlo leído, ya que su llegada al país fue el día 2 de marzo, por lo que ya venía prevenido del panorama eclesiástico de la capital.  Nos ayudará a entender mejhor su actitud frente a Mons. Rincón a lo largo de la Visita lo que sobre él escribió el Cardenal Quintero:

"Era un hombre sencillo, muy piadoso de no muy aventajada inteligencia y por ello no muy apto para hacer frente a situaciones críticas, como la que surgió a raíz de su llegada.  Para ese momento, ya el Encargado de Negocios, Mons. Basilio De Sanctis había dado todos los pasos previos para lograr la Visita Apostólica.  Mons. Centoz se encontró con aquel grupo de sacerdotes que preparaban el juicio contra el arzobispo, enquistados en la nunciatura bajo el patrocinio de De Sanctis, y posiblemente imaginó que ellos eran la flor y nata del clero caraqueño.  En el ambiente que estos le formaron, empezó a desarrollar su actuación el nuevo nuncio y de ahí provinieron sus juicios y procederes, sin que cayera en la cuenta de que aquel grupo se estaba sirviendo de él como de instrumento para obtener éxito en su campaña contra el arzobispo, porque Mons. Centoz pertenecía sin duda alguna a aquella clase de hombres buenos, carentes de malicia, que son incapaces de suponer en otros torcidas intenciones o de descubrir la perversidad de los hipócritas.  Cayó pues, en redes, de las que no pudo libertarse"(27) .

 

B. LA VISITA APOSTOLICA(28) .

1.- Decreto y formación.

Un mes después de la llegada de Mons. Centoz a Venezuela, el 2 de abril de l937, la Sagrada Congregación del Concilio decretaba la Visita Apostólica "con el fin de ser debidamente informada acerca de las administraciones elcesiásticas de la arquidiócesis de Caracas"(29) ., y nombrado visitador apostólico de la misma a Mons. Mejía, concediéndole las facultades necesarias al respecto, el poder adoptar medidas de urgencia y escoger a los sacerdotes que le ayudasen y actuasen bajo su dependencia y responsabilidad.  Sus prerrogativas sólo tenían un límite que más tarde le acarrearía graves problemas: todas las medidas que adoptara, debían ser tomadas "de acuerdo con S.E. Mons. Nuncio Apostólico y de las entidades y personas interesadas"(30)  .

La Visita tenía por misión el exámen de la administración dela Curia Arzobispal, del Cabildo Metropolitano, del Seminario Diocesano e Interdiocesano, de las parroquias, de religioso y de otras iglesias y capillas.

El 25 de abril, Mons. Centoz dirige una carta a Mons. Rincón para informarle de la llegada del decreto a Venezuela.  En él se le decía que:

"Habiendo llegado por diversos conductos a la Santa Sede insistentes rumores sobre negligencias y descuidos en ciertas administraciones eclesiásticas de esta arquidiócesis y haciéndose necesario esclarecer los hechos..."(31) .

La Sagrada Congregación del Concilio había decretado la Visita Apostólica y desde el día en que el arzobispo recibiera ese oficio de la nunciatura hasta que la Santa Sede se pronunciara acerca de las conclusiones de la misma, se le sustraía toda jurisdicción ordinaria, la cual sería asumida por una Junta provisional de todos los bienes eclesiásticos de su arquidiócesis nombrada por el Visitador.  Se le pedía además, la mayor colaboración y le exigían que diera con la mayor rapidez posible los libros, documentos y datos necesarios para que la Visita pudiera trabajar con ellos.  De  esta manera se iniciaba un nuevo  conflicto  en el interior de la Iglesia, el más duro de todo el pontificado de Mons. Rincón y a su vez, "un episodio por demás lamentable que oscurecerá para siempre las páginas  de la historia episcopal  venezolana"(32) .

La reacción  de Mons. Rincón ante la noticia fue de "inaudita sorpresa", según él mismo lo diría:

"...porque en los veinte años  que hace gobernamos esta arquidiócesis, ante la presencia ininterrumpida de los Nuncios Apostólicos, con quienes hemos permanecido en perenne contacto, sujetos siempre a sus menores  insinuaciones, no habíamos nunca recibido la más leve advertencia de  que tales insistentes rumores existiesen"(33) .

A pesar de ello se ponía a disposición del Visitador y de todo lo dsipuesto por la Santa Sede.  Tan sólo lamentaba la situación de escándalo que se produciría, la sombra de difamación que caería sobre su persona:

"Y este colmo de odiosidad para el estado eclesiástico en los ataques para la sagrada dignidad episcopal que actualmente se repiten a cada instante en Venezuela"(34) .

En  verdad era sorprendente que tras veinte años de pontificado, la discreción de los nuncios fuera tal que si realmente algo sucedía, Mons. Rincón no hubiera recibido ni la más pequeña insinuación sobre las anomalías administrativas de la arquidiócesis.  Para responder a esta objeción, Mons. Centoz explicaría el silencio de los nuncios como debido:

"bien se saben a las circunstancias políticas de todos conocidas.  Es por tanto, mi deber, hacer constar en homenaje a la verdad y a la justicia, que el mismo hecho de que la decisión pontificia haya sido tomada al arribo a esta República, significa y pone en evidencia que ya desde muy antes los rumores a que se refiere V.E. habían llegado hasta la Santa Sede"(35) ‹.

Evidentemente, el arzobispo no aceptó esta excusa como válida:

"yo debo advertir que no puedo aceptar la razón de que las circunstancias políticas anteriores de Venezuela impidieran dar curso a las acusaciones puesto que nada tenían que temer la nunciatura ni la Santa Sede en el particular, tanto más cuanto que alguna vez no habiendo la Santa Sede aprobado un proyecto de carácter económico, inmediatamente desistí de él (...)"(36) .

Sin embargo, prefirió no decir nada al nuncio pues éste acababa de llegar a Venezuela y como en tantas otras otras ocasiones ya había sucedido con sus predecesores, Mons. Centoz no podía apreciar todavía la mentalidad y los sentimientos del pueblo al cual había sido enviado(37) .  Este fue uno de los graves obstáculos a los que tuvo que enfrentarse Mons. Rincón, el prejuicio del nuncio contra el arzobispo que le hizo tomar partida contra él sin sopesar jamas si los cargos que se le imputaban eran verdaderamente ciertos.

La Visita Apostólica comenzó a actuar apenas decretada oficialmente en Venezuela.  Desde el 26 de abril, antes incluso de que se notificara a Mons. Rincón, Mons. Mejía envió al Cabildo Metropolitano una nota notificándole que al arzobispo le había sido sustraído todo género de administración, los Capitulares deberían dirigirse en adelante para cualquier asunto administrativo a la Junta administradora de bienes eclesiásticos que él mismo había nombrado.  Para responder a todas las condiciones que el Visitador les pedía en vista al exámen de las cuentas de la curia arzobispal, el Cabildo declaró abierta su sesión extraordinaria del l de mayo hasta tres días más tarde.

El 29 de abril, Mons. Rincón recibió la notificación oficial por parte de Mons. Mejía de su nombramiento como Visitador Apostólico y al mismo tiempo le adjuntaba la lista de las comisiones y sacerdotes que las integraban, así como los miembros que integraban la Junta encargada de la administración provisional de todos los bienes de la arquidiócesis que él había nombrado.  Las comisiones examinadoras eran tres: Primera, la comisión encargada de revisar las cuentas de la curia arzobispal, el Cabildo metropolitano y del diario La Religión.  Estaba presidida por Mons. Mejía, Visitador Apostólico y estaba compuesta por dos miembros: Mons. J.deJ. Crespo, Prelado doméstico de S.S., vicario de la Victoria; y el Pbro. Rafael Peñalver, canónigo teologal de la S.I.M.

La segunda debía revisar las cuentas de todas las parroquias, aún de religiosos y de otras iglesias públicas y semipúblicas.  La presidía Mons. Enrique María Dubuc, obispo de Barquisimeto; sus miembros eran el Pbro. Pedro Pablo Tenreiro, cura párroco de Santa Rosalía; Pbro. Manuel López, cura párroco de Santa Teresa y el Pbro. Jacinto Soto, secretario de esta comisión.

La tercera estaba encargada de examinar las cuentas del Seminario diocesano, interdiocesano, de pías fundaciones de cualquier naturaleza, de las administraciones pertenecientes a religiosos que según el derecho canónico debían dar razón al ordinario del lugar.  Su presidente era Mons. Gregorio Adam, Camarero secreto de S.S. cura párroco de San Juan Bautista de Caracas.  La integraban el Pbro. Rafael Arias, párroco de la Divina Pastora; el Pbro. Francisco Codecido y el Pbro. Marcos Tortolero, como secretario.

En cuanto a la administración provisional, la Junta la presidía Mons. Mejía y le ayudaban el Pbro. Tenreiro, el Pbro. Arias, el Pbro. Feo y el Pbro. Marcos Tortolero, como secretario(38) .

A la petición de los libros y documentos que le fue hecha por el Visitador Apostólico, Mons, Rincón no opuso ninguna objecióon, dejando a las comisiones completa libertad para acudir a su despacho y examinar los libros.  Una vez organizado así el trabajo, comenzaba la actuación de la Visita Apostólica.

 

2.- La actuación de la Visita Apostólica.

En lineas generales se acusaba a Mons. Rincón no sólo de errores de administración sino también de fraudes y apropiaciones de bienes eclesiásticos convirtiéndose éstos en fuente de enriquecimiento personal suyo y de sus sobrinos(39) , ascendiendo su fortuna según se rumoreaba, a varios millones de bolívares.  Los tres principales capítulos de acusaciones que se elevaron a la Santa Sede correspondían a la obra del Seminario, la prensa católica y la reconstrucción de la Catedral.  Se le acusaba también de poseer bienes a su nombre o en el de otras personas y sus acusadores sostuvieron que se había apropiado de una gran cantidad de dinero proveniente de la extinción de la deuda nacional interna, de que se aseguraba la Iglesia poseía muchos bonos(40) .

La diferentes comisiones nombradas para el exámen de las cuentas no perdieron ni un instante en ponerse a trabajar.  Desde los primeros días del mes de mayo le llegan al arzobispo por intermedio de Mons. Mejía las cartas de las comisiones pidiéndole aclaraciones sobre actividades al parecer no del todo claras.  Es curioso constatar que ninguna comisión lograba ofrecer pruebas contundentes contra el arzobispo y que los únicos déficits reales que se le probaron fueron los que él mismo había reconocido deber.  Este deficit provenía por un lado de la capilla de la Trinidad:

"El arzobispo llevaba cuentas hace muchos años con el capellán de la Trinidad, Pbro. José María Delgado Palacio.  A la muerte de este sacerdote, el arzobispo continuó llevando las cuentas de dicha capilla, y ahora, a petición de la Visita Apostólica, paso una larga cuenta detallada, en la que hace constar que debe a la capilla la suma de Bs.81.248,60 (ochenta y un mil doscientos cuarenta y ocho con 60/100)"(41) .

A esta cantidad se unían Bs. l.000 más por la parroquia de Petare y la capilla de Galipán, más Bs. 40.000 de la venta de un terreno.  El total de lo que debía, ascendía pues, a Bs. l22.248 con 60/100.  Pero el arzobispo en realidad lo que hacía era responder por esa suma:

"En manera alguna que los tenía en mi poder, pues, todas las sumas de dinero qe han entrado a la arquidiócesis, las he ido invirtiendo sucesivamente en obras urgentes de la misma Iglesia"(42) .

A este déficit se contraponía la deuda que el diario La Religión tenía contraida con el obispo por la ayuda que, al menos durante la dirección de Mons. Pellín, había brindado al periódico.  La suma en cuestión ascendía a Bs. l55.559, y con ella se podía cubrir el déficit sin dificultad(43) .

Sin embargo, los miembros de la Visita Apostólica no admitían los argumentos de defensa del arzobispo y la dificultaban.  Para mostrar los procedimientos y el tipo de acusaciones que se le hacían, es significativo el testimonio de Mons. Pellín:

"Se ha dicho que dispuso de una casa en Altagracia.  Se llama al Pbro. Manues Arocha O., viene y dice: ¡falso! porque con la venta de la casa se compraron tres casas y dan más renta que la que en aquel entonces existía.

Acusa el Padre Peñalver a Monseñor Rincón de haber vendido una casa.  Se le pregunta que en qué invirtió aquel dinero, dice el Padre Manuel Arocha que en parte para pagar un púlpito; el Padre Peñalver lo niega, porque él dice que pagó el púlpito.  Se llama al Dr. Páez para que certifique, y el Dr. Páez busca los libros de su señor padre y certifica: el púlpito se pago con parte de la venta de la casa y además se compraron tres casas que producen mayor renta que aquella.

Otra acusación: se le dice que debe responder por treinta mil bolívares por la venta de un terrenito que dieron los del Sindicato de San Agustín del Norte para una iglesia en honor de Santa Teresita, y de las limosnas que recaudó la señora encargada de la fábrica...            Monseñor dice que va a tomar informes.  Se le contesta que ligero porque urge.  Ceden, sin embargo, ante las razones del agobiado y vejado arzobispo de Caracas, y resuelven esperar.  Llama Monseñor Rincón al Señor Benzo, jefe del Sindicato.  El Señor Benzo declara: el terreno no existe, porque el convenio fue que si no se hacía la iglesia, volvía a la compañía; no se hizo la iglesia, luego...está otra vez el terreno en poder de los donantes.  Las limosnas, añade el señor Benzo, se condenaron, porque aquella pobre mujer no tenía como devolverlas.  Creo que aún no están satisfechos..."(44) .

Los problemas con los sacerdotes de las comisiones se manifestaron desde el principio.  El 22 de mayo de l937, Mons. Rincón recibió un cuestionario en el que la comisión dedicada al exámen de las cuentas de la curia arzobispal le exigían en un tono áspero, la explicación de algunas de las operaciones realizadas.  Normalmente todos los oficios dirigidos al arzobispo debían estar firmados por Mons. Mejía, así que Mons. Rincón no reconociéndo en esos sacerdotes la personalidad suficiente para exigirle explicaciones de esa forma, dio la nota por no recibida.  Después de poner al corriente de lo que sucede a Mons. Mejía, éste le responde que acordaba a los sacerdotes esa personalidad, pues:

"Los miembros de dicha comisión han sido designados por mí en virtud de las facultades que expresamente me confiere el decreto de la Santa Sede; y, por lo tanto, al dirigirse ellos a S.E.Revma. lo han hecho en virtud de subdelegación"(45) .

El arzobispo quedaba en manos de sacerdotes desafectos a su persona y ello no pasaba desapercibido a los ojos de parte del clero que consideraba ese comportamiento hacia el prelado como humillante, pues como bien se señalaba, se le trataba como si fuera un reo "peor que si estuviera ante un tribunal comunista"(46) .

Los altercados y las inculpaciones no cesaron por parte de las comisiones.  Agravaba la situación el que la defensa del arzobispo fuera difícil, ya que se le exigía la mayor rapidez en sus contestaciones, pero no tenia en su poder los libros de cuentas que la Visita había requizado y sin los cuales la lentitud era evidente, pues para responder con exactitud se veía obligado a aunar testimonios diversos que dieran fe a lo que decía.  A pesar del reclamo incesante de los libros, éstos nunca le fueron devueltos, pues los habían enviado a Roma para que la Sagrada Congregación del Concilio los examinara.  El envío se había hecho sin contar con el consentimiento del Visitador Apostólico, quien además no comprendía el porqué de esta operación "habiendo sacado copia, leído y releído todo lo que les interesaba"(47) .  Efectivamente, la Sagrada Congregación del Concilio los había recibido:

"Pero en vista de que eran cuentas que particularmente llevaba el arzobispo Rincón, se los había devuelto a Mons. De Sanctis"(48) .

La respuesta del antiguo encargado de la nunciatura al ser preguntado sobre el paradero de los libros fue que:

"Los dos libros pasados por el Excmo. Sr. Arzobispo a la Visita Apostólica, se encuentran en Roma, en manos de la Sagrada Congregación de Seminarios, tratando ellos principalmente de la construcción y del mantenimiento del Seminario Conciliar y del Interdiocesano"(49) .

Mons. Rincón nunca recuperó sus libros.  Incluso una vez clausurada la Visita, el arzobispo reclamó de nuevo los documento referentes a su defensa.  A esta petición respondió Mons. Mejía que:

"La Visita Apostólica por disposición expresa de la Santa Sede toda su documentación y archivo ha pasado a la nunciatura o a la Sagrada Congregación del Concilio según la materia"(50) .     El l de junio de l937, después de un mes de trabajo, la Visita consideraba su misión a punto de finalizar.  Mons. Mejía escribió al secretario de la Sagrada Congregación del Concilio comunicándole que la Visita estaba a punto de finalizar y en poco tiempo le enviaría el informe que había procurado levantar "sobre base de justicia y de caridad"(51) .  Este mismo día, Mons.  Centoz escribió a Mons. Rincón informándole de que la Santa Sede había nombrado una comisión de tres obispos para que revisaran y corroboraran todos los actos de la Visita Apostólica de todas las administraciones eclesiásticas de la arquidiócesis de Caracas(52) .

Mons. Rincón fue igualmente informado del supuesto fin de la fiscalía en términos que le sorprendieron profundamente, pues por un lado los miembros de las comisiones no estaban satisfechos con los informes que les habían proporcionado, y por otro, le comunicaban que siendo esa la situación, se abstenían de seguirle pidiendo explicaciones "ya que juzga ser suficientes los documentos de que está en posesión para asesorar a la Santa Sede, en la forma más precisa, sobre el arduo deber que le ha encargado cumplir"(53) .  La Visita no había adelantado ningún juicio al respecto, pero le exigía al arzobispo que depositara en el plazo de dos días la cantidad de dinero que debía o de lo contrario

"... con el bien pensado criterio de no cargar con el ponderoso cúmulo de consecuencias que pudiera acarrear el caso, la Visita Apostólica tomaría el partido de informar a Roma para que esa sede apostólica dicte sus ordenes definitivas"(54) .

Esta carta estaba firmada por Mons. Mejía y Mons. Dubuc, quien antes de hacerlo dejó constancia de que lo hacía con reservas:

"... Firmo esta carta como miembro de la Comisión Visitadora pero por no haber tenido tiempo para estudiar los documentos aludidos en ella no me hago solidario de los detalles y cargos particulares que arriba se exponen"(55) .

Esto demuestra la desconfianza y desacuerdo que reinaba entre los miembros de la Visita.

Mons. Rincón aceptaba lo que la Visita le decía, pero señalaba que:

"... sí nuestras respuestas aludidas no satisfacen totalmente a la Visita, a lo menos satisfacen en parte; y entonces, más parece que cupiera procurar nuevos informes que abstenerse de pedirlos, precisamente para poder informar a la Santa Sede 'en forma más precisa'...

... Admiramos la prudencia y la calidad de la Visita Apostólica, no tanto por no encontrarnos cargos concretos con la cita de las partidas respectivas de la cuenta, la mención de los documentos y la expresión del monto del crecido déficit hallado, como por no adelantar ningún juicio sobre el resultado definitivo de la misión.

Con efecto, si no satisfacen en parte las respuestas que hemos dado, si se abstiene la comisión de obtener datos nuevos que pudieran aclarar sus dudas, si no se nos formulan concretos cargos, y sobre todo si no se nos da tiempo suficiente para responder con vista de las imputaciones precisas que contra nos se formulan, lo natural, repetimos, lo aconseja la prudencia y la santa caridad impone, es no adelantar juicio alguno, como sabiamente lo dice la comisión apostólica"(56) .

El prelado daba cuenta en seguida de lo que se le pedía y puesto que la suma a deber la cubría la deuda de La Religión, pedía se resarcieran con ella.  En cuanto a sus pretendidos bienes, reiteraba que todo cuanto poseía lo ponía a la orden de la Visita dejándole su cruz pectoral, los anillos y los muebles, pues era lo único que tenía; "lo cual estamos dispuestos a jurar en el nombre de Dios"(57) .  En cuanto a la amenaza de llevarlo todo ante Roma, el arzobispo respondió que no temía a la Santa Sede de la forma que suponía la Visita:

"Porque también haremos conocer a Nuestro Santísimo Padre todos estos particulares, en la seguridad de que encontraremos justicia y caridad"(58) .

Mons. Mejía respondió secamente a esta certa y le respondió en un tono muy seco que podía acudir cuando quisiera a la Santa Sede y:

"Protestar en la forma que crea conveniente.  La Santa Sede ha recibido de esta Visita Apostólica todos los documentos necesarios para hacer justicia"(59) .

Al día siguiente, 8 de junio, el obispo de Guayana, creyendo concluida su misión y después de una larga ausencia de su diócesis, salió de Caracas, dejando a los Pbros. Gregorio Adam y Pedro Pablo Tenreiro, como subdelegados de la Visita Apostólica(60) .

Durante estos primeros días de junio, Mons. Rincón dirigió a Roma diversos cablegramas dando cuenta de la actuación de la Visita y pidiéndo el nombramiento de Mons. Navarro como su coadjutor para apaciguar la situación que ya se había hecho del dominio público.  El arzobispo estaba en una situación delicada, pues como le comentaba a Mons. Cento en una carta:

"...esto se ha hecho del dominio público y cada uno comenta las cosas como pe parece (...) no faltarán periódicos de la izquierda que me llamen ladrón, y no me quedará más remedio que guardar silencio, porque las acusaciones vienen de nuestros propios hermanos"(61) .

Había llegado el momento que Mons. Rincón consideró propicio  ir personalmente a defenderse a Roma.  Preparó en secreto su viaje, anunciándo a Roma por cablegrama su pronta llegada(62) .  El arzobispo pensaba salir el día 20 de junio.  Justamente el día antes el secreto de dicho viaje se rompió, pues cumpliéndo con lo que tantas otras veces ya había hecho, fue a despedirse del ministro del Interior, que entonces era el hermano de Mons. Mejía.  Mons. Rincón, que hasta entonces no había recibido respuesta a ninguno de los cablegramas enviados a Roma, recibió el l9 de junio en la noche la visita del nuncio, Mons. Centoz, para informarle que en virtud de un despacho de la Santa Sede que se reservaba, no podía salir de la capital mientras la Visita estuviera funcionando(63) .  ¿Existía realmente ese cablegrama o fue un argumento de la nunciatura para ganar tiempo e impedir que Mons. Rincón viajara y se defendiera personalmente en Roma?.  En todo caso nos resulta difícil comprender el impedimento pues según palabras de la Visita, Roma ya tenía en su poder los documentos necesarios para emitir algún juicio al respecto.  En todo caso, Mons. Rincón no pudo salir de Caracas, y en la ciudad pernaneció esperando el veredicto definitivo.  Veredicto que nunca llegó.

Los subdelegados del Visitador siguieron actuando por un período que se alargaba demasiado.  De algunos de ellos Mons. Rincón se quejaba, pues era consciente de que no actuaban con buena voluntad.  Fueron ellos los que en definitiva, en connivencia con la nunciatura, llevaron las riendas de la Visita.  De ellos escribiría que:

"Como tales sacerdotes no me quieren bien, desean hacerme el mayor mal, recurren entonces a Mons. De Sanctis procurando darle a los asuntos la importancia de que carecen, y aumentando en él la notable indisposición que abriga contra mí, como lo he comprobado en varias ocasiones"(64) .

Mons. De Sanctis seguía siendo el promotor de las acusaciones y no sólo contra el arzobispo sino también contra el episcopado venezolano en general.  Muchos testimonios dan prueba de ello, así, el apuntado por Mons. Navarro en su diario y que recoge los propósitos de Mons. Mejía sobre el consejero de la nunciatura:

"2l de mayo de l937.  Voy a Mons. Mejía.  Persiste en su impresión acerca del odio implacable de De Sanctis al arzobispo, que lo mueve a desechar los resultados del trabajo de la Visita para salirse con la suya en materia de inculpaciones.  Que rechazó brutalmente el informe presentado por Mons. Crespo y ya aprobado por el Visitador, confiando el cuidado de las rectificaciones al Padre Feo... No hace buena referencia Mejía, sino de Arias y Codecido, como hombres apacibles...mientras la gran actividad la desarrollan los otros en la nunciatura, bajo la férula intemperante de De Sanctis..."(65) .

El 24 de julio de l937, Mons. De Sanctis se embarcó hacia Roma.  Fue entonces cuando se verificó el altercado con los seminaristas venezolanos que estudiaban en el Colegio Pío Latino Americano y se encontraban de vacaciones en la casa de Livorno.  Después de reunirlos, los puso al corriente del conflicto que vivía la Iglesia venezolana y acusó al arzobispo de ladrón.  Estas acusaciones llenaron de asombro a los seminaristas quienes escribieron a sus respectivos obispos para saber exactamente qué era lo que estaba ocurriendo.  Este hecho consternó profundamente a los obispos venezolanos(66) .

El gobierno venezolano aprovechó la ausencia de Mons. De Sanctis para informar a la Santa Sede que el consejero de la nunciatura era persona "non grata", por lo que nunca regresó al país sino que fue trasladado a la nunciatura del Perú.  Sin embargo, durante su estancia en Roma que fue hasta el mes de febrero de l938, cuando se embarcó para el Perú, fue el agente de la Visita que más información procuró contra el arzobispo.

Una de las actuaciones más ambiguas a lo largo de la Visita fue la de Mons. Mejía.  Mientras estuvo en Caracas las notas que le dirigía a Mons. Rincón eran bastante duras y secas.  Pasado un tiempo después de su partida de Caracas, en una carta Mons. Rincón le pide que vuelva a la ciudad pues consideraba que la Visita actuaba con más desatino.  La respuesta de Mons. Mejía es reveladora:

"...Tengo la firme convicción de que mi presencia ahí empeora su situación pues se me exigirá que me demore para buscar quien sabe qué cosas y para instarme que le pase notas y más notas.  Su Excia. recuerda que el texto del documento donde se me nombra Visitador, dice: 'que obrará en todo de acuerdo con la nunciatura'.  Esta frase es muy elástica y se presta a todo como S.E. ha podido comprobarlo tantas veces, a punto que notas redactadas por mí mismo me las alteran y modifican a su antojo.  Sin esa frase, quizá muy estudiada, las cosas hubieran resultado de otro modo, sin faltar a la justicia y a la caridad.  S.E. debe haber barruntado que la persona culpable de tantos disgusto y dolores, lo que deseaba era que la nunciatura entendiera en esa cuestión; pero como no era posible directamente, se pensó en buscar un instrumento y al mismo tiempo víctima,  para que acabara con S.E. y se acabara él mismo, pues no están contentos todavía con lo que he hecho, o mejor lo que me han hecho hacer con la espada de Damocles que es el Rescripto"(67) .

Era cierto que Mons. Mejía estaba atado de pies y manos, pero eso no explica que más tarde aceptara el cargo de obispo auxiliar de la arquidiócesis y que el propio Mons. Rincón entre las pocas notas personales que dejó escritas, hiciera referencia a la Visita Apostólica recalcando el hecho de la falta de caridad de Mons. Mejía hacia él(68) .

Mons. Rincón no sabía prácticamente nada sobre la marcha del conflicto en Roma, a pesar de las cartas y memorandums que había enviado a la Sagrada Congregación del Concilio y a la secretaría de Estado.  El 7 de mayo recibió una carta de la Sagrada Congregación del Concilio en la que se le participaba la inminente reunión el pleno para dictaminar sobre la materia:

"Y se nos excitaba a enviar los documentos o alegaciones que tuviéramos a bien; a lo cual contestamos que, no conociendo en concreto las acusaciones, no podíamos tampoco alegar nada preciso, pero sí remitíamos algunos datos que tal vez fueren oportunos.  Después no se nos volvió a hablar del asunto, y no supimos que se diera fin al enunciado dictamen"(69) .

Paralela a la Visita corría el problema de la coadjutoría (Art. II), y si el arzobispo no supo nada más del dictamen de Roma, recibiría algunos meses más tarde, el l2 de octubre de l938 la noticia del nombramiento de un obispo auxiliar.  Dos problemas totalmente diferentes se fundieron al menos en apariencia, pues la designación del obispo había recaído sobre Mons. Mejía, Visitador Apostólico.  Paulatinamente Roma fue aumentando sus prerrogativas introduciéndose en un terreno que según la ley venezolana no le incumbía a la Santa Sede, por lo que la intervención del gobierno no se hizo esperar.  A pesar de que se seguían pidiendo explicaciones al arzobispo sobre su administración, las acusaciones eran cada vez más confusas y menos fundamentadas, y el hecho de que la Visita se prolongara de forma tan indefinida no hacía  sino agregar un elemento más de deterioro en las ya frágiles relaciones entre la Iglesia y el Estado.  Para solucionar definitivamente el problema, tanto de la coadjutoría como de la Visita Apostólica, fue necesaria la intervención de un enviado especial del Papa, Mons. Cento, quien tras conversaciones con el gobierno, decretó el 20 de noviembre de l939 la conclusión de la visita, quedando la sentencia en manos de Roma.  Para entonces, Mons. Lucas Guillermo Castillo había sido nombrado coadjutor con derecho a sucesión de Mons. Rincón, quien le agradeció profundamente las muestras de respeto con las que siempre le distinguió.

Sin embargo, de Roma nunca llegó sentencia alguna.


(1)  Ver Cap. I, Art. B.

(2)  MEDINA ANGARITA, Isaías.  Nació en San Cristóbal (estado Táchira), el 6 de julio de l897.  Llegó a Caracas en l912 y siguíó la carrera de armas en la Escuela Militar.  Asumió la presidencia del país en l941 y fue derrocado por un golpe militar el 18 de octubre de l945, interrumpiéndose así su tiempo constitucional de presidencia.  Se exiló en Nueva York y años más tarde volvió al país donde murió en Caracas el l5 de septiembre de l953.  MORON, Los presidentes..., pp.239-255.

(3)  RODRIGUEZ ITURBE, Iglesia y Estado..., p.177.

(4)  CALDERA, Rafael.  Nació en San Felipe (estado Yaracuy) el 24 de enero de l916.  Realizará su formación entre su pueblo natal y Caracas.  Estudió Derecho en la Universidad donde se doctoró el 25 de abril de 1939.  Su larga carrera docente lo marcó imprimiendo a su acción política una gran solidez intelectual.  Fundador y dirigente del partido Social Cristiano Copei.  Elegido presidente de la República en diciembre de1968, siendo el primer hombre de cultura intelectual profunda en realizar tarea de gobierno desde la primera magistratura.  Su mandato finalizó el 12 de marzo de l974.  Desde esa fecha, y de acuerdo con la Constitución, es senador vitalicio.  MORON, Los presidentes..., pp.291-300.

(5)  Archivo personal del Sr. Felipe Rincón.  Libro del cardenal Quintero, Apuntes sobre el arzobispado de Mons. Felipe Rincón, p.23.

(6)  La Religión, 24 de marzo de l936.

(8)  SANMIGUEL, Tomás Antonio.  Primer obispo de la diócesis de San Cristobal, la cual dirigió desde su erección en l923 hasta su muerte, acaecida el 6 de julio de l937.  Supo dar a la diócesis una buena organización.  Fundó el seminario diocesano y el Diario Católico, así como también dio un gran impulso a los medios de comunicación social.  Tras su muerte hubo una larga vicaría capitular hasta noviembre de l939 con la llegada de Mons. Arias Blanco.  MARADEI, Venezuela: su Iglesia..., p.125.

(9)  A.P.F.R. Carta de Mons. Rincón a Mons. Cento.  Caracas, 30 de julio de l936.

(l0)  A.P.F.R. Diario de Mons. Navarro, Efemérides, 6 de julio de l936.  Confesión de Mons. Sanmiguel a Mons. Navarro.  Citado por QUINTERO, Apuntes..., p.25.

(ll)  TENREIRO, Pedro Pablo.  Nació en Caracas el 26 de junio de l900.  Fue ordenado sacerdote en Roma el 31 de marzo de l923.  Había estudiado en la Universidad Gregoriana de esta ciudad siendo discípulo de grandes canonistas como Billot y Capello.  Se destacó como alumno brillante.  Consagrado obispo auxiliar de Mons. Sosa el 10 de dicembre de l939, fue trasladado a Guanare el 23 de octubre de l954, siendo el primer obispo de la diócesis.  Renunció a ella en l965 y se trasladó a Caracas donde siguió desempeñando trabajos apostólicos.  Murió en Caracas el 21 de febrero de l983.  MARADEI, Venezuela: su Iglesia..., p.157-158.

(12)  La diócesis de Valencia estaba vacante a causa de la renuncia de Mons. Montes de Oca.

(13)  CASTILLO. Lucas Guillermo.  Nació en Guiripita, San Casimiro (estado Aragua) en l879; ordenado sacerdote por Mons. Castro fue párroco en Caracas hasta l923, año en que fue consagrado obispo de Coro.  Permaneció allí hasta l929 cuando fue nombrado obispo coadjutor con derecho a sucesión de la arquidiócesis de Caracas.  Falleció en Caracas en l955 tras una grave enfermedad.  Diccionario biográfico..., p.247-248.  MARADEI, Venezuela: su Iglesia..., pp.120,135.

(14)  AROCHA, Victor J.  En agosto de l924 fue nombrado teologal del capítulo catedralicio por la Santa Sede, dignidad vacante tras el nombramiento de Mons. Granadillo como obispo de Valencia, pasando a ocucar igualmente la vicaría capitular y el cargo de provisor que antes desempeñaba el mismo prelado.  En l926 también por nombramiento de la Santa Sede pasa a ser arcediano de la catedrál. Estos datos los encontramos en las Actas Capitulares no pudiendo obtener más datos sobre su persona.

(15)  MEJIA, Miguel Antonio.  Nació en Mendoza (estado Trujillo) el 1 de julio de 1877.  Realizó sus estudios en Mérida y se ordenó el 13 de octubre de l901. Fundó en Valera el colegio Santo Tomás de Aquino en l905 y se dedicó a la enseñanza hasta l923 año en que fue nombrado obispo de la diócesis de Guanaya.  De l937 a l939 fue Visitador Apostólico y administrador de los bienes eclesíaticos de Caracas.  Murió en Ciudad Bolívar (estado Bolívar) el 8 de octubre de l947.  Diccionario Biográfico..., pp.663-664; MARADEI, Venezuela: su Iglesia..., p.137.

(l6)  A.P.F.R.  Carta de Mons. Rincón a Mons. Cento, Caracas, 30 de julio de l936.

(l7)  A.P.F.R.  Carta de Mons. Rincón a Mons. Cento, Caracas, 30 de julio de l936.

(l8)  NAVARRO, Anales Eclesiásticos..., p.557.

(l9)  CENTOZ, Luigi.  Arzobispo titular de Edesa de Osroene.  Nació en San Pedro (diócesis de Aosta) el 2 de abril de l883.  En l932 fue nombrado nuncio apostólico de Bolivia y fue consagrado en Roma por el cardenal Paccelli.  En l937 se trasladó con el mismo cargo a Venezuela.  Allí permaneció hasta septiembre de l939 cuando realizó un viaje a Roma después del cual el gobierno venezolano pidió al Papa un nuevo nuncio.  En l940 fue enviado a Lituania pero no tomó su cargo a causa de la anexión de dicha República a Rusia.  Nombrado en l941 nuncio de Costa Rica, Nicaragua y Panamá, no tomó posesión de su cargo sino cinco años más tarde.  Se retiró en l952.  En l954 se el nombró nuncio de Cuba donde permaneció hasta l963.  Murió en Roma el 28 de octubre de l968.  DE MARCHI, Le nunziature..., pp.72,105,108,168,181,194,264; Annuaire Catholique Pontifical, l971.

(20)  DE SANCTIS, Basilio.  Pocos datos biográficos hemos podido recopilar sobre Mons. De Sanctis, quien sin embargo, desempeñó un papel muy importante en la preparación y  desarrollo de la Visita Apostólica.  Sabemos que ya en l928 trabajaba como auditor en la nunciatura venezolana, pues Polanco lo cita como uno de los acompañantes de Mons. Cento en su gira por el oriente del país.  Según el cardenal Quintero, tenía buenas relaciones con el Vaticano, pues un tio suyo ocupaba un alto cargo en la Sagrada Congregación del Concilio y había sido condiscípulo de Mons. Tardini (A.P.F.R. QUINTERO, Apuntes...,  p.32).  En julio de l937 viaja de Caracas a Roma y por gestión del gobierno venezolano no regresó a Venezuela sino que fue enviado al Perú como secretario de Mons. Cento.  Cuando éste fue trasladado a Bélgica, Mons. De Sanctis continuó en su cargo.  Según testimonio del Pbro. Basilio Ayerdi ( secretario privado del cardenal peruano Juan Gualberto  Guevara) a Mons. Navarro, el nuncio Mons. Pánico hizo una vigorosa campaña para salir de él y pudo conseguirlo. (A.P.F.R.  QUINTERO, Apuntes..., p.279). Murió en l972.

(21)  A.P.F.R.  NAVARRO, Efemérides, l9 de julio de l930, citado por QUINTERO, Apuntes..., p.30.

(22)  A.P.F.R.  Carta de Mons. Pellín a Mons. Cento, Caracas 20 de mayo de l937 .

(23)  A.P.F.R. Carta de Mons. Mejía, Visitador Apostólico a Mons. Rincón.  Caracas, 28 de mayo de l937.

(24)  A.P.R.F.  Carta de la M. Enriqueta de Lourdes, superiora general de las catequístas de Lourdes a Mons. Rincón.  Caracas, 29 de mayo de l937.

(25) A.P.F.R. , NAVARRO, Efemérides, del 24 de diciembre de l936 al 25 de febrero de l937.  QUINTERO, ,Apuntes...,pp. 31-32.

(26)  PEÑALVER, Rafael. Sacerdote venezolano que había realizado estudios en Roma. Se le atribuía   una buena formación teológica e inteligencia despierta, así como un temperamento  apasionado. Durante el arzobispado de Mons. Castro tuvo problemas con el prelado, pues el P. Peñalver se declaró su enemigo durante el conflicto de 1900. En 1913, a pesar de haber sido nombrado teologal por el Ejecutivo nacional, Mons. Castro  se opuso a que ocupara el puesto, alegando que si se le nombraba teologal, él dejaba su mitra. Durante el episcopado de Mons. Rincón, éste le mostró un gran aprecio, incluso lo llevó de  compañero en la primera visita ad limina que realizó a Roma. También le nombró director del diario La Religión y en 1930 lo presentó como candidato para la canongía de teologal, lugar que ocuparía ese año. A.P.F.R., QUINTERO, Apuntes..., pp. 119-120.

(27)  A.P.F.R., QUINTERO, Apuntes..., p.270.

(28)  No entraremos en el estudio pormenorizado de cada una de las acusaciones que se le hicieron a Mons. Rincón. Ello por sí solo ya merecería un trabajo completo. Sin embargo queremos dar una visión general de su actuación ya que fue  la máscara y el teelón de fondo de un conflicto más complejo: el nombramiento de un  coadjutor y la renuncia de Mons. Rincón.

(29)  A.P.F.R., Decreto de la Sagrada Congregación del Concilio, Prot. N. 1110. 37. 0. A., Roma, 2 de abril de 1937.

(30)   A.P.F.R.,  Decreto de la Sagrada Congrgación del  Concilio, Prot. N. 1110. 37. 0. A. Roma, 2 de abril de 1937.

(31)  A.P.F.R., Carta de Mons. Cento a Mons. Rincón. Oficio nº 35. Caracas, 25 de abril de 1937.

(32)  NAVARRO, Anales..., p. 557.

(33)  A.P.F.R.,  Carta de Mons. Rincón a Mons. Centoz. Caracas, 29 de abril de 1937.

(34)  A.P.F.R., Carta de Mons. Rincón a Mons. Centoz,. Caracas, 29 de abril de 1937.

(35)  A.P.F.R., carta de Mons. Centoz a Mons. Rincón, oficio nº 41. Caracas, 3 de mayo de 1937.

(36)  A.P.F.R., carta de Mons. Rincón al Secretario de Estado Cardenal Pacelli. Caracas, 10 de mayo e 1937.

(37)  A.P.F.R., carta de Mons. Rincón al Secretario de Estado cardenal Pacelli. Caracas, 10 de mayo de 1937.

(38)  A.P.F.R., carta de Mons. Mejía a Mons. Rincón. Caracas, 28 de abril de 1937.

(39)  Corría el rumor de que co los millones robados enriquecía a sus sobrinos.

(40)  Según Mons. Rincón esta afirmación era totalmente infundada, pues ni tan siquiera conocía la existencia de dichos bonos. A.P.F.R., Exposición que el Excmo. Sr. arzobispo de Caracas  presentara a la Sagrada Congregación del Concilio, Caracas, 12 de junio de 1937.

(41)  A.P.F.R., Memorandum de varias operaciones hechas durante el episcopado del Excmo. Mons. Felipe Rincón González.

(42)  A.P.F.R., carta de Mons. Mejía a Mons. Rincón. Caracas, 31 de mayo de 1937..

(43)  A.P.F.R.  Informes de Mons. Pellín a la Visita apostólica. Caracas, 5 de mayo de 1937.

(44)  A.P.F.R., carta  de Mons. Pellín a Mons. Cento. Caracas, 20 de mayo de 1937.

(45)  A.P.F.R., carta de Mons. Mejía a Mons. Rincón. Caracas, 26 de mayo de l937.

(46)  A.P.F.R., carta de Mons. Pellín a Mons. Cento. Caracas, 20 de mayo de 1937.

(47)  A.P.F.R., carta de Mons. Mejía a Mons. Rincón. Caracas, 5 de noviembre de l937.

(48)  A.P.F.R., carta del Pbro. Núñez a Mons. De Sanctis. Caracas, 23 de mayo de 1938.

(49)  A.P.F.R., carta de Mons. De Sanctis al Pbro. Núñez. Lima, 10 de junio de 1938.

(50)  A.P.F.R., carta de Mons. Mejía a Mons. Rincón. Caracas, 1 de diciembre de 1939.

(51)  A.P.F.R., carta de Mons. Mejía al secretario de la sagrada congregación del Concilio. Caracas, 1 de junio de 1937.

(52)  A.P.F.R., carta de Mons. cento a Mons. Rincón. Caracas, 1 de junio de 1937. Los tres obispos designados fueron Mons. Mejía, obispo de Guayana; Mons. Celestino Alvarez, obispo de Calabozo y Mons. Enrique María Dubuc, obispo de Barquisimeto.

(53)  A.P.F.R., carta de Mons. Mejía y Mons. Dubuc a Mons. Rincón. Caracas, 2 de junio de 1937.

(54)  A.P.F.R.  Carta de Mons.Mejía y Mons. Dubuc a Mons. Rincón.  Caracas 2 de junio de l937.

(55)  A.P.F.R.  Carta de Mons. Mejía y Mons. Dubuc a Mons. Rincón.  Caracas 2 de junio de l937.

(56)  A.P.F.R.  Carta de Mons. Rincón a Mons. Mejía y Mons. Dubuc.  Caracas 4 de junio de l937.

(57)  A.P.F.R.  Carta de Mons. Rincón a Mons. Mejía y Mons. Dubuc.  Caracas 4 de junio de l937.

(58)  A.P.F.R.  Carta de Mons. Rincón a Mons. Mejía y Mons. Dubuc.  Caracas 4 de junio de l937

(59)  A.P.F.R.  Carta de Mons. Mejía a Mons. Rincón.  Caracas 7 de junio de l937.

(60)  A.P.F.R.  Carta de Mons. Mejía a Mons. Rincón.  Caracas 8 de junio de l937.

(61)  A.P.F.R.  Carta de Mons. Rincón a Mons. Cento.  Caracas 20 de mayo de l937.

(62)  A.P.F.R.  Cablegrama de Mons. Rincón al cardenal Pacelli.  Caracas 13 de junio de l937.

(63)  A.P.F.R.  Carta de Mons. Rincón al cardenal Pacelli.  Caracas l9 de junio de l937.

(64)  A.P.F.R.  Carta de Mons. Rincón a Mons. Cento.  Caracas 20 de mayo de l937.

(65)  A.P.F.R.  NAVARRO, Efemérides, 21 de mayo de 1937, citado por QUINTERO, Apuntes...,p.277.  

(66)  A.P.F.R. Carta del episcopado venezolano al secretario de Estado, cardenal Pacelli.  Caracas 27 de noviembre de l937.

(67)  A.P.F.R. Carta de Mons. Mejía a Mons. Rincón.  Ciudad Bolívar 25 de marzo de l938.

(68)  A.P.F.R. Diario de Mons. Rincón, Apuntaciones, 9 de agosto de l941.

(69)  A.P.F.R. Carta de Mons. Rincón al Papa Pío XII.  Caracas 1 de mayo de l939.

 

 


Eleazar López Contreras

 
 


Isaías Medina Angarita

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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Fernando Cento (FP)

 
 


Tomás Antonio Sanmiguel (FP)

 
 


Pedro Pablo Tenrreiro (FP)

 
 


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Miguel Antonio Mejía

 
 


Luigi Centoz

 
 
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Rafael Peñalver

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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