Mons. Felipe Rincón González
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ART. III LA OBRA DE MONSEÑOR FELIPE RINCON
GONZALEZ.
A. LINEAS GENERALES DE SU ARZOBISPADO.
B. EL SEMINARIO.
1.-La construcción del Seminario.
2.-La formación.
3.- Preocupación por el clero.
C. LOS DEBERES PASTORALES.
1.- El Catecismo.
2.- La prensa católica.
D. LAS RELACIONES DE MONS. RINCON CON LOS
REPRESENTANTES DEL PAPA.
1.- La nueva organización eclesiástica de
Venezuela.
E. LAS RELACIONES DE MONS. RINCON CON LOS
OBISPOS VENEZOLANOS
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El
nuevo arzobispo de Caracas era un desconocido para la sociedad de la
capital, acostumbrada a ver elevarse sobre el solio arzobispal a
hijos de la ciudad. No hay que olvidar el regionalismo profundo que
caracterizaba al país y que las dictaduras andinas lograron
resquebrajar en parte. Por eso es interesante saber cómo fue
recibido Mons. Rincón por esta sociedad. Cierto es que venía
precedido de una buena reputación, pero eso no era suficiente. Las
líneas de su administración quedaron señaladas desde los primeros
días en que asumió el cargo y su actuación sera fiel a ella. Sin
embargo, la personalidad del arzobispo no se revelaría a nivel
popular sino dos años después. La ocasión se presentó de forma
inesperada y dolorosa con la epidemia de gripe española que azotó al
país en l9l8. Hacia
mediados de octubre de ese año comenzaron a manifestarse los
primeros brotes de la gripe, que se presentaba como un catarro con
fiebre sumamente contagiosa que en poco tiempo llevaba a quien
sufriera de ella a la muerte. Lo terrible de dicha enfermedad era
que pocos morían en su período agudo, por lo que al sentrise mejor
los enfermos se descuidaban recayéndo de nuevo y pereciendo más
tarde acresentando el riesgo de contagio. Los primeros brotes
aparecieron en La Guaira y de allí se extendió por todo el país de
una forma vertiginosa, siendo Caracas su segundo foco de acción.
La epidemia había recorrido Europa (en países como España aún se
luchaba contra ella, y el norte de América
. A
principios a noviembre el número de muertes se acercaba al
centenar. El gobierno ayudó con un aporte extraordinario del
presupuesto nacional para combatir la epidemia y atender a todos los
gastos de asistencia social; dió órdenes a los distintos presidentes
de Estado para que tomaran medidas de prevención contra la epidemia;
se decretó la cuarentena e incluso en algunas regiones del país se
paralizaron obras públicas y se prohibió el tráfico interior de
mercancías y personas. El 21 de octubre se eliminó La Guaira como
puerto de escala para evitar la propagación de la epidemia en el
litoral. Tales medidas muestran la gravedad del momento. En
Caracas se constituyó una Junta Central de Auxilios presidida por
Mons. Rincón y compuesta por hombres notables de la capital entre
los que se encontraba el prestigioso Dr. Luis Razetti
, director técnico de La Junta y cuyas advertencias y
prescripciones fueron las seguidas en todo el país
. La misión de La Junta era hacer frente a las necesidades de los
enfermos pobres. Impulsó la constitución de Juntas en otros estados
y parroquias para que organizara los servicios de socorro,
contratarán médicos, se proveeran de automóviles para reparto a
domicilio de medicamentos. Por disposición suya se establecieron
dispensarios en distintas parroquias y en lugares alejados para
facilitar el reparto de medicinas y alimentos, cuyo abastecimiento
regular fue posible gracias a los almacenes que se habilitaron para
ello. Así mismo se crearon cocinas populares para servicio de los
necesitados y se fundaron cinco hospitales de emergencia para
atender a los enfermos
.Toda
esta actividad puso de manifiesto la preocupación y solicitud del
arzobispo quien puso toda su energía al servicio de los enfermos.
Algunos gestos marcaron especialmente a la población, como el hecho
de que Mons. Rincón atendiera personalmente a los afectados por la
gripe, pestándoles un auxilio no sólo material sino también
espiritual. En este sentido, exortó incansablemente a sus
sacerdotes para que no descuidaran la atención espiritual de los
enfermos. Además llamó la atención su presencia en uno de los
hospitales se emergencia que se estableció en el templo Masónico de
Caracas., donde no dudó en presentarse para inaugurarlo y bendecirlo
.
Gracias a la acción de la Junta, la peste pudo dominarse en Caracas
y a principios de enero de l9l9 dió por concluída su misión. El
general Gómez, en su estilo parco y conciso, felicitó a la Junta por
la labor que había desempeñado:
"Me congratulo con usted y con todos los miembros de la honorable
Junta, por los felices resultados obtenidos, merced a los esfuerzos
patrióticos de usted y cada uno de ellos"
. Estos
días le valieron a Mons. Rincón el afecto de la ciudad de Caracas y
el ser conocido por su población. A
pesar de este reconocimiento tardío, Mons. Rincón manifestó su
programa de acción desde los primeros días de su elevación al
arzobispado. En la primera pastoral, publicada con tal motivo,
señalaba sus líneas de fuerza. Hombre de una profunda
espiritualidad centró su pontificado en la Eucaristía y, según sus
propias palabras, puso su entera confianza en Dios para llevar a
cabo la difícil tarea de guiar la arquidiócesis, obra ardua para la
que no se sentía humanamente capaz, pero que había aceptado como
designio divino. Era consciente de que su misión iba encaminada a
la santificación de las almas y para ello no omitió ningún
esfuerzo. Todo esto en una estrecha relación y adhesión al Sumo
Pontífice y en una línea muy clara de continuidad a sus
predecesores. Será ésta una de las características de su
arzobispado: Monseñor Rincón empleará toda su intención y voluntad
de acción en "continuar la obra meritoria de nuestros ilustres
predecesores entre los cuales brillan Mons. Uzcátegui y Mons.
Castro"
. No pretenderá innovar, sino profundizar el camino que sus
antecesores trazaron pero no pudieron acabar. No será hombre de
improvisaciones y su obra se edificará sobre los cimientos sólidos,
que una época de estabilidad y un celo apostólico innegable
permitieron a Mons. Castro establecer. Verá realizado muchos de los
proyectos por los que tantos lucharon y en los que Mons. Rincón no
escatimará ningún esfuerzo. Su tenacidad y voluntad en conseguir lo
que cree una verdadera necesidad serán admirables.
Sus
primeras preocupaciones y esfuerzos se dirigieron hacia el
Seminario. La construcción de un nuevo edificio y la educación
sólida de los futuros sacerdotes eran dos necesidades apremiantes.
Ellas respondían no sólo a la realidad del país en cuanto a la
escasez de clero y a las condiciones desfavorables en las que los
seminaristas se formaban científica y materialmente, sino también al
ideal que Mons. Rincón tenía del sacerdote. Este era el embajador
de Dios en la tierra y como tal debía estimarse y venerarse. Tal
dignidad exigía grandes virtudes y una formación integral y completa
porque la misión del sacerdote era la de:
"atraer a todos con el suave aroma de sus virtudes, y debe ser
hombre de ciencia para defender con entereza y claridad las
doctrinas que enseña. Si en todo tiempo ha necesitado el sacerdote
de ciencia y de virtud, hoy se le exige con más razón, porque la
incredulidad aumenta y los conocimientos humanos se ensanchan cada
día más. Está en los intereses de todos la buena formación del
clero, porque un sacerdote bien formado, no sólo hace grandes bienes
y da lustre a la Iglesia, sino que es prez y gloria de su Nación"
.
Además, Mons. Rincón consideraba primordial su papel social en la
vida de los pueblos:
"El toma bajo su dirección al hombre desde la cuna, lleva a su alma
las primeras nociones de Dios y de la virtud, lo inicia en los
caminos del bien, lo coloca en el estado en que el Señor quiere que
le sirva y se salve, y no se olvida de él aún cuando haya terminado
su misión en el mundo" La
formación de un hombre con intereses tan importantes como esos y
llamado a ser guía y protector de los pueblos debía de ser perfecta:
"y para ello no debe mlitirse ningún sacrificio, a fin de que la
Iglesia tenga un clero que por su ciencia y santidad, sea gloria y
corona de esta misma Iglesia..."
.
Evidentemente un ideal semejante no podía conseguirse sin un buen
seminario. Para Mons. Rincón, este constituía "la gran necesidad de
una diócesis, la fuente de vida para una Iglesia, la sólida
esperanza para el desenvolvimiento de los intereses católicos de una
nación". Sin él, "el obispo no podría atender a las peticiones de
los pueblos que claman por buenos e ilustrados sacerdotes, que los
saquen del abismo de sus pecados y disipen las tinieblas de su
ignorancia"
.
Consciente de la magnitud de la obra que emprendía y de las
conquistas que poco a poco la Iglesia había logrado frente a
gobiernos anticlericales, Mons. Rincón quería inscribir en la
historia de la Iglesia venezolana como obra importante de su
arzobispado un nuevo edificio y una nueva organización en los
estudios del Seminario. En este sentido manifestaba a sus fieles:
"Nuestros ilustres predecesores se ocuparon activamente en la
importante obra del Seminario: el Ilmo. Sr. Guevara consagró a él
todos sus desvelos, y una de las glorias de su fecundo Pontificado
fue la restauración del Tridentino, de donde surgieron los
sacerdotes que con él colaboraron y compartieron las penas y
sufrimientos de aquellos días azarosos de nuestra Iglesia. A Mons.
Ponte tocó en su gobierno fundar con grandes sacrificios, la Escuela
Episcopal, que llenó el vacío que dejara en la Arquidiócesis la
supresión del Seminario. A Mons. Uzcátegui correspondió levantar el
edificio que hoy es Seminario Menor y a Mons. Castro le cupo la
gloria de obtener el restablecimiento legal de los seminarios, la
dotación de un amplio local para la formación del clero y la
creación del Seminario Mayor. Quiera Dios que en nuestro
Pontificado podamos realizar la obra en que tenemos especial empeño:
la de levantar un edificio que tenga las condiciones requeridas para
la buena formación del Clero"
.
¿Por qué era tan apremiante la realización de esta obra? La
primera razón era el estado en que se encontraban el seminario mayor
y el seminario menor. En l9l8 vivían en el menor l6 alumnos,
encargándose de los más pequeños dos jesuitas. En el mayor, vivían
unos veinticinco, filósofos y teólogos, y seis jesuítas. Los dos
seminarios estaban situados muy cerca uno del otro y en un sitio
céntrico de la ciudad. Todos se reunían en el mayor para las
comidas pues sólo en él se cocinaba, pero los alumnos dormían en el
lugar que les correspondía
. Según testimonio de los padres que los dirigían, las casas no
eran nada confortables y deseaban "una casa digna donde poder
trabajar y descansar, pues aquí, ninguna de las dos cosas se puede
hacer"
. Ante
este panorama, no es extraña la prisa y la preocupación de Mons.
Rincón, quien pocos días después de tomar la mitra caraqueña,
escribía al Papa Benedicto XV diciendole que había comenzado:
"Con particular ahínco a ocuparnos sería y activamente de la
importantísima obra de nuestros seminarios, la cual esperamos
continuar sin descanso hasta dejarla terminada, poniendo para ello
toda nuestra confianza en los divinos auxilios que sin cesar
imploramos por la intercesión de nuestra madre la Santísima Virgen
María"
. Se
situaba así en la línea papal que pretendía dar un nuevo empuje a
los estudios del clero
. El 5
de agosto de l9l7 se colocó en acto solemne, la primera piedra del
futuro edificio del Seminario Conciliar Metropolitano, en los
amplios terrenos de Sabana del Blanco, a las faldas del Avila. Con
este acto se abrían además, las fiestas jubilares del cincuentenario
de la consagración de la Catedral
. Este revistió una gran solemnidad y lo apadrinó el Gral. Gómez,
contando también con la asistencia del internuncio, Mons.
Pietropaoli, quien bendijo y colocó la primera piedra
. El seminario se erigiría bajo el patronato de Santa Rosa de Lima
siguiendo la tradición del Seminario Tridentino. Mons.
Rincón había comenzado "una de las obras más arduas con las que hube
de enfrentarme", como él mismo le escribiría años más tarde al
Cardenal Pacheli:
"para atender a las necesidades de la educación eclesiástica en toda
la República y, bajo el acicate incesante de dichos personajes, me
fue preciso apelar a toda clase de arbítrios y compromisos para
conseguir unos recursos cuyo apremio no me dejaba un instante de
sosiego"
.
Después de la euforia de los primeros momentos la realidad se
imponía. Las dificultades, especialmente económicas y de lentitud,
fueron la tónica de su construcción, cuya dirección técnica e
inspección de los trabajos estuvieron a cargo del ingeniero Dr.
Roberto García. Según
el cálculo de los peritos, la obra sobrepasaba el millón y medio de
bolívares. Tres razones explican el costo tan elevado de esta
construcción: el edificio fue hecho con todas las condiciones de
resistencia, muros de concreto y hierro del doble del grueso que el
acostumbrado en dichas construcciones, por el enorme banqueo hecho
para nivelar el terreno que era quebradizo, y por último el alto
precio de los jornales que se pagaron en la época en que se
construyó el edificio. Estas
condiciones que la hacían costosa le proporcionaban a su vez un
ritmo lento, pues el dinero se conseguía paulatinamente. Válida es
la queja de algunos padres jesuítas cuando en l9l8 recordaban que la
primera piedra se había colocado un año antes, pero la segunda
estaba aún por poner y tal vez pasaría mucho tiempo antes de
hacerlo. Mons.
Rincón se movió incansablemente para conseguir el dinero que hacía
falta. Sus fuentes regulares de abastecimiento monetario y de
material para la construcción fueron varias. En una pastoral
dirigida a sus fieles en l9l9 en la que les exortaba a colaborar con
la obra del seminario, señala algunas de ellas:
"Para la obra que hemos emprendido, la edificación del Seminario,
hemos recibido ya la espontánea cooperación del vicario de
Jesucristo, quién da una vez más una prueba del afecto que profesa a
nuestra patria.
De igual manera hemos recibido la valiosa cooperación del Gobierno
Nacional que animado de los mejores deseos en favor de nuestra
Iglesia, nos ha favorecido con gran parte de los materiales para la
obra, y finalemnte el Venerable Capítulo Metropolitano, con quien
siempre hemos contado para todas las obras de celo de nuestra
Arquidiócesis, ha cooperado decidida y generosamente a esta obra de
civilización y progreso..." El
Papa había enviado 60.000 liras al Seminario. El Gral. Gómez prestó
una ayuda valisísima al mismo. Numerosas son las cartas que Mons.
Rincón envió pidiendole su colaboración sobre todo en material de
construcción. Así, el gobierno proporcionaba todo el cemento,
arena, la piedra y el hierro que fueran necesarios. Por su parte el
Cabildo Metropolitano ofreció una suma de 60.000 bolívares de las
rentas de la Catedral
. Además apoyó al arzobispo en todas las operaciones que realizó en
favor del Seminario, que durante estos años fue uno de los temas
tratados con más frecuencia en las sesiones del Cabildo.
Durante este período la formación de los seminaristas sufre
altibajos. En l9l9 urge conseguir dinero rapidamente y se vende la
casa del seminario mayor el mes de mayo con la condición de ser
entregada cuatro meses más tarde. Fue una venta prematura. En
diciembre tuvo que entregarse la casa definitivamente y seminaristas
y profesores se hospedaron en el seminario menor, que teniendo sólo
cabida para treinta personas albergó a sesenta entre grandes y
pequeños pues el nuevo seminario no estaba aún acabado. El año
l92l será decisivo para finalizar la primera parte del Seminario,
correspondiente al seminario mayor que ocupaba la mitad de la obra.
Se previó su inauguración dentro de los actos conmemorativos del
centenario de la batalla de Carabobo. La fijación de esta fecha, 3
de julio de l921, aceleró el ritmo de la obra. Según testimonio del
Padre López Davalillo S.J.:
"Era de ver en los últimos meses, en las últimas semanas y en los
últimos días cómo crecía el número de los trabajadores, cómo se
subdividían y repartían los trabajos, cómo éstos se prolongaban de
día en día y aún de noche, logrando por fin, la víspera del día
señalado, ver ya terminada la parte esencial de la obra"
. La
inauguración del seminario fue un gran acontecimiento para la
Iglesia venezolana. El Gral. Gómez y hombres políticos del país
asistieron al acto así como una gran muchedumbre. Mons. Rincón lo
bendijo acompañado del clero presente. Los actos inaugurales,
duraron todo el día y en ellos no faltaron las manifestaciones de
agradecimiento al Benemérito, transmitiendole también las esperanzas
que en él se tenían para terminar la parte que faltaba de los planos
correspondiente a la Capilla y al seminario menor. Aunque el
edificio ya estaba inaugurado, el traslado de profesores y
seminaristas no se verificó sino el l5 de julio ya que faltaban
algunos accesorios para hacerlo definitivamente habitable. La casa
que hasta entonces había servido de seminario menor, contigua a la
Catedral, fue ocupada por la imprenta del diario La Religión, El
arzobispo no abandonó nunca la obra del seminario y fue siempre su
mayor preocupación. Muchas de las propiedades de la Iglesia le
fueron adscritas pues consideraba que la subsistencia económica de
este instituto era primordial. Con los años se acabó completamente
su construcción y cuando fue necesario ampliarlo por exigencia de
las circunstancias
, fue uno de los pilares con los que contó el seminario para
conseguir ayuda. Además contribuía a su sostenimiento ya que la
casi totalidad de los alumnos que en el se preparaban, estudiaban
gratuitamente. El mismo confiesa que le fue:
"Indispensable, sobre todo en los primeros años de mi Epsicopado,
como lo pueden certificar los Excmos. Sres. nuncios de aquella
época, vivir en una perpetua inquietud para sostener en el mismo
Seminario el personal docente y loa alumnos de mi arquidiócesis, que
todos se educan a costa de la Iglesia"
.
La
construcción y el mantenimiento económico del seminario fueron uno
de los aspectos que interesaron a Mons. Rincón. Otro le preocupó
igualmente: la formación de los seminaristas y futuros sacerdotes.
Para ello consiguió que los padres jesuítas entraran de nuevo al
país después de casi siglo y medio de ausencia. Los
primeros jesuitas habían llegado a Venezuela a mediados del siglo
XVII, y después de un fracasado intento de instalar una misión en la
Guayana, decidieron misionar los territorios del Alto Orinoco
. Fueron experiencias difíciles e inestables que irían
afianzándose, pero que en l767 se vieron truncadas por la orden de
expulsión de la Compañía de Jesús de todos los dominios españoles,
promulgada el 27 de marzo de ese mismo año por Carlos III
. La orden fue cumplida tajantemente y los padres jesuitas fueron
trasladados:
"Por Guayana y el Delta de La Guaira, donde desembocaron el 4 de
agosto. En el caluroso puerto caraqueño permanecieron siete meses
hasta que el 7 de marzo de l768 zarparon en la fragata "La
Caraqueña" que arribó a Cádiz el 30 de abril. El 6 de junio se les
comunicó de nuevo la orden de abandonar España y de dirigirse a
Italia. Y después de muchas penalidades se les asignó a los
jesuitas neogranadinos la delegación de Urbino cuya capital era
Gubbio"
. Desde
entonces y hasta 1916, los jesuitas estuvieron ausentes de
Venezuela. Este no fue el caso de otros paises latinoamericanos
donde los acogieron de nuevo, cuando el Papa Pío VII (1800-1823)
restableció la Compañía de Jesús en 1814. En Venezuela, el ambiente
anticlerical impidió este retorno. En 1848 (año en que se promulgó
la ley de abolición de los conventos de hombres en Venezuela), los
consejeros del Presidente Monagas le sugirieron que promulgase la
prohibición de entrada de los jesuitas en el país, considerados como
un verdadero peligro para su gobierno. Curiosamente, y como muestra
del desconocimiento profundo que tenían de la Orden, la ley prohibió
la entrada a Venezuela de los jasuítas "de ambos sexos"
. Esta imagen del jesuíta perduró en la mentalidad del pueblo, como
lo muestra el testimonio de uno de los primeros padres que llegó a
Venezuela: " ... su Superior interno (...) me presentó a los
seminaristas, que no cesaban a abrir los ojos para cerciorarse que
no era ilusión la presencia entre ellos de uno de esos bichos tan
extraordinarios y perniciosos, cuales creían en Venezuela ser los
jesuitas (...)"
. Nadie
había vuelto a mencionar esta ley de prohibición que seguía vigente,
hasta que en 1916 Mons. Rincón, apoyado por Mons. Pietropaoli, pidió
al gobierno la derogación de la ley para que los padres jesuitas
pudiera encargarse de la dirección del seminario
. El
gobierno se mostró favorable a la propuesta y desde principios de
1916 Mons. Pietropaoli escribió al Provincial de Castilla P. Enrique
Carvajal, para que enviara dos profesores al seminario. El Padre
general acogió la petición y se designaron dos profesores para
Caracas: el P. Evaristo Ipiñazar
, entonces profesor en Comillas y el P. Miguel Montoya,
antiguo profesor del Colegio Máximo de Oña y que desde hacía poco
tiempo se encontraba en Colombia; les acompañó a Venezuela otro
hermano de la Compañía, residente en Panamá. Sin embargo, poco
antes de que los padres se embarcaran rumbo a Venezuela surgió una
cierta oposición a su venida por parte del Gobierno. El internuncio
pensó telegrafiarlos para que suspendieran el viaje, cuando una
entrevista personal de Mons. Rincón con el Dr. Márquez Bustillos
solucionó el problema y los jesuitas pudieron entrar definitivamente
en el país
. Como bien diría el P. Montoya de su llegada a Venezuela, "los
buenos se han alegrado mucho aunque en público no ha aparecido nada
referente a esto. Los malos se callan porque suponen que, como es
verdad, no hubiéramos venido sin previo consentimiento del Sr.
presidente"
.En
octubre de 1916, los jesuitas tomaron la dirección del seminario
hasta entonces dirigido por Mons. Navarro y en los últimos tiempos
interinamente, por el P. Francisco Granadillo, canónigo teologal de
la Catedral
. La
organización docente del seminario en los primeros años fue la
siguiente: para el seminario mayor, la clase de teología moral era
dada por Mons. Navarro; la de historia eclesiástica por Mons.
Gobbini, secretario de la nunciatura; filosofía el P. Montoya y la
teología dogmática, sagrada escritura y patrología el P. Ipiñazar.
El seminario menor quedó ese año a cargo del P. Alvarez Camacho y de
Mons. Francisco Granadillo
. En
1917 se pidió al Provincial de Castilla que enviara a cinco
profesores más para el seminario, a lo que se accedió, llegando
éstos a Caracas el mismo año. En 1918 otros tres jesuitas se
unieron a ellos completándose así el claustro profesoral del
seminario. A partir de entonces las clases se organizaron
rigurosamente. El P. Davalillo nos habla de esta organización:
"Casi todos los alumnos, aquí, en el Mayor, tienen cuatro horas de
clase diarias: dos a la mañana y dos a la tarde, separados en sus
respectivas asignaturas; si a esto añade usted que no tienen el
desahoguillo del martes, ni menos el del sábado, y que las
vacaciones extraordinarias son aquí "rarísima avis", sacará en
limpio que están ellos y nos tienen a nosotros ocupaditos durante el
día en el Seminario. Tan en rigor se lleva esto de las clases que a
las peticiones de sermones, etc., lo primero que se responde que si
para ello se ha de omitir alguna clase, de ninguna manera, y como se
dice, así se cumple"
.En
cuanto a este rigor y respecto a las clases, los jesuítas se vieron
apoyados incondicionalmente por el arzobispo. Así, por ejemplo, en
1919 el servicio del coro bajo de la Catedral se encontraba en un
estado lamentable, " ... ya ni siquiera se cuenta con un servicio
coral en la forma más simplificada para ejecución de las respectivas
funciones sagradas y el debido mantenimiento del culto catedralicio"
. La solución que se presentaba a este problema, después de que
para estas funciones fracasó el servicio de los laicos, era el de
organizar el servicio clerical con los alumnos del seminario. A
pesar de tratarse de su Iglesia Catedral, la negativa de Mons.
Rincón a esta solución no admitió réplica: los seminaristas debían
velar antes que nada por sus estudios. Desde
el punto de vista pedagógico, además de fomentar el estudio con
seriedad, los jesuitas desarrollaron el ejercicio práctico de los
seminaristas en la catequésis, y así estos acompañaban a los padres
en su labor de catequizar los lugares más alejados y pobres de la
capital. En
1927, cuando el seminario se transformó en interdiocesano, los
estudios de filosofía, teología y derecho canónico se vieron
afectados. Aumentaron las clases de especialización, como los
cursos de teología oriental y las cátedras de lenguas vivas. La
orientación del seminario tuvo desde entonces un carácter
marcadamente misional y social
. Con el
seminario comienza una larga actividad apostólica de los padres
jesuitas en Venezuela, que pronto abarcaría otros campos de acción,
especialmente la educación de la juventud. Toda esta actividad iba
destinada a sanear los problemas que desde un principio se habían
propuesto combatir dada la situación eclesial del país: la escasez
del clero, la desorganización de la familia y la ignorancia
religiosa en un pueblo que no era hostil ni al clero ni a la
religión. En ello residió su importancia e influencia sobre todo
hasta 1922 año en que otras congregaciones religiosas pudieron
entrar en el país, gracias igual a la acción de Mons. Rincón.
Este
interés por el seminario revela, a su vez, la preocupación de Mons.
Rincón por su clero. Dos eran las características del clero
venezolano durante estos años: la escasez y la formación
insuficiente que hasta entonces había recibido. Sobre la falta de
sacerdotes podemos hacernos una idea leyendo las cifras que en 1930
los obispos dirigieron al gobierno para darle cuenta de la situación
de la diócesis venezolanas en ese momento:
"La arquidiócesis de Caracas cuenta 60 parroquias de las cuales 6 se
encuentran vacantes por la carencia de sacerdotes 34 desempeñadas
por sacerdotes venezolanos y 20 por extranjeros.
La arquidiócesis de Mérida consta de 62 parroquias 15 de las cuales
se encuentran vacantes.
La diócesis de Guayana tiene 88 parroquias, las cuales 63 vacantes,
8 desempeñadas por nacionales y 8 por extranjeros.
La diócesis de Barquisimeto está formada por 45 parróquias, de las
cuales 18 se hallan vacantes, 20 servidas por venezolanos y 27
extranjeros.
La diócesis de Calabozo la componen 35 parroquias de las cuales 12
están vacantes, 19 dirigidas por nacionales y 4 por extranjeros.
La diócesis de Coro tiene 20 parroquias de las cuales 10 vacantes y
5 regidas por venezolanos y 5 por extranjeros.
La diócesis de Valencia, consta de 27 parroquias de las cuales 8
vacantes, 9 servidas por venezolanos y 10 por extranjeros.
La diócesis de Maracaibo, formada por 24 parroquias tiene 5
vacantes, 18 bajo la dirección de nacionales y una regida por un
extranjero.
La diócesis de San Cristóbal, está compuesta de 25 parroquias, 23 de
las cuales servidas por regionales y tres por extranjeros.
Vereis, pués que de las 410 parroquias eclesiásticas existentes en
Venezuela, 151 se hayan desprovistas de pastor por la escasez de
clero, 192 desempeñadas por sacerdotes nacionales y 67 por
extranjeros" En
cuanto a su formación insuficiente el mismo Mons. Rincón se quejaba
de ella. En una carta dirigida al secretario del Gral. Gómez, Dr.
Urdaneta Maya, en respuesta a la petición hecha al arzobispo de que
le proporcione sacerdotes para algunas parroquias vacantes, éste le
responde: "Actualmente tengo seis parroquias sin curas, porque no
hay a quién mandar y entre los sacerdotes que tengo hay no pocos mal
formados que son más bien una carga que un alivio"
. Para
aliviar la escasez del clero, se construyó el seminario y fué muy
favorable al país la llegada de numerosas congregaciones religiosas
tanto femeninas como masculinas, cuya acción se hizo sentir en los
sectores más necesitados, como la educación, la asistencia
sanitaria, etc.. Esta afluencia de Congregaciones fue favorecida por
dos factores: uno de carácter externo y otro de carácter interno.
En 1922 muere Benedicto XV y le sucede en el solio pontifical el
Papa Pio XI (1922-1939), quien en el campo misional intensificó la
labor trazada por su predecesor, exigiendo de cada orden religiosa,
incluso contemplativa, que se estableciera en país de misión,
recomendando vivamente, métodos de adaptación a las tradiciones
nacionales y a la promoción del clero nacional. De allí, que
apoyara al mismo tiempo la creación de seminarios para acelerar ese
proceso
. En
cuanto al factor interno, éste residía en el hecho de que el
gobierno de Venezuela no obstaculizó la llegada de religiosos y
sacerdotes extranjeros entre l9l6 y l929, año en el que surgen
problemas dado el cambio en la política clerical. Se ponen trabas
administrativas a los sacerdotes extranjeros para entrar y
permanecer en Venezuela. Una de las razones alegadas para
justificar esta política era que el gobierno anhelaba que todos los
sacerdotes que ejercieran en el país fueran venezolanos o
nacionalizados. Evidentemente, estas medidas restrictivas no
arreglaron el problema, sino que lo agudizaron aún más. Cabe pensar
en el temor que los extranjeros inspiraban al gobierno como posibles
instigadores de revueltas contra el régimen. En la correspondencia
dirigida al Gral. Gómez, muchas personas le insinúan esta
posibilidad. Sin embargo, esos años de relativa libertad serán
suficientes para que lleguen al país cerca de unas 20 congregaciones
religiosas masculinas y femeninas. En
cuanto a la formación del clero, restableció las conferencias
mensuales del Clero. Estas habían sido ordenadas poe el Concilio
Plenario de la América Latina y se efectuaron con regularidad
durante el episcopado de Mons. Castro de la forma que lo preceptaba
la Instrucción Pastoral. Se vieron interrumpidas por
la muerte del obispo y no se celebraron otras durante la
sedevacancia. Las primeras fueron restablecidas, según disposición
de Mons. Rincón, el mes de abril de l9l7 y se celebraron
puntualmente entre l9l7
y l938. El arzobispo solía presidirlas con regularidad. Así
mismo, axhortaba constantemente a sus sacerdotes a la práctica de
los ejercicios espirituales anuales:
"Para que descanséis un poco en la presencia de Dios de las penosas
tareas del santo ministerio, para que penséis en vosotros mismos,
para que renovéis el espíritu de vuestra vocación que se mengua en
medio del mundo, y que sólo puede revivir y fortalecerse en la santa
soledad a donde nos conduce el Señor para allí hablar a nuestro
corazón"
. Se
encargó a los padres jesuítas la dirección de estos ejercicios y
según testimonios del Padre Montoya, los sacerdotes venezolanos las
agradecían profundamente:
"...al salir, no sabían como demostrarnos su agradecimiento y
entusiasmo, repitiendo en público y en privado, por escrito y de
palabra, entre sacerdotes y laicos, que no sabían lo bueno que eran
los ejercicios hasta haberlos probado ahora. Con estas noticias
dadas por los de la primera tanda no es necesario decir que los de
la segunda, 30 con el Sr. arzobispo al frente vinieron
entusiasmadísimos..."
.
Como
Pastor de la arquidiócesis de Caracas, y de acuerdo a los deberes
que le incumbían como obispo, Mons. Rincón dirigió a sus fieles cada
año desde l9l6 hasta l939 (año en el que se le quitó la jurisdicción
de la diócesis), diversas cartas pastorales. De lenguaje sencillo y
sin grandes pretensiones intelectuales, escribió sobre los temas
que, según las circunstancias, exigían una palabra del arzobispo a
sus fieles. En ellas Mons. Rincón motivaba todos sus consejos e
instrucciones para convencer a su feligresía de la necesidad de
seguirlos, y explicaba de una forma clara y asequible el significado
histórico, pastoral y teológico de los acontecimientos que daban pie
a sus pastorales. Así, la inauguración del Seminario, el
Cincuentenario de la Catedral, los problemas agrícolas del país, el
Año Santo,... fueron temas que aprovechó para dirigirse al clero y a
los fieles. Igualmente cada año, al acercarse la Cuaresma y la
Semana Santa, escribía una pastoral para ir preparándo el ambiente
de conversión, que debía vivirse en esas fechas. En cuanto a su
estilo diáfano, éste respondía a su deseo de comunicar la verdad
evangélica en su sencillez primitiva y a ello exhortaba también a
sus sacerdotes:
"Para que el predicador cumpla con el augusto cargo que se le ha
encomendado de llevar a las almas la luz de la verdad y a los
corazones la gracia de la conversión, debe adaptarse a la
inteligencia de su auditorio, de manera que los que le escuchen
reciban sin obstáculo la semilla divina y la hagan fructificar.
Nuestra misión es predicar a nuestro Señor Jesucristo con la santa
sencillez del Evangelio"
.
También cumplió fielmente en la realización de sus visitas
pastorales, uniéndose así al mismo espíritu de Mons. Castro que la
consideraba como el deber más grande del obispo. Con motivo de su
primera visita a la diócesis, Mons. Rincón expresó su deseo de
realizarla:
"Como el cumplimiento de los deberes más santos y más dulces de
nuestro cargo pastoral; lo deseamos para nuestro consuelo y el
vuestro, lo deseamos, como dice el mismo apóstol San Pablo, a fin de
suplir lo que aún puede faltar a la práctica de vuestra fe (...)"
, y
acentúa la importancia de la Visita en sí misma:
"Es el acto más trascendental para la vida religiosa y moral de una
parroquia. En la visita del pastor a sus ovejas reciben las almas
de manera más abundante las gracias de la Redención. En esos días
de bendición están abierto para todos los divinos tesoros con que
Dios enriquece a sus escogidos. Penetraos bien, párrocos y fieles,
del valor y de la trascendencia que tiene una Visita Pastoral;
juzgadla y apreciadla según el Espiritu de la Santa Iglesia, y ella
dejará en vosotros un cúmulo admirable de merecimientos para la hora
de la eterna retribución"
. Mons.
Rincón satisfizo la obligación de visitar su diócesis cada cinco
años. La primera visita que realizó se abrió el l0 de diciembre de
l9l6 empezando por la capital y visitando luego los Valles del Tuy,
"aquella porción de nuestra grey que nuestro ilustre predecesor de
santa memoria se proponía visitar cuando fue arrebatado de vuestro
amor por la muerte..."
, ya que una visita completa de la diócesis era impensable dada su
extensión. Las condiciones en que se practicaban eran bastantes
duras y ponen de manifiesto la fortaleza y el celo que empujaban a
este hombre ya mayor. El testimonio de Mons. Ferreira al respecto
nos lo ilustra mejor:
"Monseñor Rincón visitó como pastor todos los pueblos y aldeas de la
arquidiócesis, llegó a lugares donde jamás había pisado un
arzobispo, soportando innumerables fatigas en los viajes, por la
incomodidad de los transportes que la mayor parte había que hacerlo
a caballo o en canoas, como también por las plagas que se
encontraban en esos lugares, como zancudos, jejenes, chinches, etc.,
además del clima insoportable y el alojamiento que en muchos de los
pueblos le preparaban.
En una de la visitas pastorales efectuadas a Barlovento empezó con
el siguiente itinerario: salimos de Caracas para dormir en Santa
Teresa del Tuy, nos levantamos a las cuatro de la mañana para
celebrar misa él y los demás sacerdotes que le acompañaban. Salimos
de Santa Teresa como a las 5:30 a.m. y nos embarcamos en una canoa
en el rio Tuy, viajamos todo ese día pensando llegar a la población
de El Clavo en la tarde, pero debido a los inconvenientes del viaje,
tuvimos que desembarcar como a las ocho de la noche en una orilla
del rio y atravesando una plantación de cacao llegamos a una
hacienda cerca de la Boca de Caucagua, donde no nos esperaban y por
lo tanto no tenían preparado ni comida ni cama donde dormir (...).
En muchos de esos pueblos, a pesar del interés que se tomaban para
recibir lo mejor posible al arzobispo y su comitiva nos
encontrábamos que habían preparado una casa que para entrar al
cuarto había que bajar la cabeza por lo bajo de la puerta, los
pisos eran de ladrillos o de tierra, las almohadas muchas veces eran
rellenas de aserrín, no habían baños sino una casucha de tablas y
palos a varios metros de la casa, etc. etc.
En varios de estos pueblos que ni siquiera había cura, los
sacerdotes acompañantes de Mons. Rincón tenían que ocuparse de todo
para poder asistir a esa pobre gente, desde tocar las campanas que
muchas veces estaban en una troja, hasta preparar a niños y adultos,
para que recibieran por primera vez la Santa Comunión, Confirmación,
Matrimonio, etc. Para que se vea en el estado que se encontraba esa
pobre gente de ignorancia, voy a referir lo que sucedió a la llegada
a uno de esos pueblos del arzobispo: iba él adelante, montado en un
caballo, y al verlo una pobre mujer que lo esperaba salió gritando
hacia el interior del pueblo: '¡Vengan a ver a Nuestro Señor
Jesucristo a caballo!" Estas
visitas apostólicas le permitieron conocer de una forma más real y
profunda las necesidades de su arquidiócesis lo que le llevó a la
conclusión de que:
"Una de las causas principales de los gravísimos males que afligen a
la Iglesia en los tiempos modernos es la ignorancia de la doctrina
cristiana; ignorancia que no sólo cunde entre los niños y la gente
indocta, sino que se extiende a muchas personas doctas e ilustradas
en otras materias". El
gran peligro de la ignorancia era que llevaba a la corrupción de
costumbres de la sociedad (manifiesta sobre todo en la
desorganización familiar), y conducía paulatinamente al hombre a la
imposibilidad de conversión y encuentro con Dios. Dos
medios indispensables y eficaces para combatir la ignorancia
religiosa tanto del pueblo ignorante como de los doctos fueron la
promoción del Catecismo y el sostenimiento de la prensa católica.
Inscribiéndose en la tradición catequística de Mons. Castro y
llevado por la convicción que le había dado su propia
experiencia,de la necesidad de enseñar al pueblo, el Catecismo fue
una preocupación constante para Mons. Rincón. Como ya señalamos, la
educación religiosa en las escuelas sólo era posible a condición de
que los padres de los niños en número suficiente la pidieran y aún
así se impartía fuera del horario escolar, por lo que la Iglesia, si
quería una enseñanza religiosa sólida, debía organizar sus propios
cursos de formación. Además. el catecismo tomó en estos años un
relieve mayor, pues se revelaba como el único medio capaz de
combatir la infiltración protestante que comenzaba a entrar con
fuerza en los barrios periféricos y pobres de la ciudad, teniendo un
alto grado de aceptación entre la gente del pueblo. La
enseñanza catequística iba dirigida en primer lugar a los niños que
se preparaban para recibir la confirmación y la comunión. Sin
embargo, este catecismo de primera comunión era insuficiente y Mons.
Rincón exhortaba a los catequistas a continuar la enseñanza
religiosa en un "catecismo de perseverancia" para que el aprendizaje
de los niños no fuera unicamente intelectual y temporal, sino
también "descendiera al corazón, para convertirse allí en
sentimientos enérgicos en convicciones vivas y comunicarse luego a
la vida pública y privada"
. En este sentido, insistía a los sacerdotes que no escatimaran
ningún esfuerzo en hacer agradables y eficaces sus clases, pues esos
niños que formaban serían en el futuro los hombres con los que
contarían los párrocos y sacerdotes para extender la obra de Dios. El
tercer nivel de enseñanza iba dirigido a los mayores y adultos a
quienes se daba una visión más completa y profunda de la materia.
Los obispos fueron tomando cada vez más conciencia de la importancia
de la formación para adultos. Insistían a los párrocos en su
obligación dictada en la Instrucción Pastoral "de explicar
los domingos y demás días festivos a la hora que juzgare más
oportuna, el catecismo a los adultos en pláticas acomodadas a la
inteligencia de los mismoa" y como era cierto que:
"El peor de los males que padece hoy la sociedad en general, y que
con tantas lágrimas deplora la Iglesia católica, es la ignorancia de
los asuntos en materia religiosa, además de cumplir los párrocos con
aquella taxativa obligación, ingéniense ya por medio de
conferencias..., de bibliotecas y librerías..., ya por medio de
publicaciones, visitas parroquiales y otros procedimientos
adecuados, según las circunstancias, calidad, grado de cultura, etc.
de las personas"
, todo
ello con la finalidad de que la explicación del catecismo fuera
fructífera. Los
medios para llevar adelante esta enseñanza de forma realista no
faltaron. En primer lugar, y dada la ignorancia de la gente del
campo, el arzobispo encargó a Mons. Navarro un "breve compendio de
las verdades de la fe, deberes de los cristianos y manera de recibir
fructuosamente los sacramentos"
. Se trataba de un catecismo destinado a la enseñanza más popular
de la religión, ya que el utilizado en la arquidiócesis por los
catecismos parroquiales, colegios, escuelas y demás institutos
docentes era el llamado Catecismo Elemental de la Doctrina
Cristiana, compuesto por el P, Santiago F. Machado, aprobado por
el episcopado venezolano y con el que se había dado uniformidad a la
enseñanza catequística en la arquidiócesis, evitando la múltiple
variedad de textos con la que se contaba.
Seguidamente Mons. Rincón recurrió a la ayuda de congregaciones
religiosas. Entre las primeras en catequizar se encontraban los
jesíitas, quienes desarrollaron una gran labor sobre todo entre la
gente más pobre de la ciudad. Es interesante el testimonio del P,
López Davalillo al respecto:
"Como el domingo estamos libres de clase hemos aceptado, y, a la
verdad con mucho gusto, la invitación que el Sr. Arzobispo y algunos
párrocos nos han hecho de tomar a nuestra cuenta los catecismo de
los niños sobre todo en los barrios extremos y pobres, donde el
protestantismo está haciendo mucha propaganda"
. Los
resultados se vieron pronto y fueron muy positivos
. Mons. Rincón animaba esta labor de diferentes maneras, entre
ellas le gustaba sobre todo visitar personalmente las sesiones
ordinarias del catecismo en los barrios. Ello era un gran aliciente
tanto para los catequistas como para los niños y adultos que
recibían la formación. Sin
embargo, los catequistas no eran suficientes y si debían enseñar la
doctrina católica con fidelidad, tenían a su vez, que ser
enseñados. Para ello se crearon las llamadas "Cofradías de la
Doctrina Cristiana", hermandades de seglares, auxiliares de los
sacerdotes, que debían instalarse en cada parroquia y cuya tarea era
extender el campo de la instrucción religiosa. En l934 los obispos
reunidos en Caracas celebraron la Conferencia Episcopal
correspondiente a ese año y cuyo tema central fue el catecismo y la
catequesis. En ella hicieron hincapié y exhortaron a las parroquias
para que establecieran lo más pronto posible una cofradía e hicieron
saber que en sus visitas pastorales prestarían especial atención a
su funcionamiento y a los resultados que por medio de ellas se
hubieran obtenido en los catecismos de cada feligresía
. Los
maestros, durante bastante tiempo descuidados en este sentido,
también necesitaban prepararse espiritual e intelectualmente para
enseñar la religión, por lo que se fundaron cursos catequísticos
normalistas en los colegios dirigidos por religiosos y religiosas y
de aquellos que dependían de la jurisdicción de cada obispo. Estos
cursos eran dictados bajo la vigilancia de los mismos, y al final se
reconocía la competencia de los alumnos para enseñar la doctrina
cristiana. Para facilitar la enseñanza a los maestros y
catequistas, los obispos aprobaron un nuevo catecismo en l934, cuya
finalidad era dar uniformidad a todos los textos del país.
Desde
el pontificado de León XIII, los Papas fueron cada vez más
conscientes de la importancia de una prensa de ideología católica
capaz de hacer frente a los ataques de la prensa anticlerical que se
levantaba en todo el mundo con fuerza creciente. Desde entonces,
exhortarán a sus fieles encarecidamente a la creación y
sostenimiento de una prensa en la que las concepcione católicas
esstuvieran muy marcadas. No faltarán gestos de los diferentes
Papas que acompañen esta postura para afianzar la posición de apoyo
al periodismo y a la labor de los periodistas católicos. En
Venezuela, la vida de este tipo de periodismo había sido bastante
pobre e inestable. Los diferentes órganos que vieron su luz en el
país tuvieron una existencia efímera "ya por falta de iniciativa, ya
por la débil cooperación que han recibido de parte de los fieles...
ya por las desgracias de los tiempos"
. Cuando
Mons. Rincón recibió el arzobispado, el único diario católico de
divulgación nacional era La Religión. Siguiendo las
directivas de Roma y fiel a la obra de Mons. Castro, trabajó
enormemente por dicho diario brindándole una gran ayuda material, ya
que durante muchos años los medios económicos del periódico fueron
bastante precarios. Era éste un deber ineludible y primordial para
él, pues concebía la prensa católica como un buen instrumento para
difundir y salvaguardar la verdad y el bien, moralizar a los pueblos
y asegurar su salvación.
Además, la consideraba como un arma de combate útil contra la
propaganda protestante que había utilizado la publicación de hojas
sueltas, libros, etc., como medio de divulgación. Para el arzobispo
la mejor táctica contra esa forma de proselitismo era atacar de
igual manera:
"A la propaganda perniciosa hay que oponer una benéfica y saludable
propaganda: a la lectura corruptora e impía la moralizadora y
edificante"
. Su
objetivo fue desarrollar al máximo las posibilidades que el
periódico ofrecía, tanto materiales como de una mayor difusión. La
primera necesidad que se imponía era la de conseguir su
sostenimiento autónomo y para ello lo ideal era que el público
católico contribuyera y tomara conciencia de lo que representaba
para la Iglesia venezolana poseer un órgano de expresión de gran
envergadura. En este sentido, Mons. Rincón exhortaba a sus fieles
insistiéndole a través de cartas pastorales, de la celebración del
día de la prensa, etc., de la obligación que tenían de cooperar en
la difusión y propaganda de esta buena prensa
. Sin
embargo, este tipo de ayuda fue muy insuficiente en un principio y
el periódico vivió durante varios años, concretamente entre l9l8 y
l937, en una constante zozobra económica lo que le ocasionó serios
problemas internos. Mons. Pellín
, director del diario a partir de l930, recordaba a Mons. Cento:
"Vuestra excelencia no habrá olvidado que estando en la nunciatura
apostólica el día l5 de noviembre de l930 -pocos días antes de
hacerme cargo del periódico La Religión -se lamentaba V.E. de
la desgracia de que en Venezuela ningún sacerdote quisiera hacerse
cargo del periódico católico, y tuvo para los que se negaban, frases
fuertes y quizás merecidas. Yo, que había tomado ya antes la
resolución de ocupar la dirección del periódico, sabía entonces el
sacrificio que me imponía, en el orden material..."
. Para
solucionar de inmediato esta situación, Mons. Rincón ayudó
personalmente al periódico. Esta ayuda fue muy diversa, y gracias a
la correspondencia de Mons. Pellín sabemos a ciencia cierta en qué
consistió ésta mientras él fue director de La Religión.
Durante varios años cubrió el completo de los jornales de los
trabajadores que oscilaban entre Bs.500 y Bs.600 semanales; pagaba
papel, útiles de imprenta y algunas veces el sueldo del director.
Además de estos suplementos, compró maquinaria y contribuyó a la
renovación de la imprenta. En
l933 las ayudas a La Religión pudieron disminuir y se sostuvo
con el sueldo de canónico del prelado Mons. Pellín, y lo que éste
recibía por sermones y misas, llegando en l937 a mantenerse
prácticamente sin más ayuda que la de su director. El pago semanal
de jornales siguió a cargo de Mons. Rincón hasta l936.
Analizando su obra, el arzobispo reconoció que no siempre le fue
fácil llevar adelante la prensa católica:
"Otra de las obras que me han reclamado enormes gastos ha sido la de
la "prensa católica" ya que en este país el sostenimiento de un
periódico de exclusiva propaganda católica es muy exigua y la vida
de tales órganos de publicidad contando con la sola ayuda de sus
lectores es absolutamente miserable y precaria.
La necesidad imperiosa, sin embargo de defender la causa de Dios, y
el continuo aguijón en tal sentido proveniente así de las
exhortaciones pontificias como de los vehementes reclamos de los
S.S. Nuncios Apostólicos, me hicieron creerme obligado a afrontar
las empresas más arriesgadas con tal de que nuestra prensa
rivalizara con los más adelantados en materia de periodismo
moderno. Desgraciadamente algunos de esos proyectos fue harto
engañoso en sus apariencias y, a más de causarme un gran descalabro
pecunario, formó en torno a mi persona un ambiente de opinión en
extremo desfavorable"
.
La
Iglesia venezolana, a pesar de la distancia que la separaba de Roma,
se adhirió siempre fielmente a las directivas papales, encontrando
en ello un motivo de orgullo y una muestra sincera de su filiación,
pues las circunstancias adversas en lugar de romper ese vínculo, lo
reforzaban. Poco antes de que Mons. Rincón ocupara la arquidiócesis
caraqueña, la representación papal en el país había ganado el rango
de Internunciatura. El largo episcopado que le tocaría vivir le
brindó la ocasión de trabajar junto a varios legados de la Santa
Sede con los que, por regla general, mantuvo relaciones muy
cordiales hasta l936, año en que Mons. Cento sale de Venezuela
destinado a Perú quedando al frente de la Nunciatura el entonces
Encargado de Negocios, Mons. Basilio de Sanctis. Esta colaboración
entre el arzobispo y los enviados del Papa permitió a la Iglesia
venezolana prosperar en muchos sentidos y a la representación papal
alcanzar el rango de Nunciatura en l920. Las
líneas que Mons. Rincón se trazó frente a los embajadores del Papa
fueron muy sencillas y a ellas se ciñó fielmente:
"Tuve además, el cuidado perenne de mentenerme en estrecha conexión
con los representantes del Sumo Pontífice en este país
consultándolos de continuo, atendiendo a sus sugerencias, cooperando
al buen éxito de su labor y sirviéndoles con el mayor ahínco en
todos los encargos en que lo creyeron oportuno para obtener con más
facilidad algún propósito relacionado con sus peculiares funciones"
. En
diversas ocasiones, evitó choques entre los nuncios y el dictador y
en otras facilitó la realización de muchos proyectos encaminados al
desarrollo de la Iglesia como fueron el establecimiento de las
misiones
y hacer realidad una de las necesidades más importantes entonces
como fue la creación de cuatro nuevas diócesis en la República, y la
exaltación del obispado de Mérida a la categoría de arzobispado el
año l922. En esto residió esencialmente su acción junto a los
nuncios: en permitriles trabajar con cierta libertad sin que por
ello el gobierno considerara que los nuncios se inmiscuían en
asuntos que no les concernían.
El
desarrollo de la Iglesia venezolana pedía una distribución más
racional de las diócesis. En l9l6, Venezuerla contaba con una
arquidiócesis y cinco diócesis sufragáneas: la arquidiócesis de
Caracas erigida en 1804 y que en 1922 contaba con más de 700.000
habitantes; la diócesis de Guayana erigida en 1790 contaba con
500.000 habitantes y era el territorio más extenso de la República;
la diócesis de Calabozo erigida en 1863 contaba al rededor de
600.000 habitantes; la diócesis de Mérida erigida en 1895 y con una
población de 500.000 habitantes y por último la diócesis del Zulia,
la más joven de todas, erigida en 1910. Cada una de ellas comprendía
varios estados de extensos territorios y numerosas poblaciones muy
distanciadas unas de otras. Las consecuencias de esta situación
eran negativas :
"... Por la excesiva extensión de las diócesis, en efecto, los
obispos agotan los años de su ministerio pastoral y las fuerzas
físicas en penosos e interminables viajes, con menoscabo de la recta
administración diocesana y en general de la disciplina eclésiastica
y del bien espiritual de los fieles"
. La
creación de nuevas diócesis había sido una propuesta hecha en otras
épocas. Asi, en 1919 Mons Rincón había sugerido al general Gómez,
la erección en arquidiócesis del obispado de Mérida lo que hubiera
implicado una nueva organización. Sin embargo, se acordó que lo
mejor sería atrasar el proyecto sin aducir razones convincentes para
ello. El Dr. Márquez Bustillos escribía al dicatador diciéndole :
"...el asunto lo he hecho estudiar muy bien por tres de los mejores
abogados de aquí, y aunque éstos coinciden conmigo en la opinión de
que no hay imposibilidad legal para la realización legal de aquel
proyecto, no están acordados respecto a la manera que debía
procederse en la materia.
Habiendo formado yo ya concepto cabal acerca de este asunto creo que
lo conveniente sería aplazarlo salvo el parecer y decisión de usted"
. Hubo
que esperar hasta 1922 cuando Mons. Cortesi, nuncio en Venezuela,
redactó un memorandum con intención de enviarlo al Congreso para que
este lo estudiara y aprobara en sus sesiones de 1922
. Durante este año numerosas carta enviadas al Papa y al gobierno
por los obispos e incluso por entidades civiles, confirmaban la
necesidad de esta división. El presidente del estado Anzoátegui
escribió a Gómez, alegándole las razones por las que consideraba
favorable la creación de una nueva diócesis dentro de la de Guayana
y proponiéndole la ciudad de Barcelona como posible sede episcopal:
"... Me dicen aquí que en la última visita pastoral que hizo a esta
capital Mons. Sixto Sosa, manifestó la necesidad de la división de
la diócesis de Guayana por ser ésta muy extensa y no poder atender
debidamente el prelado a las exigencias del culto en las muchas
poblaciones que a ella pertenecen. Me dicen además que en aquella
ocasión manifestó en la Cátedra Sagrada, que realizada dicha
división, muy bien podía Barcelona aspirar a ser asiento de la nueva
sede toda vez que era merecedora a esa distinción, por sus
tradiciones históricas, por su situación topográfica, por su hermoso
templo consagrado y por otras circunstancias no menos poderosas"
. Con
vistas a evitar el mayor número de inconvenientes para la aprobación
del proyecto, Mons. Cortesi sugirió que en el aspecto
económico-fiscal y, en prevención de los problemas que podía causar
la crisis económica mundial por la que se atravesaba, los gastos
relativos a las diócesis se limitaran entonces a la simple
asignación a los obispos en espera de mejores tiempos para instituir
los respectivos cabildos. El
Congreso aceptó el memorandum y aprobó el proyecto el 25 de junio de
1922 tras su discusión en el primer debate. Se crearon 4 nuevas
diócesis:
la de Cumaná, con los estados Sucre y Nueva Esparta, que se dividía
de la diócesis de Guayana y ya contaba con un antecedente histórico
desde la Colonia. La diócesis de Coro, con el estado Falcón, había
sido la primera diócesis de Venezuela (erigida en 1533) y en varias
ocasiones se había solicitado su restauración; se dividía de la
diócesis de Barquisimeto. Las dos últimas fueron las de Valencia,
con el estado Carabobo que se separaba de la arquidiócesis de
Caracas, y la de San Cristobal, con el estado Táchira que se dividía
de la diócesis de Mérida. Esta última pasó a ser sede
metropolitana, convirtiéndose Mons. Silva en su primer arzobispo.
Las diócesis del Zulia y San Cristóbal pasaban a ser sus sufragáneas
quedando las de Guayana, Barquisimeto, Coro, Calabozo, Cumaná y
Valencia como sufragáneas de la arquidiócesis de Caracas. Con esta
división del territorio eclesiástico en dos provincias, el
metropolitano de la capital perdió su denominación de "arzobispo de
Caracas y Venezuela", pero se le confirió el título primacial,
pasando el arzobispo de Caracas a ser el Primado de Venezuela
. Los
primeros obispos electos fueron consagrados en Caracas por el Nuncio
Apostólico, Mons. Cortesi, el 22 de junio de 1923
, a excepción del obispo de Cumaná, Mons. Sixto Sosa, que lo había
sido unos días antes y se trasladaba de la diócesis de Guayana
. En seguida cada obispo tomó posesión de su diócesis, dedicandose
principalmente en ellas a la creación de seminarios, siguiendo las
pautas marcadas por S.S. Pio XI que quería con ello fomentar el
aumento del clero nacional. Este
es un ejemplo del fruto de la actividad conjunta entre el arzobispo
y los nuncios que se extendería a lo largo de véinte años en
beneficio de la Iglesia venezolana.
Estas
relaciones fueron en general positivas. Los primeros años de su
arzobispado, dado el número de obispos que hasta 1922 no fueron más
de cuatro, y a la situación de la Iglesia ante un gobierno
anticlerical, la unión entre ellos era lógica, a pesar de que
durante este período no se reunió ninguna Conferencia Canónica. Con
la creación de las nuevas diócesis, la intervención de Mons. Rincón
en la propuesta de candidatos para ellas aseguró el futuro
entendimiento entre los obispos. En la obra Los obispos y los
problemas de Venezuela, Mons. Baltazar Porras después de un
extenso análisis de la documentación episcopal venezolana, llega a
la conclusión de que ésta es bastante homogénea y en ellas no se
encuentran enfoques contrapuestos ni posturas antagónicas,
lo que confirma esta unidad del episcopado venezolano a nivel
ideológico. Ello es comprensible, por otra parte, si tenemos en
cuenta la situación urgente de las diferentes diócesis que exigía de
los obispos una total atención y polarizaba sus efuerzos en resolver
problemas inmediatos, como eran el conseguir los medios mínimos de
subsistencia o el organizar eficazmente los instrumentos de
propagación de la fe.
Durante el período comprendido entre 1916 y 1936 se celebraron cinco
reuniones del episcopado venezolano, dos de las cuales revistieron
un carácter extraordinario. La
primera de ellas tuvo lugar en Caracas en 1923, diecinueve años
después de haberse celebrado la primera conferencia canónica
venezolana (1904). El nuevo código de derecho canónico promulgado
en 1917, invitaba a los metropolitanos a reunir a sus sufraganeos al
menos cada cinco años "para deliberar en común y ver qué medidas
conviene adoptar para promover el bien de la religión en sus
diócesis"
. En esta época, por primera vez en la historia, los obispos
venezolanos alcanzan la decena. Los temas tratados en la segunda
conferencia del episcopado fueron los propuestos por el Papa Pio XI
a los obispos venezolanos en la carta que les dirigió el 25 de abril
de 1923 con motivo de la erección de las cuatro nuevas diócesis y el
Vicariato Apostólico del Caroní. En ella les señalaba los problemas
pastorales de primera índole y a los que debían dedicarse
preferentemente: la creación de seminarios diocesanos para la
educación de los jóvenes con vocación; la organización de escuelas
parroquiales; la defensa de la familia; el desarrollo de las
misiones
. Discutidos estos temas, los obispos escribieron una carta
pastoral colectiva fechada en Caracas el 31 de octubre de 1923 dando
cuenta de los que habían tratado y en la que acentuaron los puntos
señalados por el Papa
. Cinco
años después, en 1928, tiene lugar la tercera Conferencia Episcopal
venezolana. Promovida por Mons. Cento y convocada por los
arzobispos de Caracas y Mérida
, se inauguró el 8 de diciembre en la ciudad de Coro, dentro del
marco de los festejos del cuatricentenario de la fundación de la
ciudad, la celebración de la primera misa y del Segundo Congreso
Mariano Venezolano
. Se clausuró en Caracas el 29 de diciembre. Esta
conferencia fue especialmente importante porque su materia de
trabajo fue la revisión de la Instrucción Pastoral del
episcopado venezolano, dictada en su primera conferencia del año
1904, para adaptarla al derecho canónico promulgado en 1917 y
hacerle las supresiones y añadiduras necesarias según las
disposiciones adoptadas por los obispos en 1923. En ella se
aprobaron los primeros estatutos de la Conferencia Episcopal
Venezolana
. Dos
años más tarde se celebró la primera reunión extraordinaria de los
obispos. 1930 fue uno de los años de mayor tensión del arzobispado
de Mons. Rincón y de las relaciones entre el Estado y la Iglesia
durante la dictadura gomecista. El gobierno del Gral. Gómez, cuya
presidencia había asumido desde hacía poco tiempo el Dr. Juan
Bautista Pérez, había expulsado del país al obispo de Valencia Mons.
Salvador Montes de Oca
de forma arbitraria e inusual. Se le acusaba de que en su
Instrucción sobre el matrimonio aparecida en un diario
valenciano el 4 de octubre de 1929, se revelaba contra la soberanía
nacional, la constitución y las disposiciones expresas de la ley de
Patronato Eclesiástico. Se había interpretado la pastoral dirigida
a los católicos y dentro de la linea más ortodoxa y tradicional de
la iglesia frente al matrimonio, como un ataque a las leyes civiles
matrimoniales del país. Expulsado el 20 de octubre antes de que el
decreto apareciera publicado en la Gaceta Oficial, el obispo
no pudo siquiera defenderse.
Inmediatamente el nuncio y el arzobispo escribieron al presidente
Pérez manifestándole su asombro ante los hechos, reprobándolos y
esperando una revocación del decreto de expulsión. Las respuestas
ásperas del presidente cerraban cualquier posibilidad de diálogo.
Para evitar que la situación se agravara, se propusieron varias
soluciones con condiciones inaceptables para la vuelta de Mons.
Montes de Oca, y se llevaron a cabo diversas conferencias entre el
gobernador de Caracas y el arzobispo que se prolongaron hasta el 4
de noviembre y fueron totalmente inútiles. Para estas fechas se
había llegado a la redacción de una formula que debía firmar el
obispo como condición previa de su vuelta al país y que éste no
aceptó dado los términos de la misma. Entre
tanto, el tiempo pasaba y los obispos no habían manifestado
públicamente su protesta
"... que si hubiera sido muy oportuna y explicable a raíz del
extrañamiento del obispo, venía a resultar extemporánea después de
tantos días corridos desde aquel deplorable y reprobable hecho. La
posición, por tanto, en que se encontraba el episcopado nacional
ante los propios fieles y ante lo de los otros países no eran nada
honorables ni halagüeñas"
. Para
solucionar este problema, los obispos, de acuerdo con el arzobispo
de Caracas, promovieron la Conferencia Extraordinaria del Episcopado
que se celebró a mediados de febrero de 1930 y a la que el nuncio se
mantuvo totalmente ajeno. Su objetivo era lanzar una protesta
pública por el destierro de Mons. Montes de Oca y justificar el
silencio que habían guardado, explicable por la voluntad de los
obispos de valerse de vías legales en vez de apelar a las protestas
dirigidas al pueblo. La vía legal utilizada fue la
Representación al Congreso Nacional del 19 de marzo de 1930
que presentaron al congreso en sus sesiones de abril y donde
exponían las razones de la injusticia del decreto de expulsión,
pedían su anulación y al mismo tiempo denunciaban la política que se
venía siguiendo con respecto al clero extranjero y a la instrucción
religiosa en las escuelas. Además, pedían la modificación de las
leyes en estas materias y en las relativas al matrimonio. La idea
de los obispos fue dar una gran publicidad a esta representación. En
medio de la conferencia, y teniendo en cuenta que los resultados de
la misma no se conocerían sino pasadas las sesiones del Congreso mes
y medio después, los obispos decidieron dar una pastoral que apagara
la curiosidad de este encuentro y publicaron una sobre el matrimonio
y la instrucción religiosa el 6 de marzo de 1930, en la que se
solidarizaban con Mons. Montes de Oca
. Antes
de acabar la reunión, y después de haber trabajado sobre los
documentos ya citados, los obispos decidieron dirigirse
colectivamente al gobierno para intentar de nuevo el regreso del
obispo de Valencia. Con fecha del 4 de marzo, una carta sencilla y
corta, redactada en esos términos, fue escrita al presidente quien
respondió desmesuradamente a este gesto de los obispos, diciendoles
que el ejecutivo federal había sido puesto:
"... en el preciso e indeclinable deber de decirles que no puede
admitir por ningún respecto ni por ningún motivo la forma
intempestiva en que ustedes tratan de conservar con él la paz y la
armonía y que se ve obligado a aceptar el estado de cosas con que
ustedes lo han amenazado"
.
Enterados por la Gaceta Oficial del tono de dicha carta, los
obispos la responden el 11 de marzo, cuidándose antes de publicar la
respuesta en el diario católico (en circunstancias fuertemente
clandestianas) para darla a conocer a la opinión pública al tiempo
que la enviaban al presidente
. En ella volvían a exponer sus puntos de vista sobre la ilegalidad
del decreto de expulsión y los argumentos legales en que se basaban
para prbvarla. La publicación de esta respuesta causó un gran
revuelo en la población caraqueña y tomó por sorpresa al gobierno
que no pudo adoptar a tiempo medidas contra el periódico. Se
convocó en seguida una reunión extraordinaria del consejo de
ministro para buscar una solución definitiva y decidieron finalmente
la expulsión del episcopado venezolano, medida que ellos esperaban.
El Cardenal Quintero nos cuenta al repecto:
"... esa mañana del 12 (...), fui al palacio arzobispal donde
encontré al arzobispo preparando una valija. A mi pregunta de si
proyectaba una salida de la capital me respondió: "No, estoy
simplemente preparando mi maleta, porque esta vez sí nos expulsan...
ya he dado aquí, en casa, las instrucciones pertienentes". No, por
tener esa seguridad, se advertía en él nerviosismo o inquietud:
conservaba inalterable aquella habitual serenidad que lo distinguía
y que era fruto de su profunda fe y de su filial confianza en Dios"
. Sin
embargo, una decisión de tal emvergadura no incumbía exclusivamente
al presidente y a los ministros. En Venezuela la última palabra la
decía siempre el Gral. Gómez y éste sabía que la expulsión de todos
los obispos crearía un grave problema a nivel nacional y sus
consecuencias políticas serían nefastas, por lo cual no dió su
consentimiento para que se llevara a cabo.
Abiertas las sesiones del congreso en abril, la representación de
los obispos fue introducida. En una carta fechada el 2 de mayo de
1930 el congreso responde desfavorablemente en la petición hecha en
ella, lo cual no extrañó a nadie. En realidad, los obispos
"...No se propusieron obtener resultado legal alguno, sino salvar su
honor, protestando energicamente contra el atropello cometido con
Mons. Montes de Oca y contra la política hostil a la Iglesia que se
había venido practicando en esos últimos tiempos, protesta formulada
al amparo de un derecho otorgado por la constitución a todos los
ciudadanos"
. El
incidente no alcanzará su solucion definitiva sino un año más tarde
una vez que el Gral. Gómez asumió de nuevo la presidencia el 13 de
julio de 1931. Un mes después, el 3 de agosto, otorgaba el decreto
por el cual suspendía el destierro Mons. Montes de Oca sin exigirle
la firma de ninguna manifestación pública. El 10 de octubre de
1931, dos años después de que fuera exilado, llegaba de nuevo a
Venezuela el obispo de Valencia. Esta
fué una de las pruebas más duras sufrida por el episcopado
venezolano. Se mostró entonces un cuerpo unido y solidario a pesar
de las gravísimas consecuencias que ello pudo haberle acarreado.
Recobrado el ritmo normal de trabajo, la siguiente reunión de los
obispos tuvo lugar en Caracas a finales de abril de 1934. Su tema
central fue el estudio de la enseñanza catequistica y el fruto más
notable fue la redacción de un nuevo catecismo de la doctrina
cristiana. Se pretendía uniformar la enseñanza del catecismo en
toda la República y ofrecer un texto lo más acorde por su contenido
y su forma con las exigencias de la época. Publicaron además una
carta pastoral (1 de mayo de 1934) sobre el tema y los puntos
tratados
. La
última reunión del episcopado venezolano durante la administración
de Mons. Rincón tuvo también un cáracte extraordinario y se convocó
en diciembre de 1936. La muerte de Gral. Gómez había desatado
muchas fuerzas hasta entonces latentes, entre ellas las corrientes
comunistas que habían aflorado por primera vez con los movimientos
estudiantiles de 1928. Se
acusaba a la Iglesia de ser cómplice de los males del régimen
gomecista. A estos ataques los obispos responden publicando una
carta pastoral colectiva "sobre los peligros actuales y norma de
conducta que se debe observar en la díficil hora que atravesamos"
fechada el 8 de diciembre de 1936
. La intención de los obispos era orientar al pueblo sobre los
nuevos problemas y tendencias surgidos y dictar una serie de normas
para combatir esos males, especialmente el comunismo. Aún en
vida de Mons. Rincón y teniendo como coadjutor a Mons. Lucas
Guillermo Castillo, se celebraron otras reuniones episcopales en las
que estuvo presente y cuyos documentos firmó. Las
relaciones de Mons. Rincón con el cabildo metropolitano y el clero
de la capital fueron siempre cordiales. El capitulo colaboró
estrechamente con el arzobispo aprobando la mayor parte de los
proyectos que él le presentaba. De alli su sorpresa y amargura ante
las acusaciones posteriores hechas en su contra por sacerdotes con
los que siempre había consultado. Hemos
querido dar una visión de conjunto sobre la obra de Mons. Rincón
dejando por tratar algunos aspectos que se inscribían dentro de sus
preocupaciones generales como fueron la importancia dada a la
educación confesional de la juventud; el movimiento de apostolado
seglar que cuajó en la creación de la acción catolica en sus cuatro
ramas; la reconstrucción de la catedral ... Nos parece importante
destacar que su obra siempre estuvo unida a su fidelidad a Roma, su
inagotable celo apostólico y el deseo de ver prosperar la Iglesia
venezolana en la medida que sus posibilidades y las circunstancias
lo permitieran. Podemos definir este periodo como el tiempo de
reajuste ys edificación silenciosa de una iglesia que hasta entonces
no había contado con la calma suficiente para poder recuperarse de
las embestidas constantes del anticlericalismo apoyado y fomentado
por los gobiernos.
  
La epidemia se extiende por casi todos los estados del país; Aragua,
Lara, CVojedes, Anzoátegui, Carabobo, Bolívar...Víctimas de dicha
epidemia fueron el coronel Alí Gómez, hijo predilecto del general
Gómez y su hermano Pedro César " el hermano del dictador que nunca
se nombraba". Cfr. La gripe española, azote venezolano (nov. 1918),
en B.A.H.M., XXI, nº 107-108, p. 6.
La gripe española..., pp. 3, 7.
RAZETTI, Luis. Nació en Caracas en 1862. Se doctoró en medicina por
la universidad de caracas en 1884. En 1889 viaja a Francia para
especializarse en cirugía y obstetricia y a su vuelta, con la ayuda
del Dr. Dominici pone en aplicación un nuevo programa de estudios en
medicina. Fundador con varios colegas de la Academia de medicina y
de su órgano divulgativo. Murió en Caracas en 1932. Cfr. DE ARMAS
(J.), Luis Razetti, en Educadores venezolanos,
Caracas, 1981, pp. 121-125.
A mediados del mes de noviembre, el general Gómez, ante la amenaza
de recaída y contagio de la gripe, ordenó publicar en los periódicos
y hojas sueltas, en lugares públicos, las advertencias del Dr.
Razetti.
A.P.F.R. , QUINTERO, El Arzobispo Felipe Rincón Gonzalez
(Apuntes sobre su Pontificado), Caracas, 1975, pp.8-9.
A.P.F.R., QUINTERO, El Arzobispo Felipe Rincón González
(Apuntes sobre su Pontificado), Caracas, 1975, p.9.
GOMEZ (J.V.), Documentos para la historia de su gobierno,
Caracas, 1925, p.279. Carta del Gral. Gómez a Mons. Rincón,
Caracas, 3 de enero de 1919.
Pastoral publicada el día de su consagración, en Pastorales y
Decretos..., p.5.
Pastoral publicada el día de su consagración, en
Pastorales y decretos..., p.5.
Pastoral sobre el cincuentenario de la catedral, en
Pastorales y decretos..., p. 53.
Pastoral sobre el cincuentenario de la catedral, en
Pastorales y decretos..., p. 53.
Pastoral sobre el cincuentenario de la catedral, en
Pastorales y decretos..., p. 53.
Pastoral sobre el cincuentenario de la catedral..., pp.
53-54.
AGUIRRE ELORRIAGA, La Compañía de Jesús en Venezuela,
Caracas, 1941, p. 181.
AGUIRRE ELORRIAGA, La Compañía de Jesús..., p. 181. Carta del
P. López en la que anunciaba la construcción del nuevo edificio.
Archivo arquidiocesano de Caracas. Documentos episcopales, nº 62
"Algunos documentos de Mons. Rincón González y Mons. Lucas Guillermo
Castillo, Mons. Castro, etc.". Carta de Mons. Rincón al Papa
Benedicto XV, Caracas, 7 de noviembre de 1916.
Un año antes, el 4 de noviembre de 1915, se hab]ia creado una
Congregación encargada especialmente de seminarios y universidades
cuyo objetivo era relanzar los estudios del clero después de los
años de reacción integrista.
AUBERT, L´Eglise dans le monde moderne, dans N.H.E.,
Paris, 1974, t. V, p. 591.
Cabildo metropolitano. Libro de actas nº XXXVII, folio 568.
Sesión del 26 de junio de 1917.
A.P.F.R., Carta de Mons. Rincón al Gral. Gómez, Caracas, 31
de julio de 1917.
A.P.F.R. , Carta de Mons. Rincón al cardenal Pacelli.
Caracas, 10 de mayo de 1937.
Pastoral sobre limosnas para el seminario, 15 de noviembre
de 1919, en Pastorales y decretos..., pp. 116-117.
Cabildo metropolitano. Libro de actas nº XXXVIII, f. 101.
Sesión del 13 de mayo de 1919.
AGUIRRE ELORRIAGA, La Compañía de Jesús..., p. 183.
En 1927 elseminario metropolitano de Caracas quedó transformado en
seminario interdiocesano para toda la nación por decreto de la
Sagrada Congregación de Universidades y Seminarios. Este caracter
nacional implicó un aumento del personal docente y se impusieron una
serie de traansformaciones precipitadas en la disposición de los
aposentos y locales del seminario.
A.P.F.R., carta de Mons. Rincón al cardenal Pacelli.
Caracas, 10 de mayo de 1937.
Sobre las misiones jesuitas en Venezuela cfr. DEL REY FAJARDO (J.),
Misiones de los jesuitas en el Orinoco, en CEHILA,
Salamanca, 1981, vol. 7, pp. 96-121; del mismo autor, Misiones
jesuíticas en la Orinoquia, col. "Manoa" 4, Caracas, 1977, t.1.
Aspectos fundamentales.
DEL REY FAJARDO (J.), Misiones de los jesuitas..., p. 120.
DEL REY FAJARDO (J.), Misiones de los jesuitas..., p. 121.
MICHEO (A.), Proceso histórico..., p. 19.
AGUIRRE ELORRIAGA, La Compañía de Jesús..., p. 170.
Este deseo de encomendar a los padres jesuitas la formación de los
seminaristas, databa ya de la época de Mons. Baños y Sotomayor,
quien ya había abrigado tal sueño pero no lo había podido realizar.
IPIÑAZAR, Evaristo. Nació en Ceánuri (vizcaya) el 25 de octubre de
1862. Regentó la cátedre de teología en la Universidad Pontificia de
Comillas y desde 1916 estuvo a la cabeza del apostolado jesuítico
en Venezuela. Presidió la fundación de los colegios de Caracas y
Mérida y las residencias de Caracas y Maracaibo. Fue el primer
viceprovincial de Venezuela. Murió en Caracas en 1936 tras una
operación quirúrgica. AGUIRRE ELORRIAGA, La Compañía de Jesús...,
p. 191.
AGUIRRE ELORRIAGA, La Compañía de Jesús..., p. 170; A.P.F.R.
, carta de Mons. Jesús María Pellín a Mons. Miguel Antonio Mejía.
Certificado fechado en Caracas en mayo de 1937.
AGUIRRE ELORRIAGA, La Compañía de Jesús..., p. 171.
contrariamente a lo que se ha pensado, los jesuitas no suplieron a
la comunidad de los Padres Franceses en el seminario ya que ellos no
estaban a cargo de él. Los Padres Franceses formaban una comunidad
no muy numerosa en Caracas y dirigían un colegio privado para chicos
de la alta sociedad. Con el estallido de la Primera Guerra Mundial,
los sacerdotes jóvenes que formaban esta comunidad partieron rumbo a
Francia para luchar, y sólo quedaron en Venezuela unos cuantos ya
mayores. Entrevista con el P. Pedro Pablo Barnola S.J., 18 de
dicien=mbre de 1985.
AGUIRRE ELORRIAGA, La Compañía de Jesús..., p. 171.
AGUIRRE ELORRIAGA, La Compañía de Jesús..., p. 172.
Cabildo metropolitano. Libro de actas nº XXXVIII, f. 129.
Sesión del 14 de octubre de 1919.
AGUIRRE ELORRIAGA, La Compañía de Jesús..., pp. 182-183. Los
jesuitas dirigieron el seminario hasta el año 1953 cuando se creó la
Universidad Católica Andrés Bello y el episcopado venezolano encargó
a los padres su dirección.
PORRAS (B.), Conferencia episcopal venezolana, Caracas, 1978,
p. 93; QUINTERO, Para la Historia, Caracas, 1974, p.
138.
A.H.M., Correspondencia del Gral. Gómez, junio de 1920.
Carta de Mons.
Rincón al Dr. Urdaneta Maya, Caracas, 24 de junio de 1920.
AUBERT, L'Eglise dans le Monde Moderne, dans Nouvelle
Histoire de l'Eglise, París, 1975, t.5, p.594.
Conferencias Episcopales en Pastorales y Decretos...,
p.38.
Pastoral sobre ejercicios espirituales, en Pastorales y
Decretos...,p.43.
AGUIRRE, La Compañía de Jesús..., p.172.
Pastoral dirigida al clero el 1 de enero de 1918, en
Pastorales y Decretos...,p.69.
Pastoral sobre la santa Pastoral Visita, 26 de noviembre de
1916, en Pastorales y Decretos..., pp.13 y 17.
Pastoral sobre la santa Pastoral Visita, 26 de noviembre de
1916, en Pastorales y Decretos..., p.14.
Pastoral sobre la santa Pastoral Visita, 26 de noviembre de
1916, en Pastorales y Decretos..., o.14.
A.P.F.R. Apuntes de Mons. Ferreira sobre la vida de Mons.
Rincón.
Pastoral con motivo de principio de año, Caracas, 1 de enero
de 1918, en Pastorales y Decretos..., p.70.
Pastoral con motivo de principio de año, Caracas, 1 de enero
de 1918, en Pastorales y Decretos..., p.72.
Carta Pastoral colectiva del Espiscopado sobre el catecismo,
Caracas, 1 de mayo de 1934, en PORRAS, Conferencia Episcopal
Venezolana..., p.100.
Disposición sobre el catecismo, Caracas, 25 de marzo de 1917,
en Pastorales y Decretos..., p.38.
AGUIRRE, La Compañía de Jesús..., p.175.
Cuenta el Padre López Davalillo, S.J. que en la fiesta de San Pedro
y San Pablo de 1918, los PP. Jesuítas lograron reunir en la Catedral
a 3,000 niños para que recibieran la Comunión. AGUIRRE, La
Compañía de Jesús..., p.176.
Carta Pastoral del Episcopado sobre el catecismo, 1 de mayo de 1934,
en PORRAS, Conferencia Episcopal Venezolano..., p.98.
Pastoral con motivo del 30 aniversario del diario católico La
Religión, Caracas, 14 de julio de 1920, en Pastorales y
Decretos..., p.126.
Pastoral con motivo del 30 aniversario del diario católico La
Religión, Caracas, 14 de julio de 1920, en Pastorales y
Decretos..., p.126.
Siguiendo los consejos de Mons. Rincón y con el ánimo de levantar un
poco la prensa católica, el Cabildo Metropolitano decidió
suscribirse al diario. (Actas del Cabildo, Libro XXXVIII, sesión del
7 de marzo de 1922). Este Cuerpo siembre mostró una atención
especial por La Religión. En 1930, dada la mala situación
que atravesaba, a pesar de haber recobrado un cierto esplendor,
acordó contribuir con su sostenimiento, pasándole mensualmente
cierta cantidad de dinero. (Actas del Cabildo. Libro XXXIX, sesión
del 20 de enero de 1931.).
PELLIN, Jesús Ma. Nació en Caracas en 1891. Estudió Ciencias
Eclesiásticas en Caracas. Fue doctor en derecho canónico de la
Universidad de S. Apolinar de Roma. Desempeñó los cargos de
párroco en Chacao y Cúa (Estado Miranda). En 1929 se le nombró
Vicario General y gobernador de la diócesis de Coro. En 1930 ocupó
la dirección del diario católico La Religión. De una
vigorosa personalidad sobresalió por sus editoriales valientes y
enérgicas. En 1957 motivos de salud le obligaron a dejar sus
obligaciones periodísticas. Murió en Caracas en 1962.
RODRIGUEZ, Diccionario Biográfico..., p.572; Diccionario
Biográfico de Venezuela, Madrid, 1953, p.905.
A.P.F.R. ,
Carta de Mons. Pellín a Mons. Cento, Caracas, 20 de mayo de 1937.
A.P.F.R. Carta de Mons. Rincón al card. Pacelli, Caracas,
10 de mayo de 1937.
A.P.F.R. Carta de Mons. Rincón al card. Pacelli, Caracas, 10
de mayo de 1937.
Con el restablecimiento del Vicariato apostólico del Caroní en marzo
de 1922, quedando a cargo de la Orden Franciscana de los Hermanos
Menores Capuchinos.
Memorandum sobre erección de nuevas diócesis en Venezuela que el
nuncio apostólico somete a la consideración del Supremo Gobierno
Nacional. Caracas, s.d., 1922. A.H.M., Correspondencia
del Gral. Gómez, mayo de 1922.
Del Presidente provisional al Presidente electo,
(1919-1921-1922), en B.A.H.M., IX, Nº 49-51, p.281.
El aumento de diócesis que se proponía no era un hecho aislado ni
insólito. En estos años muchos países, especialmente de América,
habían visto multiplicar sus diócesis y algunos de sus obispos
habían alcanzado incluso la dignidad cardenalicia, como era el caso
de Estados Unidos y el Brasil.
A.H.M., Correspondencia del Gral. Gómez, mayo de 1922. Carta
del presidente Constitucional del Estado Anzoátegui al Gal. Gómez,
Barcelona, 30 de mayo de 1922.
Ver anexo D y E. Mapas de las diócesis., memorandum de elección y
aprobación del Congreso.
El título de primado se atribuyó a partir del siglo IV a algunas
sedes episcopales de occidente y se les concedía por la importancia
política de su ciudad. El origen del título derivaba de antiguas
atribuciones basadas en la costumbre. Es pues un título honorífico
dispensado por el Papa sin atribuciones concretas. D.D.C.,
París, 1965, t. 7, col.214.
Mons. Lucas Guillermo Castillo, la diócesis de Coro; Mons. Francisco
Granadillo para la de Valencia; Mons. Tomás Antonio Sanmiguel para
la de San Cristóbal.
NAVARRO, Anales Eclesiásticos..., p.532.
PORRAS, Los Obispos y los problemas de Venezuela, Caracas,
1978, p.65.
PORRAS, Conferencia Episcopal Venezolana..., p.14.
Texto, PORRAS, Conferencia Episcopal Venezolana..., pp.56-58.
Texto, PORRAS, Conferencia Episcopal Venezolana..., pp.60-70.
Tras la muerte de MOns. Silva en 1927, llevaba la mitra arzobispal
de Mérida Mons. Acacio Chacón.
El Primer Congreso Mariano Venezolano había tenido lugar en Valencia
en 1910.
PORRAS, Conferencia Episcopal Venezolana..., p.71. Para el
texto de la Segunda Instrucción Pastoral, Cfr. Instrucción
Pastoral del Episcopado Venezolano dictada en su Conferencia de 1928,7-29
de diciembre, Caracas, 1933, Ed. Venezuela.
MOMTES DE OCA, Salvador. Nació en Carora (Estado Lara) el 21 de
octubre de 1895. Fue ordenado sacerdote el 14 de mayo de 1922 y
promovido a la dignidad episcopal como segundo obispo de Valencia en
1927, cuando sólo tenía 32 años de edad. Comenzó la construcción
del nuevo seminario y se preocupó mucho por los movimientos de
apostólado seglar. En 1934 viaja a Italia y desde Roma se despide
de su diócesis y del episcopado para ingresar en la Orden
Sacramentina, pasando luego a la Cartuja de Farmenta, cerca de
Carrara. Allí moriría el 6 de septiembre de 1944 fusilado por los
nazis. RODRIGUEZ, Diccionario Biográfico..., p.455;
Diccionario..., pp.812-813; MARADEI, Venezuela, su Iglesia...,
pp.121-124.
QUINTERO, La expulsión de un obispo, en Para la Historia,
Caracas, 1974, p.57.
Texto de la representación al Congreso en QUINTERO, Para la
Historia, pp.131-143; PORRAS, Conferencia Episcopal
Venezolana..., pp.89-96.
Texto, QUINTERO, Para la Historia, pp.63-74; PORRAS,
Conferencia Episcopal Venezolana, pp.76-83.
QUINTERO, La expulsión..., p.98.
Texto de la carta de los obispos, QUINTERO, La expulsión...,pp.84-90;
PORRAS (B.), Conferencia episcopal venezolana ..., pp.84-87.
QUINTERO, La expulsión...,p.98.
QUINTERO, La expulsión...,pp.147-148.
PORRAS (B.), Conferencia episcopal venezolana...,pp.96-102.
Texto en PORRAS (B.), Conferencia episcopal venezolana...,
pp.103-127.
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Luis Razetti (FP) |
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La Junta de Socorro de 1918: De pié de izquierda a
derecah: (sin identificar), el Dr.Luis Razetti,
Mons. Lovera, el Dr. Risquez, (sin identificar).
Sentados de izquierda a derecha: (sin identificar),
Mons. Rincón, Dr. Santiago Vega, Dr. Pérez Dupuy |
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Seminario Interdiocesano Santa Rosa de Lima |
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Nicolás Navarro Ortega (FP) |
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Visita Pastoral a Carayaca |
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En vapor hacía una visita pastoral |
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Jesús María Pellin (FP) |

Cabecera del diario "La Religión" |
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Reunión del
episcopado venezolano con el nuncio
apostólico
en 1928. De pié (izda. a
dcha.) Mons. Nicolás Navarro, Mons. Tomás Sanmiguel, Mons. Lucas
Guillermo Castillo, Mons. A. Mejía, Mons. Francisco Granadillo.
Sentados: Mons Sixto Sosa, el nuncio Mons. Fernando Cento, Mons. Felipe
Rincón, Mons. Arturo Celestino Álvarez y Mons. Marcos Sergio Godoy
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Sixto Sosa |
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Salvador Montes de Oca (FP) |
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A la Portada |
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