LA CASA  


Fachada principal a la calle GUZMÁN EL BUENO

1.- Hall de entrada

12.- Bañito de servicio

2.- Sala (2do. Comedor)

13.- Pasillo pequeño

3.- Comedor definitivo

14.- Hab. Ppal. (1re. Comedor)

4.- Hab. Papá y Mamá

15.- Hab. Milita y Paloma

5.- Cuarto de los baúles

16.- Hab. Pepe y Fote

6.- Hab. de los chicos

17.- Hab. de servicio

7.- Patio de vecindad

18.- Pasillo principal

8.- Cocina 19.- Patio interior
9.- Baño principal 20.- Ascensor
10.- Patio Baños ...(3).... Esta Pared se quitó
11.- Cuarto de trastos

 

 

 

 

 

EL 5º A LA IZQUIERDA

 

Cuando pienso en la casa evoco el ambiente cálido y acogedor alrededor de una mesa camilla con faldón y brasero en invierno. En verano pareciera que ella misma abriera puertas, persianas y ventanas pidiéndote a gritos huir de ella y del calor.

 

Pero ¿cómo era ese cobijo, esos rincones, esos espacios que nos abrían la imaginación a un universo mágico?

 

El apartamento estaba ubicado en el 5° piso a la izquierda según salías del ascensor. Nada más había dos apartamentos por piso.

 

Para darles una idea del tamaño; el pasillo medía unos trece metros a cuyos lados se distribuían seis habitaciones y un “cuarto”, el de los “baúles”. En un extremo del pasillo estaban la sala y el comedor y en el otro, la cocina, el baño principal y un pasillito que conducía al bañito de servicio y al cuartito de los “trastos”.

 

* ...Un larguísimo pasillo cargado con la presencia y la historia de muchas gentes, entre las cuales destaca el abuelo Pepe, (ciego a causa de cataratas) quien se convirtiera en el primer compañero de juegos, en el hacedor de maravillas, en el mejor narrador de cuentos y juegos que por momentos mezclaba en lengua bable.

 Detrás de él, la abuela Julia, hermosa como una reina, alta, soberbia en su apostura, tan temida ella como amado y cómplice el abuelo. ( )

 

La foto realizada por - Kruz – es de 1929, mucho antes de ser sus nietos.

 

Y el abuelo haciendo aros de humo con el vaso cubierto con un papel perforado, o compartiendo con nosotras sus gominolas dulces y picantes... ( ) Paloma compartiendo con nosotras el cuento del abuelo sobre las tres princesas y los tres paraguas rotos... ( ) Javier... apareciendo y desapareciendo... correr por el pasillo... correr pintando las paredes del pasillo... o jugar rayuela en el cuarto de baño... ( ) Y mamá, siempre trajinando la casa de arriba abajo, con una blusa suelta azul de lunarcitos blancos, seguida por el séquito de sus tres tías solteras... ( ) La tía Esperanza, que nos traía las muñecas recortadas del periódico del anuncio de la Mariquita Pérez. O la tía Amalia obligándonos a hacer pipí antes de salir a la calle. Y la tía Carmen, amenazando con que no nos dará esto o aquello, si no hacemos el algo mandado, o si nos portamos mal. ( ) ... más Felisa la asistenta, Candelas la costurera y una criada que cambia la cara constantemente en el recuerdo. ( ) Papá, colgando en el perchero su sombrero o leyendo el periódico en el comedor de luces amarillas que entonces estaba cerca de la cocina, que luego fue cuarto de mamá, y finalmente de Milita - creo -.

 

Y también papá, sirviendo la comida como un patriarca, repartiendo proporcionalmente y “- Todo hasta el final”, y nosotras dos, (Mercedes y Chon) sentadas en la tabla de la plancha colocada entre dos sillas cuando éstas, no daban en número para todos los comensales; o papá preparando la merienda antes de salir al trabajo en la tarde. ( ) De regreso a casa, sabíamos que la merienda estaba sobre la repisa del comedor guardando un orden de edad y, las nuestras, eran la penúltima la última. ( ) ...y hermanos de todas las edades, por momentos amigos, por momentos enemigos.

 

La ventana de la cocina frente a la de los chicos, separadas por un trecho de pasillo con ventana al patio. Asomándose por la del cuarto de los chicos se podían apreciar sobre las tres paredes del patio, dispersos y profundos impactos de metralla aérea recuerdos de la guerra. Nunca se preocuparon por arreglarlos. La cuarta pared del patio no existía por que se unía con el patio grande del edificio de al lado.

 

         La arquitectura del edificio de al lado lo convirtió en un patio típico de vecindad, pues eran dos bloques unidos por un puente-pasillo en cada piso que los inquilinos tenían que atravesar para entrar a los apartamentos del edificio posterior. Desde los puentes-pasillos se hablaban, se pedían cosas o discutían, y en verano, se convertían en terrazas para tomar el fresco. Recuerdo a Pepe el hermanito de Julián, que mientras jugaba en el puente-pasillo cantaba voz en cuello las canciones de Antonio Molina y lo hacía muy bien.

         Al abrir el balcón del cuarto de los abuelos -que era la habitación principal-, la más grande de la casa, uno se asomaba a un patio interior rectangular, cerrado y tranquilo, sin vida de vecindad; tres paredes con ventanas clonadas de habitaciones, y la cuarta pared, la de las escaleras poco usadas, con sus estrechas y verticales ventanas.

 

Resulta que la habitación principal originalmente era el comedor, por eso estaba cerca de la cocina. Luego, según mis hermanos Pepe y Roberto, el comedor se mudó a lo que posteriormente sería la sala. Según ellos, antes de venirse a Venezuela, el cuarto de papá y mamá era un cuarto doble como el de los chicos y llegaba hasta el balcón. Luego se tumbó la pared y se estableció el comedor definitivo.

 

La cocina en el extremo opuesto al comedor con el pasillo de por medio, comenta Fote que en invierno, cuando traían la carne frita desde la cocina al comedor, la grasa llegaba blanca, casi congelada.

 

La habitación de mis padres nos acogía solo en casos de enfermedad. Los mayores, varones o hembras, defendían lo mejor posible la privacidad de las suyas.

 

No había un rincón de la casa que no formara parte de nuestro universo infantil: nuestro cuarto, el de los “chicos” donde dormíamos en literas, más el “cuarto de los baúles” y por supuesto, el largo pasillo donde se armaban los encuentros de fútbol o practicábamos el tiro al blanco con un arco que papá le regaló a Pepe. Las flechas cruzaban de un extremo al otro clavándose en el perchero del hall de entrada. En una ocasión la flecha atravesó uno de los vidrios biselados de la puerta del comedor hincándose en el pulido piso de madera. En la cocina, la carbonera de cerámica blanca era como un iglú cuadrado, tan grande (para nosotros) que con sus dos puertitas, una arriba (para llenarla con sacos de carbón), y otra al ras del suelo (para sacar el carbón al fogón), nos servía de escondite (cuando estaba medio vacía). Si, aunque no lo crean… es cierto, soy de la era del carbón. En la mañana, mamá o las chachas prendían el fogón con papel y leña y lo mantenía encendido todo el día alimentándolo con carbón hasta la hora de acostarse.

 

Sólo la sala era intocable, ahí no se jugaba, permanecía eternamente cerrada y abría sus puertas a todos nada más que el día de Los Reyes Magos.

 

*…tan emocionante como entrar a escondidas en la prohibida y cerrada sala con su oscuridad, su especifico olor y aquel ambiente, casi sagrado, donde parecía que todo estaba quieto, detenido… ( ) …la vitrina de la sala con sus maravillas de abanicos y en un panel aquellos diminutos, diminutos, hombrecillos que semejaban una escena de parque francés ( ) las inmensas tablas japonesas con los temibles samuráis… ( )

        

 …Y objetos que, como ranuras a otros mundos, completaban la casa abriéndola a lo insospechado: el Buda de bronce de la entrada, los sillones de Filipinas, el comedor de los abuelos de Cuba, el perchero de la abuela Julia, los baúles chinos, o la cómoda de papá, que como mueble de barco, definía al andariego propietario... aquella cómoda llena de cajones que contenían otros cajones, y tablitas escondiendo “lugares secretos”...

 

NOTA A POSTERIORI: Aprovecho esta “ranura a otros mundos” que Chon me abre al recuerdo para analizar un rasgo del carácter de mi padre que tiene relevancia, pues creo que de alguna manera y sin él quererlo, me hizo permeable a su amplitud de criterio: “el Buda de bronce...” ¡es cierto!, siempre estuvo presente, no sé si en la entrada o en el comedor... pero siempre estuvo ahí. Era la clásica imagen de Buda en posición de loto. Una pieza de bronce de unos doce de quince centímetros de alta, hueca pero pesada.

 

Lo curioso es que en el hall de entrada, en la pared de la izquierda, ¡siempre! estuvo presidiendo y recibiendo a todo el que llegase -sobre una peana de madera-, la virgen negra de Montserrat. La Moreneta; sentada, con el Niño Jesús en sus rodillas. Era una figura de unos cincuenta centímetros de alto.

Igualmente, recuerdo a papá interesado en el Yoga, (cuando ni por asomo se presentía que pudiera llegar a ser una moda) y tomé de un libro de Ata yoga, (la gimnasia Yoga), porque me llamó la atención, una de las posturas que practiqué hasta lograrla. Consistía en poner las dos piernas detrás de la nuca haciéndome un ovillo en el piso.

En esa época en España, la única religión permitida era la católica. Todas las demás creencias eran perseguidas. Fue de él de quien oí por primera vez el término Templario, Rosacruz, Masón, Testigo de Jehová... Papá estudiaba todas las tendencias con amplia curiosidad, en forma natural y espontánea, objetivamente y con control... y sin embargo, todos los domingos, siempre, nos obligó con cariñosa disciplina, asistir a Misa con ellos dos. Creo, es mi opinión, que siempre estuvo claro en su análisis religioso, siempre pudieron convivir la Moreneta y el Buda... ¡había espacio para todas las creencias! También es cierto que la personalidad de mamá tuvo mucho que ver con esta conservadora-amplitud-de-criterio.

 

 

(Arriba)

 

NAVIDAD

 

Pero lo cierto es que la casa se vivía más intensamente en invierno. El invierno marcaba la pauta para descubrir las estilizadas y espectaculares “Chicas de Moro”, suaves dibujos de la revista “Chicas” que apareció en 1950. Con razón me gustaba su estilo, parecido al de las películas de Disney, hasta la O de MORO, se parecía a la firma de Disney. Aunque se llamara José Luis, solo fue MORO. A Pepe también le gustaba mucho.

 

 

 

…horas para dibujar, escribir novelas, obras de teatro que nunca terminabas…

 

 

Los cuadernos de Nuestra Señora del Buen Consejo, principalmente los de materias antipáticas como el de Física y Química, el de sucio.., se convirtieron en obras de teatro, en novelas ilustradas... definitivamente la pubertad rebelde apareció con los agustinos.

 

 

…historietas a plumilla y tinta china… y sobre todo “Robin Hood”... Que aparece por primera vez en el cuaderno de Matemáticas…

 

 

…y sin darme cuenta empezaba a pensar cinematográficamente editando imágenes con la palabra SOBRA, e introducción efectos ópticos como la “pantalla” dividida…

Y Robín va mejorando en el cuaderno de dibujo Técnico ahora convertido en el bosque de Sherwood.

 

Insistiendo en el tiempo, Robin se sigue remozando ahora en un cuaderno grande de dibujo comprado en Venezuela…

 

 

hacer tus propios juguetes; espadas, arcos y flechas. ¿Cuántos albúmenes de animales y películas de vaqueros recortadas de los periódicos?

 

    

 

O las mismas tijeritas recortando sombras en el aire.

 

     

 

 Recortes copiados del libro “Ilustración de Historietas” de Emilio Freixas

 

¿Cuántos muñecos construidos con alambre y músculos rellenos con guata y piel de fieltro color carne, mas el vestuario cosido a mano; pantalones, camisas, sombreros, botas?... ¿Cuántos muñecos tallados en pastillas de jabón? aprendidos de un libro gordo y maravilloso de manualidades de Milita ¿Y cuántos recortables de papel con soldados y edificios armables que a través de sus dobleces adquirían volumen?...

 

ALFONSO: Recuerdo las tardes dibujando contigo en el cuarto de los baúles, tratando de imitarte, mientras dibujabas a Robin Hood, la corrida de toros, o la pasión de Jesús.

 

                       Dibujo de tato

 

Quiero que sepas que tu no trataste de que yo memorizara la poesía del dos de mayo... tú me obligaste a que me la aprendiera completamente!!!!!!.... que de paso me encantaba!!!! Y porque tú insististe la aprendí sin saber leer todavía… Que arrecho!!!!!.... ¡

 

 “Oigo, Patria, tu aflicción,

 y escucho el triste concierto

 que claman, llamando a muerto,

 la campana y el cañón...."

 

(NOTA: “¡Al Dos de Mayo!” Elegía Heroica de Bernardo López García (1838 – 1880). Es un largo poema con 11 estrofas de diez líneas cada una.)

 

También fuiste tú quien me enseñó el villancico "Campana sobre Campana".

 

Así como recuerdo como recortabas de ABC los anuncios de las películas que casi todas eran de vaqueros con Gary Cooper como protagonista. Los recortabas y los pegabas en una especie de álbum. Recuerdo que en una ocasión recortaste la figura de Gary Cooper y como salía igual en dos periódicos distintos, con la diferencia de que en uno salía mejor impreso, en tinta azul, pero con la pierna derecha recortada, entonces hiciste un "injerto" y tuviste a Gary Cooper completo, pero con la pierna derecha color sepia.

 

Recuerdo el "jingle" de un anuncio radial de un suplemento que pretendía competir con el “TBO” y se llamaba "PASEO":

 

 "Mama, papa, yo quiero PASEO

 Mama, papa, yo quiero PASEO…

 El trabajo a mi me agota

 y me deja fastidiado....

 Compro PASEO infantil!!....

 Y el mal humor se ha pasado!!!!!...

 Mama, papa, yo quiero PASEO

 Mama, papa, yo quiero PASEO!!!

 

Y los programas de Gila y las cuñas de Avecrem, que eran unas sopas de pollo, o unos cubitos.

 

JAVIER: No recordaba estos momentos. Me sorprende lo que cuentas, porque parece que Javier estuviera hablando de Pepe. Sin querer, te influencié como él a mí, y otro dato curioso: él me lleva siete años, los mismos que te llevo a ti…

 

¿Cuántas actividades se construyeron alrededor de la mesa camilla en el invierno??? ...

 

Pero el invierno también es dejar tu mano pegada al tubo congelado del autobús al montarte… o los sabañones en los dedos de los pies… o el resbalón en la sucia nieve que se derrite... y abrigos y mantillas, pero siempre pantalones cortos, y la castañera con su estufa en su kiosco en la pared del colegio La Salle.

 

(Milita, Angelines y Javier)

 

Pero principalmente el invierno es la Navidad. La Navidad comenzaba con la construcción del Nacimiento. Unos años se montaba en el comedor y otros (cuando no había obras de teatro), en el “cuarto de los baúles”. Una tradición donde veía a mi padre, “ayudado” por todos. Luego fueron Pepe y Fote los maestros de obras, porque el nacimiento tenía su técnica. Las maletas y baúles eran la base con algo más de un metro de alto por dos o tres de largo, con otro metro y medio de espesor más o menos. Sobre la base, pegada de la pared, lo primero que se montaba -como no tenía patas adosadas-, era la tabla de planchar de madera dura y puntas redondeada, ideal para ser el soporte del camino que se iniciaba en el castillo de Herodes, ubicado en la parte más alta del nacimiento. Por su leve pendiente bajaban los tres Reyes Magos durante los días de la Navidad hasta llegar al portal el 6 de Enero.

 

* ...Pepe y Fote poniendo el “Nacimiento” en el cuarto de los baúles, construyendo un mundo maravilloso de luces y enanos que por las noches se desplazaban y se movían y que por más que espiábamos y espiábamos, jamás pudimos descubrirlos caminando.

 

ALFONSO: Yo recuerdo a Fote y Tonete mientras montaban el nacimiento y la bandera que rodeaba todo el lateral tapando los baúles y maletas y, como olvidar la “caminata” mágica de los Reyes Magos... Tonete siempre tenía en la boca un cigarro sin encender.... como para decir que era mayor.

 

Tonete era el sobrino de las señoritas De Martín, nuestras vecinas de enfrente. Se sentían de la familia. Ellas eran las cómplices de “los reyes” guardando en su casa los juguetes hasta la víspera para llegar a media noche -todos dormidos-, y junto a mis padres, colocar los juguetes en los zapatos de cada quien.

 

Lo más importante del nacimiento era el Portal de Belén, una cueva con elementos de establo, con su ángel suspendido en el centro exterior, el niño, la Virgen y San José, la burra y el buey, todo perfectamente ambientado con el corcho para simular las montañas, el aserrín para los caminos, el musgo para la vegetación rastrera y el papel azul del cielo pegado a la pared repleto de estrellas y luna con alguna nube de algodón. El río fluyendo desde las montañas en brillante papel de “plata” con patitos y un pescador en el puente. Y las luces de colores; en la cueva, en la lumbre de los pastores, en el castillo y en las casitas del poblado, muchas de las cuales las hacíamos nosotros estilo árabe. El ángel de la Anunciación frente a los asombrados pastores. Era un gran y hermoso Nacimiento que se quitaba a mediados de enero. Ahora que lo pienso, ¿Qué pasaría con la ropa para planchar durante ese mes? La tabla de planchar era, y siempre fue, indispensable para construir el Belén.

 

Una Navidad, por iniciativa de Fote construimos cadenetas con papel lustrillo de colores para adornar el comedor. Pendiendo de las esquinas del techo cruzaban hacia la lámpara del centro. Una arraigada costumbre era comprar con días de anticipación el pollo o el pavo vivo, y amarrado de una pata en la cocina, o en el baño, convivíamos con su cacareo y olor a corral mientras engordaba para la cena de Navidad. Llegado el momento, el sacrificio del pollo se convertía en un espectáculo al cual asistíamos. Una chacha, con violento gesto le retorcía el pescuezo y le cortaba la cabeza con la cual perseguía a las hermanas, y luego de escaldado el pollo, sentadas en un banquito, lo desplumaban y las plumas terminaban en un penacho de indio comanche.

 

* ...recuerdo que éramos tú (Mercedes) y yo quienes estábamos en la cocina cuando el gallo que habían comprado para la cena de Navidad, se escapó y... sólo en casa con su ceguera fue el abuelo Pepe quien logró cazarlo en la ventana del baño

 

Una tarde salimos a comprar cosas de Navidad: reponer figuritas que no llegaron “sanas” a diciembre, castañas asadas e instrumentos musicales navideños; panderetas y zambombas... Una vez en casa, entusiasmado, con un palito en la mano, traté de sacarle sonidos de redoblante a la pandereta. En los primeros golpes su tersa piel se rompió. ¡Recién comprada! “me van a regañar… necesito echarle la culpa a alguien…”. Espero en la puerta del cuarto de los baúles a que alguien pase y en ese momento tirársela para que la pise y tener un culpable. Efectivamente, Mercedes viene corriendo, con la buena suerte y puntería que al lanzársela mete el pié en ella. “Rompiste la pandereta” “No que fuiste tú” “No, que tú”. Con la duda se diluye el daño causado.

 

En la noche de Reyes, cada cual ponía sus zapatos en la sala esperando lo que con tanta ilusión habíamos pedido por carta. A la mañana siguiente, la sala abandonaba su aire austero y señorial para mostrar un aspecto distendido. Amanecía pletórica como el cuerno de la abundancia, de par en par las puertas del hall de la entrada y las que daban al comedor. Juguetes invadiendo sillones y piso. Cada uno sabía cuáles eran los suyos pues los zapatos así los diferenciaban. Soldaditos de plomo – me encantaban-. Carritos o aviones de hojalata -fabricados en el Japón de posguerra-, que al verles “las tripas”, todavía conservaban las marcas originales de su procedencia; refrescos o enlatados. Lápices de colores. El plumier. El mecano. El balón de fútbol. Las muñecas y en algunos casos el temido y acusador carbón de castigo por “el mal comportamiento durante el año”.

 

*... ¿Y aquellos muñecos enormes que nos dejaron unos Reyes Magos y para los cuales, mamá nos prestaba ropita de bebé? El abuelo para “verlos” les tanteaba las cabezas y decía riéndose “- Son muy feos, muy feos”, y nosotras le contestábamos que no, que lo que pasaba era que él no podía ver lo bonitos que eran.

 

Y en la tarde de Reyes, la gran mesa se vestía de gala; mantel, servilletas, platos y tazas rebosantes de chocolate caliente. También formaban parte del evento la presencia de invitados, primos o amigos que acompañaban esta merienda con el tradicional Roscón de Reyes. Era un roscón especial que te ofrecía algo por ser de reyes, en su interior traía una figurita de vidrio o porcelana y la ilusión y la alegría es que el dije estuviera en el pedazo que a uno le tocaba.

Así eran nuestras Navidades, no existía el pino de Navidad, y Santa Claus todavía no desplazaba a los Reyes Magos.

 

(Arriba)

 

(Sigue en "Teatro en Casa")