Mons.
Rincón nació en San Francisco de la Cañada (Estado Zulia), el 20 de
febrero de l86l. Pertenecía a una familia humilde, y desde joven se
dedicó al comercio, sirviendo como dependiente en algunas casas de
Maracaibo. A los 25 años de edad decide hacerse sacerdote, edad
avanzada para la época, por lo que cabe preguntarse qué fue lo que
le empujó a la vida sacerdotal. El mismo cuenta de forma simple y
sin mucho detalle cual fue su itinerario personal hasta ser nombrado
arzobispo de Caracas:
"El l de abril de l886 me embarqué en Maracaibo para Puerto Cabello
para establecer allá una sucursal de la sombrerería Christern & Cia.
Estando en Puerto Cabello recibí, el 9 de septiembre del mismo 86,
la noticia de haber muerto en los Haticos
de Maracaibo mi hermano Alcibíades el 22 de agosto, de anemia
causada por calenturas de la Costa: murió a las diez de la mañana.
Con motivo de la muerte de este hermano, hice el propósito de seguir
la carrera eclesiástica, idea ésta que fue despertada en mi espíritu
por el íntimo amigo Miguel Ángel Villalobos G., quien a la sazón se
hallaba conmigo, y quien junto conmigo hizo el mismo propósito.
Este buen amigo regresó a Maracaibo en noviembre, quedando yo en
Puerto Cabello agenciando mi negocio y deseando ver lo más pronto
posible realizada la feliz idea que me había hecho concebir el amigo.
A principios de l887 regresé a Maracaibo, continué en la casa
mercantil de Von Pein & Cia. como dependiente y al mismo tiempo iba
haciendo mis estudios de Castellano y
Latín con el Dr. Antonio Acosta Medina, quien gustosamente y sin
interés monetario me enseñaba estas asignaturas. Cuando hube
aprendido dichas materias, me presenté a exámenes públicos en el
Colegio Bolívar junto con los niños de aquel instituto; haciendo en
esto un esfuerzo grande, pues me era bastante penoso. Luego obtuve
las matrículas de Castellano y Latín, me matriculé en la clase de
Griego, regentada por el Br. Orángel Rodríguez a quien debí
especiales consideraciones. Quedándome poco tiempo para asistir a
clase por la atención de mi dependencia supliqué al Sr. José Antonio
Infante, Director del Colegio Bolívar, que me aceptara un examen
particular participado, y así conseguí la matrícula de Griego. - El
9 de agosto de l888 murió mi hermano Julio en los Haticos-Después de
terminado el Griego, y aún siendo dependiente, principié el curso de
Filosofía; pero como el estudio de 2º año era difícil, resolví
separarme de la colocación que tenía, el año de l890, para no
exponerme a quedar mal en mis clases. Terminé el curso y me gradué
de Bachiller en la Universidad del Zulia el lº de septiembre de
l892. En este mismo año principié el curso de Ciencias
Eclesiásticas- el 23 de abril de l893 murió mi mamá en la Plaza de
la Capilla, como a las l0 de la noche. A principios de agosto de
este mismo año, después de haber presentado examen de las materias
de primer año de Ciencias Eclesiásticas, me embarqué para Caracas
con mi hermana Natividad, dispuesto a continuar mis estudios en el
Seminario Tridentino del Arzobispado. El l2 de agosto, a bordo del
vapor, antes de llegar a La Guaira, me puse la sotana; habiéndome
afeitado convenientemente en Curazao. Estuve en el Seminario de
Caracas hasta principio del 95 que vine para Mérida con Monseñor
Silva. En Mérida seguí mis estudios en la Universidad, al mismo
tiempo que le serví de Familiar al Ilmo. Señor obispo. Recibí la
Prima Tonsura el 23 de marzo del 95, en el Oratorio del Señor
Obispo, en Mérida; las Cuatro Ordenes Menores las recibí el 25 de
abril, en el mismo Oratorio; el Subdiaconado lo recibí en Tabay el 4
de agosto, y el Diaconado lo recibí en la Matriz de Maracaibo el 21
de diciembre, también del 95. El Sacerdocio lo recibí en la
Catedral de Mérida el l9 de setiembre del 96, y canté mi primera
misa el 24 del mismo mes, en la Capilla del Carmen, en Mérida. Me
gradué de Doctor en Ciencias Eclesiásticas el l5 de agosto del 97 en
la Universidad de Mérida. Recién ordenado me mandó Monseñor Silva
de Teniente- Cura del Pbro. Juan Ma. Flores a la parroquia del Llano
en Mérida; después habiendo tenido que separarse de la Secretaría de
Cámara el Pbro. Alfredo Clarac, fui nombrado en su reemplazo, Cura
del Sagrario y Secretario de Cámara, el 20 y 23 de marzo de l897.
Serví en estos puestos hasta el 5 de enero de l899 en que me
nombraron Cura Vicario de San Cristóbal: salí de Mérida el 8 de
enero del mismo año y llegué a San Cristóbal el día l3 del mismo.
En mayo de l9l0 fui llamado a Caracas, por Monseñor José Aversa,
Delegado Apostólico para hacerme Obispo del Zulia pero no acepté;
negativa que me costó muchísimas mortificaciones pues tanto Monseñor
Aversa como Monseñor Castro y Monseñor Silva se empeñaron
fuertemente de que aceptara. (...)
En octubre de l9l3 fui llamado a Caracas por el Señor Delegado
Apostólico, Monseñor Carlos Pietropaoli; y el Gral. Juan Vicente
Gómez me consultó si quería ir a Ciudad Bolívar como Obispo
Coadjutor de Monseñor Durán, y yo le dije que no. (El Gral. Gómez
me dijo que era urgido por el Delegado para que yo fuera a Ciudad
Bolívar).
El 23 de mayo de l9l6 me nombró el Congreso Nacional, Arzobispo de
Caracas, y acepté dicho cargo, porque me creí obligado a ello como
asunto de conciencia, no porque me guiara ningún interés particular,
ni porque sintiera gusto, pues en San Cristóbal estaba muy contento
y era muy querido.
Salí de San Cristóbal para Caracas, llamado por el Delegado
Apostólico, Monseñor Carlos Pietropaoli el día 2 de julio, en medio
de la mayor aflicción de aquel pueblo, que
mucho me había amado, y llegué a Caracas el día 7 del mismo julio.
(...)
Fui consagrado de Arzobispo el 28 de octub. del año l9l6, e
inmediatamente me encargué del Arzobispado. Fue mi consagrante,
Monseñor Antonio Ramón Silva, Obispo de
Mérida. (...)"
.
Los
primeros años en el gobierno de la arquidiócesis su actuación fue
discreta. Sus fieles no lo conocieron realmente sino a partir de
1918 cuando por circunstancias trágicas, la epidemia de gripe
española que atacó a gran parte de la población venezolana, pudo
darse a conocer, dirigiendo la Junta de Socorro que ayudó a
controlar la enfermedad en Caracas.
Su
obra se caracterizará por la edificación silenciosa y sólida de una
Iglesia que había ganado algunos privilegios perdidos.
Desde
un principio su actividad se centró especialmente en la construcción
del seminario de Caracas que fue inaugurado en l921. Por otra
parte, gracias a sus gestiones y a sus relaciones cordiales con el
Gral. Gómez, logró que llegaran al país gran número de
congregaciones religiosas, entre ellas los Jesuístas quienes se
encargaron de la dirección del seminario y la formación de los
seminaristas. Su estrecha colaboración con los representantes del
Papa dio fructuosos resultados entre los que sobresalió la erección
de cuatro nuevas diócesis en Venezuela en 1922.
En dos
ocasiones viajó a Europa. En 1924 durante los meses de julio a
noviembre viajó en peregrinación hacia Tierra Santa y diez años
después en 1934 de junio a agosto con motivo de una visita Ad Limina.
En
1933 comenzó la reconstrucción de la catedral de Caracas cuyo estado
lamentable era incluso peligroso para los fieles que se congregaban
en ella.
Tras
la muerte del Gral. Gómez en 1935 comienza para el arzobispo una
etapa dolorosa. Acusado de la malversación de los bienes de la
arquidióceis, la Santa Sede decretó el 26 de abril de l937 una
Visita Apostólica que no lograría establecer claramente las
acusaciones y que a pesar de ello, duraría dos años. La nunciatura
apostólica deseaba su renuncia para crear así nuevas condiciones que
fueran favorables a un Concordato entre la Santa Sede y el gobierno
venezolano. Pero ello no fue posible. Mons. Rincón se defendió de
los ataques dando razón de cada una de sus actividades
admnistrativas. El nombramiento hecho por la Santa Sede en 1938 de
Mons. Mejía como su obispo auxiliar con facultades de obispo
residencial, creó un nuevo conflicto pues tal acto correspondía al
gobierno venezolano por ley. Para evitar una ruptura entre ambos
poderes, se abrieron negociaciones oficiosas para la elección de un
obispo coadjutor que coincidiera con las exigencias de Roma y de
Venezuela. Después de largas conversaciones el nombramiento recayó
en Mons. Lucas Guillermo Castillo. Al mismo tiempo se decretaba la
clausura de la Visita Apostólica. Desde entonces Mons. Rincón vivíó
retirado de cualquier actividad de la arquidiócesis en la espera de
la sentencia definitiva de Roma que nunca llegó. Moriría seis años
más tarde, el 13 de mayo de 1946.
LLegaba al solio arzobispal un hombre de 55 años de edad, ya mayor
para su época, querido y respetado por aquellos que lo habían
conocido a lo largo de su ministerio sacerdotal en San Cristóbal.
Venía precedido por la fama de hombre de paz dada su intervención en
diversos problemas de su antigua diócesis y por las asperezas que
había limado en Mérida. De carácter tranquilo y sosegado, su
prudencia a veces excesiva, le hacía tomar demasiadas precauciones
en el momento de llevar a cabo una decisión, lo que imprimía a su
acción una lentitud no siempre favorable, sobre todo cuando se
trataba de aportar soluciones rápidas a problemas urgentes. Sin
embargo, su voluntad férrea y su amor a la Iglesia lo llevaban a
remontar cualquier obstáculo que se presentara y no escatimaba
esfuerzos hasta conseguir lo que se proponía. Un ejemplo claro de
ello fue su actuación en la construcción del seminario, para el que
movió cielo y tierra desde los primeros días de su arzobispado.
Muchos
le reprochaban la falta de ilustración y elocuencia que habían
distinguido a su antecesor. En realidad lo sorprendente entonces
era encontrar eclesiásticos con la formación de un obispo como Mons.
Castro, la cual se veía enriquecida por su pasión a la lectura. La
formación intelectual de Mons. Rincón fue superficial como lo fue
la de la mayoría de los eclesiásticos de su época. A esta
circunstancia se añaden dos razones que podrían explicar la
situación concreta del Arzobispo. La primera, situada a un nivel
personal, es el hecho de que la decisión de hacerse sacerdote y
empezar los estudios teológicos, fue tardía; anteriormente su vida,
destinada al comercio, no le había exigido otros conocimientos que
los de la escritura, lectura y contabilidad, sin despertar en él
mayores inquietudes intelectuales. Cabe señalar que dado el índice
de analfabetización tan elevado con que contaba Venezuela a finales
del siglo XIX, esta formación de base era de por sí un privilegio.
La
segunda razón es de índole más general y se encuentra en el nivel
medio de las Escuelas Episcopales y de los estudios de Ciencias
Eclesiásticas.
Sin
embargo, aprovechó bien dichos estudios y esto lo llevó a desempeñar
puestos de responsabilidad en la diócesis de Mérida, llamado por
Mons. Silva. Uno de los cargos que ocupó fue el de secretario de
Cámara del obispo. Para el nombramiento, Mons. Silva se dirige al
Pbro. Rincón en los siguientes términos: "Satisfechos de la
instrucción, fidelidad y prudencia de vos Pbro. Felipe Rincón
González y atendiendo a los buenos servicios que de vos hemos
recibido, os nombramos nuestro Secretario de Cámara, para que, por
el tiempo que fuera nuestra voluntad, pasen ante vos las órdenes y
demás actos tocantes a nuestra dignidad episcopal ..."
Si su
formación intelectual no fue sólida, contaba en cambio con un gran
sentido práctico y los testimonios de aquellos que le conocieron son
unánimes al señalar su gran bondad y serenidad ante cualquier
circunstancia. Estas cualidades hicieron posible que en una época
tan crítica reinara gran parte del tiempo un clima de paz y calma.
Ello no le impidió mantenerse firme en momentos de gran tensión para
la Iglesia cuando Mons. Montes de Oca fue desterrado en 1930. Si
bien buscó fórmulas de arreglo, no dió su brazo a torcer cuando el
gobierno se proclamó abiertamente en contra de los intereses de la
Iglesia.
Sus
relaciones con el Gral. Gómez fueron casi siempre cordiales. Como
ya señalamos, sus años de vida en Mérida y San Cristóbal le llevaron
a un conocimiento de la psicología andina lo que le permitió saber
como tratar al hacendado de "La Mulera" y lo que de él podía
esperar. La influencia que tenía sobre el Benemérito la utilizó en
provecho de la Iglesia y así, por ejemplo, fue posible el ingreso y
establecimiento de los jesuitas en Venezuela, en un momento en el
que parecía imposible. Sin embargo conocía bien sus límites y
prefería no abusar de la confianza del dictador. Reflejo de ello es
la carta que en 1922 envió Mons. Rincón al entonces secretario de
Gómez, Dr. Enrique Urdaneta Maya:
"Por el pliego que le adjunto verá Ud. que hemos sido nombrados
miembros de una delegación que la "Corporación Zuliana para la
Coronación de N.S. de Chiquinquirá" ha formado con el fin de exigir
al Gral. Gómez, una ayuda monetaria para el embellecimiento y
ampliación del templo de la Chiquinquirá.
Atendiendo a que el Gral. Gómez me ha ayudado siempre en mis
empresas de la Arquidiocesis y me tiene ofrecida su valiosa
cooperación para la conclusión de la obra
del Seminario, he procurado eximirme de ir a Maracay en la
Delegación; pero de ningún modo he podido hacer valer mis excusas
presentadas, y tiene resuelto ir, probablemente en la segunda semana
de marzo.
Tenga la bondad de hacerle saber al Gral. Gómez, que he hecho
esfuerzos para no ir a Maracay en esta delegación, pero que han sido
inútiles estos esfuerzos, pues Don Juan París y el Dr. Ochoa me han
compelido a ir ..."
Su
amistad con el dictador no le impidió pedir la libertad de los
presos políticos y muchos de ellos, así como numerosos asilados
volvieron al país gracias a sus gestiones. Incluso en momentos de
efervescencia popular como fueron los días de las revueltas de
1928. En esta ocasión, reunidos todos los obispos y el Nuncio
Apostólico con ocasión de la conferencia episcopal, se dirigen al
Gral. Gómez para felicitarle las fiestas de Navidad y al mismo
tiempo pedirle la amnistía de los presos políticos:
"... Y al propio tiempo, deseosos de que todos los hogares
cristianos participen de los regocijos de esta festividad, que es la
de la paz traída por el Hijo de Dios a la tierra y ofrecida a los
hombres por los mensajeros del cielo, el Representante del Padre
Común de la Cristiandad y los Pastores de la Grey venezolana nos
permitimos rogar respetuosamente al
Benemérito Jefe del País que, usando de la magnanimidad de su
corazón, se digne hacer un acto de clemencia respecto de los
actuales retenidos políticos.
Al dar este paso, los firmantes creemos responder a un impulso de
nuestros sentimientos paternales, así como a la más sincera
aspiración de que se consolide más y más en la República el amor a
la paz, fundamento insustituible del bienestar de la Naciones ..."
.
La
estima del Gral. Gómez hacia Mons. Rincón sirvió para allanar en
varias ocasiones las dificultades que surgieron entre los
representantes pontificales y el dictador. Gracias a esta
influencia fue posible contar con la ayuda necesaria para la
realización de algunos proyectos en favor de la Iglesia venezolana,
entre ellos la creación de nuevas diócesis.
El
arzobispo era consciente de esta relación y en los duros días que
marcarían el final de su administración, haciendo un balance de la
misma, escribiría a este respecto:
"La grande estimación que me profesaba el Señor Gral. J.V. Gómez,
Presidente de la República, atrajo sobre mí bastante animosidad;
pero al mismo tiempo ella sirvió para permitir que, por mi
intervención se alcanzaran beneficios que de otro
modo quizás habría sido imposible conseguir. La entrada, por
ejemplo, de la Compañía de Jesús en Venezuela, para encargarse del
Seminario, fundar colegios y prestar otros grandes servicios en el
sagrado ministerio; el ingreso aquí de otros Institutos Religiosos;
el establecimiento de las Misiones del Caroní y del Alto Orinoco, es
probable que no serían hoy una hermosa realidad, si las gestiones de
la Nunciatura Apostólica al respecto, no hubiese contado con mi
cooperación en aquella forma (...)"
.
La
valoración de su obra es sólo posible si se resitúa dentro del
contexto eclesiástico en el que se desarrolló, de ahí la importancia
de conocer la situación de la Iglesia venezolana bajo el régimen
gomecista. Finalmente el análisis de su obra acabará de perfilarnos
por si solo el retrato del noveno Arzobispo de Caracas.
La
política eclesiástica del general Gómez se caracteriza por su falta
de especificidad. El dictador aplicó exactamente la misma política
que para el gobierno general del país: el control absoluto de la
Iglesia. Esta sigue ocupando el puesto de organismo dependiente
delEestado en el que le había sumido la Ley de Patronato y el
gobierno no le deja libertad de acción. Si bien es cierto que bajo
la dictadura del Benemérito, acaba la lucha abierta del
anticlericalismo contra la Iglesia venezolana, ésta no ocupará un
puesto de relevancia a nivel político o social. Juan Vicente Gómez
asumió la Ley de Patronato con la misma rigidez con que asumió todo
el mando político y controló drásticamente todos los aspectos de
posible ingerencia del clero en asuntos de su gobierno
. Conocía la influencia de la religión y sus representantes sobre
el pueblo y no quería que la Iglesia adquiriera un poder capaz de
crearle problemas y minar su autoridad. Su experiencia en el
Táchira y en Colombia de la influencia del clero colombiano en
política
, le previno contra tal peligro para sus pretensiones absolutistas.
Por eso no dudó un momento en encarcelar a lo largo de su mandato, a
varios sacerdotes que más tarde morirían en prisión o permanecerían
encerrados durante largos años
.
Velázquez en su Entrevista imaginaria con Juan Vicente Gómez,
ha sabido analizar el pensamiento del dictador en este sentido:
"Y eran como veinte fiestas de la Iglesia al año, porque los curas
dominaban mucho y nadie quería aparecer como ateo o masón ... Yo
veía eso y que los curas en Colombia
mandaban en el gobierno más que el Presidente y cuando iba a misa en
Cúcuta oía los sermones de los curas dándoles órdenes de gobierno
...
... Y después, hubo uno que otro cura que se quiso meter en
política, pero los puse en su puesto, pues yo no me metía en las
cosas de la Iglesia para que ellos no se metieran en las cosas del
gobierno, y así cada quién en sus negocios y no hay enredos"
.
En el
espíritu del general Gómez cada cual tenía su lugar y la Iglesia no
debía extralimitarse. Evidentemente él era quien marcaba los
límites que no debían pasarse y señalaba las prerrogativas del campo
religioso. No podemos hablar de un anticlericalismo por su parte
"porque yo respeto la religión, pero ellos [los sacerdotes], no
deben meterse a protestar y menos a conspirar, si señor. Dígame si
eso se deja así, a lo mejor aquí pasa lo que en Colombia, que son
los curas los que mandan"
.
Ante
este panorama, la Iglesia reconoció su debilidad estructural, y
redujo su acción al campo pastoral y ministerial.
Tres
aspectos nos muestran el control de Gómez sobre la Iglesia: su
pobreza y la del clero ; las relaciones de Gómez con los
representantes de la Santa Sede que nunca consiguieron de él la
firma del tan deseado Concordato y la legislación eclesiástica del
período gomecista.
Este
fue uno de los problemas más graves a los que se enfrentó la Iglesia
y que limitó considerablemente su campo de acción. A pesar de que
poseía algunas propiedades, éstas bastaban apenas para que
subsistieran minimamente; del pueblo sólo recibía esporádicas ayudas
ya que las prohibiciones de Guzmán Blanco lo acostumbraron a
desentenderse de los problemas económicos de la Iglesia. La época de
las primicias estaba muy lejos. Las asignaciones eclesiásticas, si
bien habían subido con la llegada de Gómez al poder, pronto se
reducirían como consecuencia de la Primera Guerra Mundial, llegando
a una de las cantidades más bajas de toda la historia:
Año
Monto total de las asignaciones
1837 Bs.
328.000 ( 82.000pesos)
1841 "
436.000 (109.000pesos)
1860 "
628.000 (157.000pesos)
1878 Guzmán Blanco " 325.000
( 65.000pesos)
1887
"
393.000
1896 "
446.000
1905 Cipriano Castro " 148.000
1915 J. V. Gómez " 186.000
1919 "
172.000
1925 "
286.000
1935 "
446.000
Según
testimonio de los propios obispos, antes de 1914 éstos tenían un
salario particular de Bs. 200, más las asignaciones correspondientes
a los gastos de las diócesis, de las cuales gran parte iba dirigida
al Seminario.
Al estallar la Primera Guerra Mundial, las asignaciones se
rebajaron agravando la situación de pobreza en la que vivían la
mayor parte de las diócesis. Los testimonios son elocuentes por sí
solos; en 1916 Mons. Alvarado se dirige al Presidente provisional de
la República para exponerle:
"Hace un año que a causa de la guerra europea, suspendió el Gobierno
Nacional la pensión que pasaba al Seminario de Barquisimeto y me
rebajó la mitad del sueldo que me
corresponde como Obispo de aquella diócesis, el cual compartía con
aquel instituto docente que es de vital importancia para la Iglesia
de occidente ..."
.
Mons.
Pietropaoli salió en defensa de los obispos poco tiempo después:
también en carta escrita en 1916, el delegado apostólico se dirige
al Dr. Márquez Bustillos en los siguientes términos:
" ... me atrevo a manifestarle la triste situación económica en que
se hallan los señores obispos de la República con motivo de las
rebajas de los honorarios. Es imposible y deshonroso para ellos
vivir y sostener el Seminario con Bs. 400 mensuales, sin contar con
otros recursos"
.
Sin
embargo, la situación no varió durante algunos años como lo revela
una carta que Mons. Alvarado dirige a Gómez en 1922 recordándole su
situación de pobreza. A todo ello se une el estado en que se
encontraban algunas diócesis, como por ejemplo la del Zulia, que en
1912 era "la diócesis más pequeña de la República y el Obispado no
tiene ni Palacio ni Seminario"
. En 1916 Mons. Pietropaoli la pondrá como ejemplo de la pobreza
existente en la Iglesia haciendo notar que Mons. Alvarez "no sólo
proviene de familia muy pobre, sino que le ha tocado una diócesis
pequeña, abandonada, sin Palacio, sin casa para el Seminario"
. El caso de la diócesis del Zulia no es excepcional, pues incluso
la sede metropolitana se hallaba sin un edificio apropiado para el
Seminario y la Catedral de Caracas estaba sujeta a constantes
reformas pues su estado de deterioro llegaba a ser peligroso para
los fieles que en ella se reunían.
A
través del pago de las asignaciones y de su control, el gobierno
tenía en sus manos un arma coercitiva muy fuerte que no dudaba en
utilizar para mantener a raya a los obispos y al clero. Así en
l930, el ministro de Relaciones Interiores cortó la asignación
correspondiente al obispo del Zulia, Mons. Godoy
, por la protesta que éste le había dirigido en contra de las
medidas que impedían la entrada al país de sacerdotes extranjeros
.
Todo
ello hacía que el clero venezolano estuviera sometido al gobierno
y más en concreto a la persona del general Gómez. Efectivamente,
si analizamos la correspondencia que el clero envió a Gómez a lo
largo de su mandato (1909-1935), lo primero que llama la atención es
constatar que el 90% de la misma se limita a pedir al Benemérito la
solución de sus problemas materiales. En la mayoría de las cartas,
le piden el dinero que les falta ya sea para cubrir sus necesidades
más urgentes (comprar medicinas, vivir cotidianamente, etc.), o para
la reconstrucción de sus templos y catedrales, la construcción de
seminarios, el pago de becas para los seminaristas y además para
obtener los puestos vacantes y deseados.
La
figura de Gómez aparece en estas cartas como la del Benefactor, el
Padre de la Nación, el único capaz de remediar esta situación de
pobreza puesto que ya había remediado otras más graves como eran el
restablecimiento de la paz en el país, el haber dado trabajo a todos
los venezolanos y el haber hecho posible el progreso de la nación.
Se le llega a identificar tanto con el país mismo, que no es raro
encontrar cartas en la que se le formulan "los más vivos votos por
su felicidad que lo es también de la Patria". La necesidad empuja a
los sacerdotes a una adulación manifiesta y en ciertos casos, para
lograr el favor del dictador, algunos llegan incluso a la delación.
De más está decir que el cuadro que presentan es bastante lamentable
y sintomático de una situación, ya que toda la nación, de la cual el
clero no representaba sino una mínima parte, estaba en las manos del
general Gómez. Este, hombre muy rico y con una táctica política muy
personal, que aplicaba a todos los sectores de la sociedad y de su
gobierno (el ejército, los jefes de Estado, etc.), respondía
afirmativamente a todas estas peticiones y su ayuda nunca le faltó a
la Iglesia ni a sus miembros. Creaba así lazos de compromiso y
agradecimiento, casi filiales, de manera que cualquier traición era
ante sus ojos la falta de un hijo ingrato que debía ser castigado
por su bien y el de la familia. Para él era primordial establecer
estos vínculos:
"porque los compromisos deben ser como los nudos de una hamaca, bien
duros para que la hamaca meza y no se caiga ... yo les doy todo lo
que necesitan ... pero también saben que no pueden tener amistad con
todo el mundo, ni andar leyendo libros raros, ni mucho menos estar
hablando las cosas del gobierno ni en su propia casa"
.
Establecía una complicidad que nada tenía de inocente y coartaba así
la libertad de la Iglesia ofreciendo ésta ante el pueblo una imagen
de aliada del poder y de nadar en riquezas
. Ejemplos no faltan para ilustrar esta situación y uno de los más
claros fue la ayuda que Gómez prestó para la reconstrucción de la
Catedral de Caracas. En 1933 se planteó seriamente en el Cabildo
Metropolitano el problema de la Catedral. Dado el estado lamentable
en la que se encontraba, las soluciones a adoptar eran bastante
limitadas; entre los capitulares surge el viejo proyecto, forjado
tres siglos atrás de la construcción de un edificio totalmente nuevo
y monumental que prescindiría por completo de la estructura del
edificio de entonces; otros consideraban más conveniente la
reconstrucción de la vieja catedral dadas las condiciones económicas
con las que ésta contaba por entonces y a la envergadura del
proyecto de construcción que exigiría demasiado tiempo y
entorpecería el servicio parroquial de gran parte de la ciudad.
Ante tales razones se convino en que la mejor solución sería la
reparación en grande de la Iglesia, para remediar sobre todo el
estado de fealdad y deterioro de los techos pero manteniendo su
estructura. En la sesión extraordinaria del Cabildo del ll de enero
de l933, el arzobispo presenta el proyecto ideado por los ingenieros
nombrados a tal fin, con un memorandum de los trabajos que habrían
de realizarse y el montante del presupuesto que alcanzaría la suma
de Bs. 810.000. Después de la discusión del problema, Mons. Rincón
concluyó de la siguiente manera:
"...Que habiendo en otras ocasiones tratado con el Presidente de la
República, general Juan Vicente Gómez, del asunto edificio de la
Catedral, el general le había significado categóricamente no ser
propicio a una empresa de reconstrucción, pero que estaba dispuesto
a ayudarle en las reparaciones que hubieran de ejecutarse; que
atendiendo a esta oferta, su Excia. Rvma. tenía resuelto trasladarse
a Maracay el viernes próximo (l3 de
enero), para exigirle como contribución la mitad de la suma
propuesta, o sean cuatrocientos mil (400.000) bolívares; que si el
general Gómez se excusaba de complacerlo con motivo de su reciente
Decreto de concentración de todos los fondos nacionales este año en
los gastos de construcción del Puerto de Turiamo, se prescindiría de
llevar adelante el proyecto, pero si el general atendía a su
petición, el proyecto se pondrá en práctica. Puestas las cosas en
ese terreno, el Cabildo creyó discreto el pensamiento del Sr.
Arzobispo, quedando en expectativa del resultado de la gestión que
su Excia. Rvma. iba a intentar, se dió por terminada la sesión"
.
Hechas
las gestiones por parte del arzobispo, el Cabildo se reunió de nuevo
en sesión extraordinaria cinco días más tarde, el l6 de enero, para
saber cuál había sido el resultado de la entrevista. Los informes
fueron los siguientes:
"...Que el general Gómez le había significado que, habiendo ya
expedido el Decreto relativo al Puerto de Turiamo, no podía
modificar lo dispuesto señalando fondos
del Tesoro Público para otras obras, pero que como él debía mucho a
Dios resolvía dar de su propio peculio la suma de Bs. 400.000"
.
Dicha
suma equivalía casi al total de las asignaciones del clero ese
año. Evidentemente las reformas de la Catedral se llevaron a cabo.
¿Podía trabajarse de otra forma?. Para la Venezuela de entonces era
muy difícil. La Iglesia debía mostrarse agradecida. Este es sólo
un ejemplo de los múltiples servicios económicos que Gómez prestó a
las diferentes obras eclesiásticas realizadas en todo el país. Sin
su ayuda, la construcción del Seminario Diocesano de Caracas hubiera
sido imposible. Era también una forma de canalizar los proyectos
que podían interesarle o favorecerle y un medio de aumentar su
popularidad como padre y benefactor de la patria y de la Iglesia.
A lo
largo de sus relaciones con la Santa Sede, los gobernantes
venezolanos dejaron bien sentado que el Estado se consideraba en
poder de derecho del Patronato y por lo tanto no reconocía en los
representantes papales sino facultades meramente diplomáticas y no
la jurisdicción eclesiástica que ellos tuvieran en otros países
. La Ley de Patronato no aceptaba en el territorio de la República
otros prelados con jurisdicción sino los arzobispos y obispos que
elegía el Congreso para ser presentados a Su Santidad y los vicarios
capitulares que en sede vacante nombraran los respectivos Cabildos
para presentarlos a la aceptación del Poder Ejecutivo. Toda otra
autoridad eclesiástica que pretendía ejercer dentro del territorio
era contraria a la Ley
.
Venezuela recibió por primera vez la representación del papado en
l876, pero a excepción de esta ocasión en la que Mons. Cocchia vino
al país para solucionar una situación de extrema gravedad, y en
circunstancias extraordinarias, ningún otro delegado apostólico pudo
instalarse en Venezuela. Así, en l884 cuando llega a Santo Domingo
el nuevo delegado apostólico y enviado Extraordinario, Mons.
Bernadino D' Milia
, el Estado no lo reconoce como tal. En una carta que el ministro
de Relaciones Exteriores envía al ministro de Relaciones Interiores
el l3 de agosto de l884, especifica que:
"No se intente hacer valer las circunstancias de que Fray Bernardino
D'Milia viene a reemplazar a Mons. Cocchia, pues aunque éste fue
aceptado, se hizo previa su declaratoria de no ejercer su
jurisdicción, y de que la circunstancia especial
porque se le recibía no establecería precedente en ningún
tiempo ni por ningún motivo"
.
En
l909 se instala en el país Mons. Aversa como representante de la
Santa Sede, pero sin ostentar el título de delegado apostólico.
Hasta entonces el Delegado del Pontificado en Santo Domingo y Haití
estaba comisionado también para Venezuela pero nunca residió en el
territorio venezolano y no se le reconocían sus facultades como
tal. ¿Por qué esta negativa? Porque Venezuela:
"Es uno de los países que (usando la fórmula sintética felizmente
empleada por Planas Suárez en su reciente libro Tratado de
Derecho Internacional Público, t. I,
pag.377), no admite los representantes de la Santa sede con
títulos pontificios sino expresamente con denominación diplomática.
Ha sido en aplicación de este principio que se ha negado Venezuela a
admitir representantes del Papa con el nombre de 'Delegados
Apostólicos', porque ésta es un
denominación meramente eclesiástica"
.
Por su
parte, la actitud de Roma en su relación con los estados americanos
evoluciona y tiende a ser bastante condescendiente. Desde Gregorio
XVI (1831-1846), que reconoció la independencia de las nuevas
naciones, una serie de obstáculos se sucederán hasta la
normalización de las relaciones entre Roma y los nuevos Estados. En
Venezuela ésta no tendrá lugar hasta l964 con la firma del Modus
Vivendi.
La
política papal en Venezuela tendrá dos objetivos: la firma del
Concordato y la consecución del mayor número de libertades para la
Iglesia Católica. Cada enviado especial deberá jugar lo mejor
posible con las circunstancias que se le presenten. Sin embargo, la
actitud de cada Papa será más o menos estricta frente a esta
política general. León XIII (1878-1903) marcará su preferencia por
los métodos diplomáticos a fin de evitar cualquier protesta por
parte de los gobiernos. Quiso impedir toda prevención contra la
Iglesia y prefirió acentuar el importante apoyo moral que ésta
ofrecía contra las pasiones revolucionarias. Esta política le llevó
a la solución de conflictos con varias repúblicas Latinoamericanas
.
Por su
parte Pio X (1903-1914), tuvo una actitud más intransigente dada su
preocupación por reivindicar para la Iglesia la libertad total
frente al Estado. Sin embargo, la aplicación de dicha política en
Venezuela no fue tan drástica como en otros Estados, ni causó los
conflictos con los que tuvo que enfrentarse el Papa en Europa.
Fue
durante su pontificado que Mons. Aversa llegó a Venezuela como
"Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de su Santidad
el Papa". Había sido enviado como delegado apostólico a Cuba y
Puerto Rico en 1906, pero su residencia tan lejos de Venezuela,
hacía ineficaz su acción en el país dada la dificultad y retraso de
las comunicaciones, que le impedían tratar directamente los asuntos
eclesiásticos. En estas condiciones resultaba más fácil dirigirse
directamente a Roma. En 1909, Mons. Aversa recibió el encargo de
dirigirse a Venezuela, para ver su estado religioso, siempre tenso.
Llegará a Caracas el 3 de octubre del mismo año
. Su actuación fue muy importante. Intervino en la elección de los
Obispos de Barquisimeto y el Zulia, Sres. Aguedo Felipe Alvarado y
Arturo Celestino Álvarez. Según Mons. Navarro:
"Con la obra memorable de Mons. Aversa comienza la era de una
especial solicitud de la Santa Sede en favor de Venezuela, la cual,
desde luego, se manifestó en el decidido propósito de crear la
Delegación Pontificia permanente en nuestro país"
.
Hasta
qué punto dicha afirmación es cierta y si la influencia de Mons.
Aversa llegó tan lejos es difícil determinarlo. Lo que si es cierto
es que fue el primer enviado papal que después de mucho tiempo, tuvo
un contacto personal con los problemas eclesiásticos del país y sus
dirigentes políticos. Este último hecho es muy importante, pues
podía informar a Roma sobre bases sólidas cuáles eran las
posibilidades que un hombre como el general Gómez les brindaba. Sus
relaciones co el dictador fueron muy cordiales. Mons. Aversa había
recibido de sus manos la Condecoración del Busto del Libertador, la
más alta condecoración otorgada en Venezuela, y en su despedida,
como regalo personal, Gómez le ofreció un anillo "que contiene una
inscripción de mi recuerdo hacia usted, a fin que lo conserve como
un testimonio del sincero afecto con que soy su apreciador y amigo"
.
Las
últimas palabras de despedida del Benemérito a Mons. Aversa
corroboran esta afección: "Ya he tenido oportunidad de hacer saber a
ud. cuánto lamento su separación de Venezuela donde como ilustre
Representante de la Santa Sede y como persona culta, se ha hecho
acreedor de la estimación general y muy particularmente a la mía"
.
En
1911 Mons. Aversa fue promovido a la Legación Apostólica del Brasil
como primer Nuncio de esta República y sale de Caracas el 8 de abril
de 1911. Dicho ascenso testimonia del éxito de su misión en el país
que desde entonces queda abierto a nuevas representaciones
pontificales. A pesar de todos los progresos realizados las únicas
prerrogativas que el Estado siguió reconociendo a los representantes
papales fueron sus facultades diplomáticas.
En
1913 llegó al país un nuevo delegado del Papa, Mons. Pietropaoli,
siendo el primer Delegado Apostólico enviado exclusivamente para
Venezuela
. Llegó a Caracas el 27 de junio de 1913 y permaneció en el país
hasta el 18 de agosto de 1917
. Intervino en la solución de los asuntos administrativos de la
diócesis de Guayana
, pero su gestión fundamental era la de negociar un Concordato o
cuando menos lograr que se modificaran algunas de las disposiciones
legales vigentes en Venezuela, aprovechando la reforma
constitucional de 1914
. En ambos propósitos se empeñó con habilidad y paciencia. Hombre
de una personalidad original, se ganó la confianza total de la madre
y las hermanas del dictador, sabiendo que éstas podrían tener algún
ascendiente sobre él, pero el entorno político del general Gómez,
manifiestamente anticlerical, se interpuso en sus pretensiones.
Desde
principios del año 1914, comenzó su campaña por las reformas
favorables a la Iglesia dentro de la nueva Constitución. Estas
trataban sobre la libre entrada en el país de los presbíteros
católicos extranjeros; sobre la libertad religiosa, teniendo en
cuenta que la religión conocida por la ley en Venezuela era la
católica; el establecimiento de misiones y Vicariatos Apostólicos en
los puntos de la República donde hubiesen indígenas que civilizar; y
la redacción de una nueva fórmula del juramento impuesto a los
obispos
.
A
pesar de que se le dejaba entrever que se tomarían en cuanta sus
reformas, la nueva Constitución fue proclamada sin que las
diligencias hechas por Mons. Pietropaoli hubieran dado el mínimo
fruto. Reiteradas fueron las súplicas que éste dirigió al general
Gómez sin resultado alguno. Esta situación lo indispuso ante sus
superiores, ya que llevaba más de 10 meses en Venezuela no había
logrado nada de lo que se había propuesto
. Tal vez Roma subestimó a este caudillo venezolano al que no se le
ganaba fácilmente.
Si su
gran fracaso en 1914 fue la reforma religiosa en la Constitución,
logró, por otra parte, que se estableciera una Legación venezolana
cerca del Papa. "Este hecho tiene una importancia trascendental, y
será de un gran provecho al porvenir del país"
.
Mons.
Pietropaoli no dejará de luchar por conseguir los objetivos que se
había impuesto. Su misión coincide con el final del pontificado de
Pio X y el comienzo del de Benedicto XV (1914-1922), quien impulsará
una nueva evolución en las relaciones diplomáticas
.
En
1916 en una carta con fecha del 10 de marzo
, Mons. Pietropaoli comunica al Presidente de la República, que el
Papa Benedicto XV le concede una de las más altas condecoraciones, y
en virtud del Breve de su Santidad entraba el general Gómez en el
gremio de los Caballeros de la Orden Piana de Primera Clase con el
título de Gran Cruz, con todas las prerrogativas que le
correspondían y el derecho de nobleza transmisible a sus hijos.
Este honor no había sido concedido a ningún otro presidente de la
América Latina. No eran las dotes piadosas ni el ejemplo moral del
dictador los que le habían hecho merecedor de tal condecoración. A
juzgar por las palabras que Velásquez pone en boca de Gómez, éste
fue un intento del Delegado para lograr la firma del Concordato, que
no tuvo lugar:
"Por eso cuando llegué a la presidencia y el año 15 vino un Nuncio
del Papa, un tal Pietropaoli y me ofreció hacerme Conde Romano si le
firmaba el Concordato. Le pregunté al doctor García qué era el
Concordato y él me explicó, muy sencillo que si firmaba ese papel me
iban a nombrar todos los obispos y yo no podía
escoger Obispo ni Arzobispo como escogí al Padre Rincón
González de San Cristóbal como Arzobispo de Caracas, cuando el
pleito entre los aspirantes después de la muerte de Mons. Castro y
como yo no necesitaba ser Conde, le dije a Pietropaoli que
discutiera con Zumeta que era ateo y muy leído y no paso nada ..."
El
acto de entrega del breve tuvo lugar el 3 de noviembre de 1916
.
Para
entonces, hacía poco que se habían regularizado las relaciones entre
la Santa Sede y Venezuela ya que Roma había decidido convertir en
Internunciaturas todas las representaciones que con el nombre de
Delegaciones Apostólicas tenía acreditadas ante los gobiernos
. Desde julio de 1916 Venezuela (como muchos otros paises), contará
con una Internunciatura, siendo Mons. Pietropaoli su primer
Internuncio. Como tal, se situaba en el mismo rango que los
ministros Plenipotenciarios, aunque a nivel de funciones estaba
asimilado al nuncio, es decir, tenía una doble función en el
territorio venezolano: diplomática y espiritual. Con la
internunciatura, se establecían relaciones diplomáticas permanentes
entre Venezuela y la Santa Sede
. Según el Dr. Arcaya, consultado sobre la conveniencia de aceptar
a los representantes papales denominados internuncios, éste responde
que:
"No hay razón alguna de lógica ni de derecho que justifique la
negativa a aceptar un representante del Papa con este título, que es
el que a sus agentes diplomáticos de 2º
orden de la Santa Sede ya que no se pone en duda la admisibilidad de
las legislaciones del Papa en la República"
.
Mons.
Pietropaoli se preocupó por conocer el ambiente eclesiástico del
país y su clero. En muchas ocasiones fue un apoyo para el mismo,
como lo muestran las diferentes cartas enviadas a Gómez por los
sacerdotes en las que éstos señalan al internuncio como el apoyo y
la autoridad bajo la cual se sienten animados a pedir diversos
favores al dictador. Fue también constante su deseo por la
prosperidad de las diócesis y el contacto más estrecho entre los
obispos y el Papa por medio de las visitas Ad Limina. Así, el
obispo del Zulia, Mons. Alvarez escribe a Gómez en l9l4 pidiéndole
dinero para poder pagarse el viaje a Roma:
"Me mueve también hacerle esta súplica, el deseo de complacer al
Excmo. Sr. Delegado Apostólico, Mons. Pietropaoli, que en distintas
ocasiones me ha expresado su voluntad de que haga todos los
esfuerzos posibles de ir a Roma..."
.
El 23
de julio de l9l7, Mons. Pietropaoli escribe al general Gómez para
despedirse, pues parte de vacaciones a Roma cuatro meses. Ya
presentiría que su misión en Venezuela tocaba a su fin, pues sus
palabras de despedida parecen un adión definitivo:
"...En tanto le doy a usted las gracias más efusivas por la amistad
que me ha brindado y por el apoyo que me prestó en mi ardua misión.
Cumplí mi deber a la luz del sol e hice cuanto pude por el bien de
la Iglesia. He querido a Venezuela como a mi segunda patria, y fui
y soy de usted verdadero y leal amigo, y de mi afección pese a quien
pesare, le he dado pruebas manifiestas. He tenido la dicha de
estrechar más y más las relaciones de la Santa Sede con el gobierno
de usted. Disimule las molestias que le he ocasionado y me haga el
honor de conservarme su benevolencia. Le recomiendo la Iglesia, que
es la mejor amiga de la patria venezolana..."
.
Se
embarcó hacia Roma el l8 de agosto de l9l7. Desde la Ciudad Eterna
continuó las relaciones con el general Gómez, sobre todo a través de
un hijo de éste, Darío, que realizaba sus estudios en Italia.
Sucedió a Mons. Pietropaoli
, Mons. Francisco Marchetti-Selvaggiani
. Desde París, Gil Fortoul ya había prevenido a Gómez de la llegada
del nuevo internuncio y lo ponía en guardia contra las
reivindicaciones que éste llevaría consigo y los métodos que
utilizaría para conseguirlas. En este sentido le escribía al
Benemérito:
"...Probablemente hará gestiones hábiles en el sentido de que se
modifique -o se viole- nuestra legislación. Por fortuna esas
gestiones fracasarán si nuestro gobierno y nuestro Congreso se
atienen siempre y exclusivamente a lo que prescribe nuestra
Constitución sobre Patronato y sobre prohibición de conventos.
Permítame llamarle la atención sobre esto,
porque los diplomáticos del Vaticano se valen de todos los medios
posibles para llegar, directamente o por vías indirectas, a sus
fines (...)
.
El
anticlericalismo y el positivismo seguían marcando a muchos
políticos venezolanos.
Mons.
Marchetti llegó a Caracas el 2 de agosto de l9l8 y presentó sus
credenciales el 7 del mismo mes. Su obra fue continuación de la de
Mons. Pietropaoli. Apoyó y animó al arzobispo y al clero de la
ciudad en la realización de diferentes proyectos, sobre todo en la
construcción del Seminario, y obtuvo del Papa la creación de una
beca perpetua en el colegio Pio Latino Americano a expensas de Su
Santidad para un seminarista venezolano
. En 1920 solucionó el problema de la diócesis de Calabozo cuya
administración presentaba irregularidades dado el estado de vejez de
su obispo, Mons. Felipe Neri Sendrea
. Le nombró como obispo coadjutor con derecho a sucesión al obispo
del Zulia, Mons. Arturo C. Alvarez y se eligió un nuevo obispo para
esta diócesis, Mons. Marcos Sergio Godoy.
El 15
de abril de 1920, Benedicto XV elevó al rango de Nunciatura la
legación de Venezuela. La elevación de la legación pontificia al
rango de nunciatura era iniciativa del Papado. Así lo declaran las
letras de erección de la nunciatura venezolana, en la que Benedicto
XV hace uso de tal derecho "al modo que lo han acostumbrado hacer
nuestros predecesores (...)" erigiendo y constituyendo "a
perpetuidad la expresada legación en nunciatura apostólica..., y que
a esta misma legación se le preste aprobación y apoyo perpetuamente
y en lo porvenir"
. Por su parte el gobierno, aceptando tal erección, aceptaba que
los nuncios ejercieran en el territorio las atribuciones que el
derecho canónico les confiaba
. Estas eran de dos clase, unas de orden diplomático y otras de
orden religioso. Lon nuncios no eran pues, meros agentes
diplómaticos: representaban al Papa no sólo en el plano diplomático
sino también en el espiritual. Lon nuncios debían velar por el
clero y el pueblo venezolano e informar al Papa sobre él. Por lo
tanto, su intervención en los asuntos locales según el derecho, no
debían ser tomados como una indiscreción o abuso de poder
. Estas prerrogativas no se cumplirían de hecho en el país y esta
incomprensión de sus respectivos derechos sería la base de graves
conflictos.
Mons. Marchetti fuel el primer agente diplomático que, como nuncio,
representa en el país a la Santa Sede. Tal acontecimiento llenó de
alegría al clero venezolano. En una carta pastoral escrita por este
motivo, Mons. Rincón expresa el júbilo general, pues la Iglesia
venezolana se siente así más próxima a su pastor:
"...La alteza de este honor y la espontaneidad con que se nos ha
hecho, son pruebas evidentes del amor paternal con que nos mira el
vicario de Jesucristo, de la estimación en
que tiene a nuestra República y del celo entrañable con que quiere
acercarse cada vez más a nosotros, humilde porción de su grey, hasta
ponerse en íntimo contacto con nuestras necesidades espirituales"
.
Políticamente era un acto importante, pues la representación papal
tomaba el caracter de embajada, y las relaciones entre Venezuela y
la Santa Sede, pasaban a un plano de mayor envergadura. Sin
embargo, si bien se lograron muchas ventajas para la mejor
organizacón de la Iglesia, su estatuto de sumisión al Estado no
cambió, ya que durante todo el período gomecista la firma del
Concordato fue imposible.
El 21
de agosto de l920, Mons. Marchetti fue recibido en audiencia
solemnísima, por el Presidente de la República, como Nuncio
Apostólico tributándosele todos los honores de embajador. Su misión
como tal en nuestro país sería muy corta ya que poco tiempo después,
fue llamado a Roma para ser promovido a la nunciatura de Viena. Se
despidió de Caracas el 21 de septiembre de l920
.
Mons.
Felipe Cortesi
, arzobispo titular de Sirace, nuevo Nuncio Apostólico para
Venezuela, llega al país el l de diciembre de l921. Desde un
principio, mostró su interés por el auge de la Iglesia y su
influencia en la educación de la juventud, así como su preocupación
por el prestigio social del clero. Sus relaciones con el gobierno
fueron cordiales e influyó en la elección de cuatro nuevas diócesis
de la República en l922. Este hecho dio pie a uno de los
acontecimientos más notables de su misión: la gira apostólica que
realizó por las recientes regiones desmembradas. La noticia de
este viaje se percibió como una muestra del interés del nuncio por
conocer los problemas del país y hacerse presente para animar a los
obispos y al clero en su ardua labor. Mons. Alvarado, obispo de
Barquisimeto, en carta dirigida al general Gómez así lo expresa:
"El Excmo. Sr. Nuncio Apostólico, a imitación de Su Santidad Pío XI
en Polonia, deseaba visitar las ciudades episcopales de la República
para palpar más de cerca las necesidades de nuestra Iglesia, y
también movido por el interés que en él ha despertado nuestro país"
.
Desde
principios de diciembre hasta principios del año l923, Mons. Cortesi
recorrió las nuevas diócesis. La visita fue un éxito y le brindó la
ocasión de promover los medios para fundar en las diferentes
diócesis los Seminarios Menores Diocesanos. Logró también que
aquellas fundaran nuevas becas en el Colegio Pío Latino Americano
.
Indiscutible fue el apoyo que Mons. Cortesi le ofreció al arzobispo
de Caracas. Prueba de ello son todas las obras que entre ambos
llevaron a cabo, siendo las más importantes la división eclesiástica
del territorio nacional y la introducción en el país de nuevas
Ordenes Religiosas, favoreciendo así a los obispos, a quienes
causaba grandes problemas la falta de clero. La llegada al país de
estos religiosos les ayudó a resolverlos, aunque sólo fuera en
parte.
Intervino en el nombramiento de coadjutores con derecho a sucesión
de Mons. Acacio Chacón
, para el arzobispado de Mérida y de Mons. Enrique Ma. Dubuc
para la diócesis de Barquisimeto, dada la ancianidad de los obispos
que las ocupaban y la inminente vacancia de sus sedes.
Su
misión en Venezuela acabó en agosto de l926 cuando fue nombrado
nuncio en Argentina, dejando tras de sí una valiosa labor en pro de
la Iglesia venezolana.
El 8
de agosto de l926, llegaba a Venezuela el último de los nuncios del
período gomecista, Mons. Fernando Cento
, quien fue recibido por el arzobispo el l2 de septiembre. Como sus
antecesores, desde un principio estudió la situación religiosa del
país y tomó contacto con los obispos de las diferentes diócesis que
lo acogieron con agrado. En l928, invitado por el obispo de Cumaná,
Mons. Sixto Sosa
, para la inauguración del Seminario Diocesano, realizó una gira
apostólica por el oriente del país, siguiendo así la tradición
establecida por Mons. Cortesi y que tanto bien hacía a las diócesis
.
Sus
contactos con Gómez fueron cordiales y al igual que sus antecesores
no perdía ocasión para acentuar las virtudes de su gobierno y
subrayar el destino mesiánico al que había sido llamado el dictador
tomando la dirección del país. Pocos meses después de su llegada,
escribe al general Gómez para convencerle de la conveniencia de
firmar el tan deseado Concordato
, pero corrió la misma suerte que aquellos que le precedieron y no
logró estrechar más las relaciones entre la Santa Sede y Venezuela
en este sentido, a pesar de que las directrices generales de Pío XI
en cuanto a la relación de la Iglesia con los Estados, era la de
obtener, yendo lo más lejos posible, la garantía diplomática de un
Concordato. El Papa veía en esto la posibilidad de hacer penetrar
en las legislaciones seculares, distintas estipulaciones del derecho
canónico que concernían a la legislación respecto al matrimonio y a
la educación escolar. Quería, además, garantizar a la Santa Sede el
derecho de elegir libremente a los obispos, punto en el que la Curia
Romana no pensaba transigir más
. En Venezuela todo ello fue imposible. Por una parte el entorno
anticlerical y el deseo de mantener el poder absoluto del general
Gómez no favorecieron estos objetivos, y por otra parte el cambio
continuo de nuncios que no conocían el país y debían ganarse la
confianza del dictador, no facilitó las cosas en este sentido.
La
misión de Mons. Cento en Venezuela acabó en l936. El 25 de agosto
de ese año, dejaba el país para dirigirse al Perú. La última etapa
de sus gestiones dentro de la Iglesia venezolana no fue afortunada.
De ella hablaremos más adelante.
Cinco
representantes del Papa a lo largo de 27 años tropezaron con la
misma piedra inamomible de un dictador celoso de sus prerrogativas
con respecto a la Iglesia. Sin embargo, la presencia de estos
prelados en el país durante todo ese tiempo fue fructífera y
confortó enormemente al clero nacional.
Como
señala el Padre Hermann González:
"Los documentos ... correspondientes al largo período de
gobierno del general Juan Vicente Gómez se
caracterizan por la forma inconexa e ilógica de su orientación
jurídica ... La ley se interpreta como conviene"
.
La
intención única sigue siendo siendo la misma: el control absoluto de
Venezuela y en concreto de la Iglesia y los demás cultos del país.
Un ejemplo servirá para ilustrar tal afirmación. El 24 de octubre
de l9ll se aprueba el "Decreto sobre el ejercicio de la Inspección
Suprema de Cultos"
, por el cual todo culto tolerado en el territorio nacional debía
regirse por la Ley de Patronato de l824, con la diferencia de que:
"en donde la citada Ley de Patronato se refiere a la sede de la
Iglesia Católica o a su Pontífice, se
entenderá referida a los efectos de este Decreto, la autoridad
superior eclesiástica de cada culto no católico, legalmente
establecida en el país"
.
El
Poder Ejecutivo controla explícitamente todo culto y ello lo
estipula la Constitución de l909. Apoyándose en ella, Gómez aprueba
el Decreto
. Este era un contrasentido jurídico y constituía:
"La negación misma del derecho de Patronato. En efecto,... el
fundamento de la Ley de Patronato, su ratio iuris, es proteger,
amparar, favorecer, y defender la Iglesia
Católica y hacer observar los cánones. Ahora bien, ¿cómo
basándose en esa ley, dictar un decreto en virtud del cual el Estado
venezolano se titula protector de todos los cultos existentes en la
República, todos ellos en oposición con la religión católica?.
Absurdo jurídico mayor no puede darse"
.
Efectivamente, cuando los papas otorgaron el Patronato fue
despojándose de parte de sus privilegios, considerando que de esta
forma se favorecía a la Iglesia. Apelar a este derecho,
específicamente católico, para proteger otros cultos que no habían
pedido la protección del Estado y nada tenían que ver con la Iglesia
católica, era realmente absurdo.
Nuestro propósito al tratar estos tres puntos ha sido mostrar cuáles
eran las posibilidades de acción de la Iglesia venezolana durante
este período. No había más ley que la de los intereses del general
Gómez. Como ya hemos dicho, no tuvo una política propiamente
eclesiástica sino que extendió a este campo su táctica personal: el
control absoluto. En estas circunstancias el país entero giraba en
torno al dictador, y quien no bailaba al son que tocaba, sabía que
su camino era el exilio o la Rotunda".
Sobre la vida de Mons. Rincón no existe ningún trabajo de síntesis.
Para la elaboración de esta parte del trabajo han sido preciosas la
correspondencia y notas dejadas por Mons. Rincón y conservadas por
su sobrino el Sr. Felipe Rincón Rincón . En 1975 el cardenal José
Humberto Quintero ordenó algunas de ellas y las completó con algunos
otros documentos dándoles un orden cronológico y temático y dejando
en el archivo personal del Sr. Rincón sus apuntes bajo el título
de El arzobispado de Mons. Rincón. Apuntes sobre su pontificado.
Además de este libro, se han escrito algunos artículos sobre el
prelado. NAVARRO en sus Anales Eclesiásticos, esboza algunos
rasgos de su vida ocupándose sobre todo de los últimos años de su
administración. En el libro Pastorales y decretos del Excmo. y
Rvmo. Sr. Felipe Rincón González, Caracas, 1921, hay una breve
reseña biográfica en la p. XI. Con respecto a su arzobispado,
MARADEI, Venezuela: su Iglesia y sus gobiernos..., pp.
134-135, avanza algunas explicaciones. RODRIGUEZ, Diccionario
biográfico, geográfico e histórico de Venezuela, Madrid,
1957, p. 662. Igualmente en algunas historias generales de la
Iglesia en Venezuela se nace referencia a él pero de forma somera
Archivo personal del Sr. Felipe Rincón. Libreta de apuntes
de Mons. Rincón titulada Asuntos Particulares
A.P.F.R.,
carta de Mons. Silva al Pbro. rincón. Mérida, 23 de marzo de 1897.
Archivo
Histórico de Miraflores, Correspondencia del general Gómez,
febrero de 1922. Carta de Mons. Rincón al Dr. Enrique Urdaneta Maya.
Caracas, 27 de febrero de 1922.
A.H.M., correspondencia del general Gómez, diciembre de
1928. Carta del episcopado venezolano al Gral. Gómez. Caracas, 24 de
diciembre de 1928.
A.P.F.R. Carta de Mons. Rincón al cardenal Eugeni Pacelli,
Caracas, 10 de mayo de 1937.
MICHEO (A.), Proceso Histórico de la Iglesia Venezolana...,
p.23.
Desde 1853 la Iglesia Católica Colombiana era independiente del
Estado, se administraba libremente y ejercía todos los actos de
autoridad espiritual y de jurisdicción sin necesidad alguna de
autorización por parte del gobierno nacional. En 1888 firma el
Concordato con la Santa Sede y el Convenio adicional aprobado por
ley en 1892. Evidentemente la libertad de acción del clero era más
amplia que en Venezuela y Gómez conocía su fuerza. Cfr.
Enciclopedia Universal Ilustrada, Madrid, t. XIV, p.137.
Entre estos sacerdotes destacan los padres Evaristo Ramírez, muerto
en La Rotunda en 1918; R. Franquiz y el P. Monteverde, todos
acusados de conspirar contra el gobierno del Gral. Gómez.
VELASQUEZ (R.J.), Confidencias imaginarias... , pp. 60-61.
Esta obra está basada en documentos serios y hechos reales. Se
presenta bajo la forma de una entrevista con el Gral. Gómez, que
acaba siendo un largo monólogo del dictador. La aproximación
psicológica del personaje nos parece corresponder de cerca a su
realidad. De ahí que citemos a menudo las palabras que el autor
pone en boca de Gómez y que en la mayor parte de los casos el
dictador no pronunció realmente.
VELASQUEZ (R.J.), Confidencias imaginarias... , p.360.
CALVANI (A.), La Ley de Patronato Eclesiático ante la Asamblea
Nacional Constituyente, Caracas, 1947, p.20. La primera gran
baja de las asignaciones eclesiáticas se produjo en 1905 durante el
gobierno del Gral. Castro. Esta época no concierne nuestro estudio
y por ello no nos detenemos a analizarla, aunque podríamos avanzar
como posible causa de la reducción de asignaciones, el lamentable
estado fiscal del país acosado tanto por la deuda externa como por
la interna. Con estas cifras nos interesa mostrar las asingnaciones
durante el período gomecista y las oscilaciones que sufrió.
Con este dinero debían pagar el alquiler de su habitación y
mantenerse ellos mismos, dando además un sustento al seminario y a
los seminaristas, en su mayoría jóvenes sin muchos recursos
económicos.
A.H.M., correspondencia del general Gómez, enero de 1916.
Carta de Mons. Alavarado al presidente provisional de la República,
Dr. Márquez Bustillos, Caracas, 9 de enero de 1916.
A.H.M., correspondencia del general Gómez, febrero de 1916.
Carta de Mons. Pietropaoli al presidente provisional de la
República, Dr. Márquez Bustillos, Caracas, 5 de febrero de 1916.
A.H.M., correspondencia del general Gómez, octubre de 1912.
Carta de Mons. Alvarez al Gral. Gómez, Maracaibo, 19 de octubre de
1912.
A.H.M., correspondencia del general Gómez, febrero de 1916.
Carta de Mons. Pietropaoli al Presidente provisional de la
República, Dr. Márquez Bustillos, Caracas, 5 de febrero de 1916
GODOY, Marcos Sergio. Nació en el Estado Carabobo. Fue discípulo
del Dr. J.M. Nuñez Ponte en el Colegio Sucre de Caracas. Obispo de
la diócesis de Maracaibo desde el 8 de marzo de 1920 por traslado de
su antecesor, Mons. Alvarez, a la diócesis de Calabozo. Murió en
Maracaibo en 1957. Cfr. RODRIGUEZ, Diccionario Biógrafico...,
p.285; MARADEI, Venezuela: su Iglesia y sus gobiernos,
Caracas, 1978, pp.139-140.
GONZALEZ OROPEZA, Iglesia y Estado..., pp. 249-255.
VELASQUEZ (R.J.), Confidencias imaginarias... , p.285
RODRIGUEZ ITURBE (J.), Iglesia y Estado..., p.129
Actas del Cabildo, libro XXXIX, Cabildo Extraordinario del 11
de enero de 1933, folio 257.
Actas del Cabildo, libro XXXIX, Cabildo Extraordinario del 16
de enero de 1933, f.259.
RODRIGUEZ ITURBE (J.), Iglesia y Estado..., p.96. Los
delegados apostólicos eran mandatarios de la Santa Sede (obispos o
no) provistos de una jurisdicción ordinaria sobre un territorio
dado, con misión de velar sobre el estado de las iglesias existentes
y dar cuenta al Papa. Lo que los distingue del nuncio o internuncio
es que estaban desprovisto de toda función diplomática. En general
se encontraban en los países cuyos gobiernos no tenían relaciones
diplomáticas con la Santa Sede. Dictionnaire du droit canonique,
París, 1949, col.1082-1083. Es esta jurisdicción la que no
reconocía el gobierno venezolano.
GONZALEZ OROPEZA, Iglesia y Estado..., p.245.
D'EMILIA, Bernardino. Obispo Titular de Tabarca. Nació en Calitri
(Conza), el 28 de octubre de 1890. En 1884 es nombrado Delegado
Apostólico y Enviado extraordinario en Santo Domingo, Haití y
Venezuela. En 1889 quedó a disposición de la Santa Sede y un año
después fue nombrado Obispo de Larino donde permaneció hasta el día
de su muerte, el 6 de abril de 1910. Cfr. DE MARCHI, Le
Nunziature Apostoliche dal 1800 al 1956, Roma, 1957, p.138.
GONZALEZ OROPEZA, Iglesia y Estado..., p.245.
Opinión del Dr. Pedro Arcaya sobre la calidad de "Internuncios",
Caracas, 13 de julio de 1916.
Cfr. GONZALEZ OROPEZA, Iglesia y Estado..., p.242.
AUBERT (R.), L'Eglise dans le monde moderne, dans Nouvelle
Histoire de l'Eglise, París, 1975, t.5, p.17.
NAVARRO (N.), Anales...,p.549
NAVARRO (N.), Anales...,p.549.
GOMEZ (J.V.), Carta del Gral. Gómez a Mons. Aversa, Caracas, 1 de
abril de 1911, Documentos para la Historia de su Gobierno,
Caracas, 1925, p.225.
GOMEZ (J.V.), Carta del Gral. Gómez a Mons. Aversa, Caracas, 1 de
abril de 1911, Documentos para la Historia de su Gobierno,
Caracas, 1925, p.225.
RODRIGUEZ ITURBE (J.), Iglesia y Estado..., p.170.
NAVARRO (N.), Anales...,p.550.
Los memorandums de Pietropaoli, en B.A.H.M. V,
28-29, p.150
Los memorandums de Pietropaoli, en B.A.H.M. V, 28-29,
p.150
Los memorandums de Pietropaoli, en B.A.H.M. V,
28-29, p.162-167.
Los memorandums de Pietropaoli, en B.A.H.M. V. 28-29,
p.169.
RODRIGUEZ ITURBE (J.), Iglesia y Estado..., p.171
Gómez, Conde Romano, en B.A.H.M , IX, 49-51,
p.127-128.
VELASQUEZ (R.J.), Confidencias imaginarias... , p.61.
Ver discurso de Gómez a Mons. Pietropaoli al recibir las insignias
de Caballero en GOMEZ (J.V.), Documentos para la historia de su
Gobierno..., p.143.
NAVARRO (N.), Anales...,p.550.
D.D.C., París, 1957, t.6, col.1.
GONZALEZ OROPEZA, Iglesia y Estado..., p.244.
A.H.M., correspondencia del general Gómez, marzo de 1914.
Carta de Mons. Alvarado a Gómez, Maracaibo, 30 de marzo de 1914.
A.H.M., correspondencia del general Gómez, julio de 1917.
Carta de Mons. Pietropaoli a Gómez, Caracas, 23 de julio de 1917.
A su partida quedó al frente de la nunciatura el encargado de
negocios, Mons. Plácido Gobbini, quien había sido secretario durante
la intenunciatura de Mons. Pietropaoli.
MARCHETTI-SELVAGGIANI, Francisco. Nació en Roma el 1 de octubre de
1871. Obispo Titular de Seleucia. Nombrado Camarero Secretario en
1901. Fue secretario de la delegación de Washington, agregado a la
secretaría de Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios, pasando luego a
ser Auditor de primera Clase en Munich en 1907; encargado de Misión
en Friburgo (Suiza) durante la Primera Guerra Mundial. Nombrado
cardenal en febrero de 1918 e internuncio en Venezuela el 16 de
febrero del mismo año, llega al país el 2 de agosto. En 1920 fue
nombrado nuncio de Austria partiendo de Venezuela en noviembre.
Murió en Roma el 13 de enero de 1951.
DE
MARCHII Le
Nunziature..., pp.50,263.
A.H.M., correspondencia del general Gómez, mayo de 1918.
Carta del Dr. Gil Fortoul a Gómez, París, 25 de mayo de 1918.
NAVARRO (N.), Anales...,p.552.
SENDREA, Felipe Neri. Nació en Puertos de Altagracia (Estado Zulia)
en 1844. Doctor en la Universidad de Caracas en 1887. Ocupó la
diócesis de Calabozo desde 1891 hasta su fallecimiento en 1921. Cfr.
RODRIGUEZ, Diccionario biográfico..., p.745.
Letras de erección de la nunciatura apostólica en Pastorales y
Decretos del Excmo. y Rvmo. Sr. Dr. Felipe Rincón González.
Caracas, 1921, pp.130-132.
El nuncio podía, sin permiso del Ordinario local, bendecir al pueblo
y celebrar los oficios pontificales; juzgar las causas eclesiásticas
teniendo en cuenta las reservas hechas por el Concilio de Trento (sess.
XXIV, de Reform., c.20); y emitir juicios sobre los nombramientos
episcopales. En general, los nuncios sólo tenían los poderes
indicados en sus cartas de nombramiento o en las facultades que les
eran conferidas. Cfr. D.D.C., París, 1957,t.6, col.1014.
D.D.C. París, 1957, t.6, col.1014-1015.
Pastoral con motivo de la elevación de la Legación Apostólica a
Nunciatura, en Pastorales y decretos..., p.132-133
Quedó encargado de negocios de la nunciatura, Mons. Bartoloni quien
continuó desplegando una actividad favorable para la Iglesia
venezolana hasta la llegada al país de Mons. Felipe Cortesi, el 1 de
diciembre de 1921. NAVARRO (N.), Anales...,p.553.
CORTESI, Felipe. Nació en Alia (diócesis de Cefalú) el 8 de octubre
de 1876. Fue consagrado en Roma el 21 de agosto de 1922. Nuncio en
Venezuela el 30 de mayo de 1921 de donde pasaría a ser nuncio de
Argentina, Uruguay y el Paraguay en septiembre de 1926. Diez años
más tarde fue nombrado nuncio en España, pero no pudo ocupar su
puesto a causa de la Guerra Civil, por lo que fue enviado como
nuncio a Polonia el 14 de diciembre de 1936 dejando la sede el 5 de
septiembre de 1939. Murió en Grottaferrata el 1 de febrero de
1947. Cfr. A.P.C., París, 1939, p.364; DE MARCHI (G.), Le
Nunziature..., p.210.
A.H.M., correspondencia del general Gómez, diciembre de
1922. Carta de Mons. Alvarado a Gómez, Barquisimeto, 6 de diciembre
de 1922.
NAVARRO (N.), Anales...,p.554.
CHACON, Acacio. Nació en Cordero el 8 de junio de 1884. Ordenado
sacerdote el 1 de noviembre de 1907, elegido arzobispo titular de
Milevi el 6 de mayo de l926. Consagrado el 29 de agosto de 1926 y
nombrado arzobispo de Mérida el 1 de agosto de 1927. Fue prelado al
Sacro Solio Pontificio y murió en la ciudad de Mérida el 2 de mayo
de 1978. MARADEI, Venezuela: su Iglesia..., p.136.
DUBUC, Enrique María. Nació en Betijoque (Estado Trujillo) en
1889. Inició los estudio eclesiásticos en 1908 en el seminario de
Mérida. Se ordenó en 1912 y ese mismo año partió para Roma donde se
doctoró en derecho canónico. De regreso a Mérida fue secretario de
Cámara del Obispo Silva y porfesor de la Universidad de Los Andes.
Elegido obispo coadjutor de la diócesis de Barquisimeto por el Papa
Pío XI el 15 de agosto de 1926. Tomó posesión de la diócesis a la
muerte de Mons. Alvarado el 26 de septiembre de 1926. Murió en
Madrid el 22 de junio de 1962. Había renunciado a su diócesis el 17
de diciembre de 1947.
CENTO, Fernando. Nació en Pollenza, diócesis de Macerata, el 10 de
agosto de 1883. Ordenado sacerdote en diciembre de 1905 y elegido
obispo de Acireale el 22 de julio de 1922. Tomó posesión el 12 de
noviembre; promovido por el Consistorio del 24 de junio de 1926, fue
enviado como nuncio a Venezuela el 28 de junio de 1926. Diez años
después fue trasladado al Perú en la misma calidad de nuncio. Firmó
en Lima con el ministro de Asuntos Extranjeros un Modus Vivendi
entre la Santa Sede y el Perú el 24 de julio de 1937. Nombrado
nuncio apostólico de Bélgica e internuncio de Luxemburgo en marzo de
1946, cargo que desempeñaría hasta 1953 en el que pasó a Portugal.
En 1958 es nombrado cardenal. Se instala en Roma donde desempeña
diversos cargos de importancia. Allí murió el 13 de enero de 1973.
A.P.C., 1974.
SOSA, Sixto. Nació en Tinaco (Estado Cojedes) el 20 de octubre de
1870. Realizó estudios en Trinidad y en el sSeminario Josefino de
Calabozo siendo ordenado sacerdote el 22 de diciembre de 1894.
Canónigo doctoral de Calabozo y secretario de Cámara del obispo
Sendrea. Consagrado obispo el 31 de octubre de 1917, tomó posesión
de la diócesis de Cumaná el 30 de noviembre de 1923 hasta su muerte
acaecida en Caracas el 29 de mayo de 1943. Cfr. MARADEI,
Venezuela: su Iglesia..., pp.120,125-127; CASADEVALI (P.M.),
Ejemplos de Enseñanza, Barcelona, 1976, pp.17 ss.; RODRIGUEZ,
Diccionario biográfico..., p.7
Referente a esta gira apostólica del nuncio Cento, Cfr. POLANCO,
Tomás Andrés, Reseña de la gira apostólica practicada por el
Excmo. Sr. Fernando Cento, nuncio apostólico en Venezuela a la
diócesis de Cumaná y a la ciudad de Barcelona del 5 al 19 de
septiembre de 1928, Caracas, 1928. El autor relata día a día
todo el viaje e inserta los diferentes discursos proclamados por las
personalidades eclesiásticas y civiles que lo recibieron.
AUBERT, L´Eglise dans le monde moderne, dans Nouvelle
Histoire de l´Eglise, Paris, t. 5, p. 598.
GONZALEZ OROPEZA, Iglesia y Estado..., p. 231.
Cfr. el texto en GONZALEZ OROPEZA, Iglesia y Estado..., p.
233.
RODRIGUEZ ITURBE (J.), Iglesia y Estado..., pp. 173-174.
CALVANI (A.), La ley de Patronato Eclesiástico..., p. 10.
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