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Mons. Felipe Rincón González

Capitulo 2.

LA IGLESIA VENEZOLANA DESDE FINALES DEL SIGLO XIX HASTA LA ELECCIÓN DE MONS. RINCÓN COMO ARZOBISPO DE CARACAS.

ART. I.-  LA RESTAURACION PROGRESIVA DE LA IGLESIA VENEZOLANA.

A. MONS. PONTE (1876-1882) Y MONS. UZCATEGUI (1884-1904)

B. CONFLICTO DE LA IGLESIA VENEZOLANA A FINALES DEL SIGLO XIX  .

1.- La elección del Vicario General

2.- El nombramiento del obispo coadjutor.

3.- Obra y vicisitudes del arzobispado de Monseñor Castro.

C. LA ELECCIÓN DE MONSEÑOR RINCÓN COMO ARZOBISPO DE CARACAS.

1.- Motivos para la elección del Pbro. Rincón.

2.- Candidatura y elección del Pbro. Rincón.

 

Capitulo 2

LA IGLESIA VENEZOLANA DESDE FINALES DEL SIGLO XIX HASTA LA ELECCION DE MONS. RINCON COMO ARZOBISPO DE CARACAS

ART. I.-  LA RESTAURACION PROGRESIVA DE LA IGLESIA VENEZOLANA

A. MONS. PONTE (1876-1882) Y MONS. UZCATEGUI (1884-1904)

El anticlericalismo de la época guzmancista dejó en la sociedad venezolana consecuencias nefastas.  Como señala Mons. Navarro:

"Muchos decenios ha necesitado la Iglesia católica para comenzar a alzarse de su postración preparándose a un porvenir más honroso de ilustración e influencia social, pues aunque el período guzmánico se acabará en lo político, su acción anticlerical perduró"(1) .

Dada la precaria situación de la Iglesia, Monseñor Ponte, para lograr el rescate de algún derecho, se suma a los seguidores del dictador, del cual era amigo desde la adolescencia.  Su actitud es una de las consecuencias de la Ley de Patronato en Venezuela(2)   .

Monseñor Ponte logró establecer una Escuela Episcopal que sustituyó al seminario mayor.  Los medios de subsistencia con los que contaba, provenientes de una Iglesia privada de fuentes económicas suficientemente fuertes y estables, no le permitieron contar  con la organización y vitalidad de un seminario, pero al menos se pudo continuar la formación del clero; desde luego no se alcanzó la cantidad y calidad que había tenido anteriormente, pero se logró que los estudiantes, una vez abierto de nuevo el seminario, pudieran continuar sus estudiose(3) .

A su muerte en l883, Guzmán Blanco propone al Congreso la candidatura del Dr. Críspulo Uzcátegui(4) , Provisor de Mons. Ponte, como su sucesor.  El 22 de febrero de l885 fue consagrado en la Iglesia de Altagracia en Caracas, tomando seguidamente posesión de la Diócesis(5) .

A partir de 1888, aún bajo el gobierno del Ilustre Americano, pero sin la influencia directa de Guzmán en el poder, comienza una época de resurgimiento para la Iglesia venezolana.  Las circunstancias políticas son favorables a este cambio.

En l888 sube a la presidencia el Dr. Rojas Paúl(6)  , impuesto por Guzmán Blanco para acabar el período presidencial.  Su política eclesiástica estará en abierta oposición a la de su antecesor, más por el deseo de atacar al gobierno guzmancista (del que había sido secretario del Interior durante el conflicto con Mons. Guevara y Lira), que por  intereses eclesiásticos(7) .

Durante su gestión se intentará firmar, por última vez en el siglo XIX, un Concordato entre la Santa Sede y el gobierno venezolano.  Los primeros contactos los estableció el arzobispo enviando a Roma una carta en enero de l889, en la que manifestaba las condiciones favorables que ofrecía el nuevo gobierno para el establecimiento de un posible Concordato.  La Santa Sede recibe la noticia y el 23 de febrero el secretario de Estado, Card. Rampolla(8) , contesta a Mons. Uzcátegui expresando su alegría al saber los sentimientos benévolos del presidente Rojas hacia la Iglesia, pero manifestándole su reserva con respecto al juramento que prestaban los obispos antes de ser presentados a la Santa Sede, y que había sido condenado expresamente por el Papa Pío IX en las cartas que envió en l874 y l875 al Ilmo. Sr. Arroyo cuando éste sustituyó ilegítimamente al arzobispo de Caracas Mons. Guevara y Lira en l874.  Para la Santa Sede, este juramento no se podía prestar:

"Sin una de las condiciones siguientes, primera: que se restablezca el juramento tal como se encuentra en el Art. 27 del Concordato celebrado en el año de l862 entre la Santa Sede y la República de Venezuela(9) ; segunda: que se agregue el juramento en un solo contexto la cláusula "salvas las leyes de Dios y de la Iglesia", y tercera: que el gobierno declare que por este juramento no se entiende que los obispos están obligados a dicho y hecho que se oponga a las leyes divinas y eclesiásticas"(10) .

Por su parte el presidente Rojas, en carta del 6 de abril de l889, expresa a su Santidad el deseo de un establecimiento normal de las relaciones entre la Santa Sede y Venezuela.  En ella afirma que:

"(...) Apenas restablecida la confianza en la estabilidad de la paz, fundada en el orden y en la moralidad de las costumbres, me he dedicado a disponer las reformas convenientes, y abrigo la esperanza de que antes de terminar mi administración, quedará constituida, sobre firmes fundamentos la mutua y perfecta concordia entre la Santa Sede y la República de Venezuela"(11) .

Con respecto al juramento, el presidente se apresuró a responder que "por este juramento no se entiende que los obispos sean obligados a dicho o hecho que se oponga a las leyes divinas o eclesiásticas(12) ".  Además expresó formalmente al Cardenal secretario de Estado y al Papa su intención de negociar un Concordato.  Esta propósito no se llevará a cabo dada la brevedad de su mandato.  Los gobiernos de Andueza Palacio y del general Crespo no hicieron nada al respecto, aunque tampoco interfirieron en los esfuerzos realizados por Mons. Uzcátegui para levantar a la Iglesia venezolana, encontrando incluso el apoyo de ambos en varias ocasiones.

Se debe al pontificado de este arzobispo, la llegada a Venezuela de congregaciones religiosas necesarias para ayudar al escaso clero nacional en todos los campos apostólicos: la educación, las misiones, la salud, etc.(13)  e igualmente la fundación en poco tiempo de varias congregaciones religiosas netamente venezolanas(14) .

Construyó el edificio para la Escuela Episcopal adyacente a la catedral de Caracas, lugar que más tarde dio asiento fijo al seminario cuando éste pudo restablecerse.  Quizá su obra de mayor importancia fue la fundación en l890 del diario católico La Religión, periódico que se constituiría en el órgano de defensa del catolicismo en momentos de fuertes polémicas y ataques contra él(15) .

Veinte años duró el pontificado de Mons. Uzcátegui aunque los últimos cuatro años de su vida sufrió de una grave afección cerebral que le inhabilitó para el gobierno de la arquidiócesis.  Si nos hemos detenido brevemente en él, ha sido para demostrar que a pesar de la afirmación de muchos autores al afirmar que hubiera podido llevar su obra más lejos, ésta abrió la brecha que sus sucesores aprovecharían para trabajar en bien de la Iglesia venezolana.

Antes de ser inhabilitado y percatándose de su enfermedad, nombró Provisor y Vicario general al Pbro. Juan Bautista Castro(16) , el 24 de diciembre de l899.  Esta circunstancia dio lugar al conflicto que se produjo entre el Cabildo y el Vicario general.  Nos detendremos a analizar dicho problema, pues será un factor importante en el momento de la elección de Mons. Rincón, figura totalmente nueva dentro del clero metropolitano.  Consecuencia de este conflicto fue la fuerte división de los sacerdotes de la capital, que se mantendría latente hasta bien entrado el siglo XX.

B. CONFLICTO DE LA IGLESIA VENEZOLANA A FINALES DEL SIGLO XIX (17) .

1.- La elección del Vicario General

El 29 de octubre de l900, un terremoto de grandes proporciones desbastó la ciudad de Caracas.  Si bien no hubo muchos muertos, los heridos y los desastres materiales fueron numerosos.

El l6 de noviembre el periódico La Religión publicó un artículo en el que se pedía el mayor número de firmas posibles para dirigir al Papa un cablegrama pidiéndole una bendición que los confortara, firmado por el arzobispo de Caracas.  Cuatro días después en El Conciliador, un periódico de la ciudad, apareció un remitido que consideraba como un abuso haber puesto la firma del arzobispo en el artículo, dada su incapacidad por la enfermedad que sufría, y excitaba a la prensa para que reclamara medidas que remediaran la situación anormal que vivía la arquidiócesis(18) .  La reacción en La Religión no se hizo esperar.  Al día siguiente dicho periódico dejaba claro que el Vicario general autorizaba tal firma en virtud de su derecho, ya que por su posición él era uno con el prelado y en este caso no había ningún tipo de usurpación.

A partir de entonces las polémicas se desatan y los debates a través de la prensa se multiplican.  Una serie de artículos anónimos tratan de sembrar la duda sobre la jurisdicción del Vicario General y se pedía al Capítulo Metropolitano que asumiera el gobierno de la arquidiócesis ya que el arzobispo, por su salud, no podía ejercerlo.  En este debate La Religión defendería a capa y espada los derechos del Vicario General, no siendo así las intenciones de algunos clérigos del Capítulo que, aprovechando la demencia de Mons. Uzcátegui, querían obtener la jurisdicción eclesiástica de la arquidiócesis.  Para ello debían destituir al Pbro. Castro de su cargo, en vista de lo cual dirigieron una gran campaña en su contra, valiéndose sobre todo de la prensa y refugiándose en el anonimato.

Ante estos ataques incesantes, y sin saber a ciencia cierta quiénes eran sus autores (aunque la voz general señalaba a eclesiásticos como los responsables de estas publicaciones), Mons. Castro publica una Pastoral  el 3 de diciembre de l900 en la que señala su posición e intenta aclarar la verdad de la situación.  En ella condena las declaraciones hechas sobre el estado mental del arzobispo "tratándole como demente, cuando tal falta de consideración pública no se comete jamás ni en el más ínfimo individuo de una sociedad culta y civilizada"(19) .

Todo el problema giraba en torno a la supuesta inhabilidad perpetua del arzobispo Uzcátegui que todavía no había sido declarada oficialmente.  Cuando esta declaración llegara, dos eran las tendencias con respecto al gobierno de la diócesis: una sostenía que el gobierno podría nombrarle uno ó dos coadjutores, apoyándose en la decretal de Bonifacio VIII Pastoralis Officci que estipulaba:

" Si el obispo perdiere la razón  y llega hasta no poder o no saber lo que quiera o no quiera, entonces su Capítulo, o las dos terceras partes del mismo, designarán uno o dos coadjutores idóneos que ejerzan la jurisdicción"(20) .

aún existiendo un Vicario General cuya jurisdicción no reconocían dado que la del arzobispo había cesado y dependía de éste.  Esta era la posición de algunos miembros del Cabildo que querían hacer oficial lo antes posible la demencia de Mons. Uzcátegui y declarar el cese de la jurisdicción del Vicario General.  La otra, representada por el Pbro. Castro, mantenía que:

"Fuera de los casos de remoción o renuncia, que no atañen a este asunto, la jurisdicción del Vicario General subsiste íntegra y firme mientras subsista la jurisdicción del obispo; la razón es porque la jurisdicción del Vicario General no es sino la misma jurisdicción episcopal, y corre, por tanto, la suerte de ésta.  Para que un impedimento, pues, que imposibilite al obispo en el ejercicio de la jurisdicción hiciera cesar la del Vicario General, sería necesario que dicho impedimento privara al propio tiempo al obispo de su jurisdicción; pero es el caso que no existe ningún impedimento que al imposibilitar de ejercer su jurisdicción lo prive también de ella por ese solo hecho.

Aquí ha estado uno de los grandes errores que la ofuscación o la malicia han venido manejando en la presente cuestión: el de que el Prelado pierde su jurisdicción por la enfermedad perpetua que le impida ejercerla.  No; el Sr. Arzobispo no ha perdido su jurisdicción ni la perderá aún en el caso que se comprobara su perpetua inhabilidad mientras no interviniera la Santa Sede: lo que sucede es que no la puede ejercer: no tiene la jurisdicción en acto pero la conserva en hábito.  Esto es tan cierto, que aún declarada la inhabilidad perpetua, si antes que el Papa intervenga, el obispo recobra el uso de sus facultades no sea sino por una hora, todos los actos de jurisdicción que en esa hora ejerciera serían completamente válidos (...)"(21) .

Ambas posiciones apelaban al derecho canónico para dar validez a su argumentación y en él la encontraban.  Uno de los grandes problemas dentro del conflicto fue esa diversidad de decretos y doctrinas que no formaban un todo coherente y se prestaban a confusión, manteniendo firmes opiniones diametralmente opuestas(22) .  El único camino viable para el Pbro. Castro capaz de dar una solución libre y segura al problema era recurrir a la Santa Sede.

"Para este recurso, no se necesita entrar en averiguaciones respecto a la salud del Sr. Arzobispo, porque es un hecho que la enfermedad que sufre, con muchísima frecuencia le impide la administración de la arquidiócesis y para llegar por este medio a una solución satisfactoria los sagrados cánones trazan vías claras y seguras"(23) .

La pastoral del Vicario General, lejos de apaciguar los ánimos, los exaltó más aún.  El clero se dividó definitivamente.   Los adversarios del Pbro. Castro tomaron posiciones más drásticas y los ataques en la prensa se recrudecieron a pesar de la orden que éste había dado de evitar declaraciones sobre el asunto sin una licencia previa.  Por otra parte, los fieles y la mayoría de los sacerdotes de Caracas que lo apoyaban, le manifestaron su acatamiento y fidelidad también a través de la prensa.

Estas luchas crearon en Caracas un estado de alarma social, pues ya no eran únicamente los sacerdotes los implicados sino que también se involucraron en el debate los seglares.

Uno de los grandes instigadores de la campaña contra el Pbro. Castro fue un sacerdote cubano que había alcanzado en el país altas dignidades, el Dr. Ricardo Arteaga.  Hombre de letras, era doctoral del Capítulo Metropolitano(24) .  Los otros sacerdotes que le apoyaban en contra del Pbro. Castro eran también miembros del Capítulo Metropolitano.  Estos capitulares, explotando las noticias sobre la salud del arzobispo, quisieron investigar oficialmente lo que hubiera de cierto en el estado mental del prelado y actuar en consecuencia.  Para el Pbro. Castro esta investigación era prematura, pues todavía una recuperación era posible, como ya había sucedido otras veces.  Sin embargo, cedió ante la demanda de los capitulares y convocó varias sesiones extraordinarias en las que pronto se vio que el objetivo no era otro que una lucha contra el vicario(25) .  Así éste prefiró no asistir más a ellas, dejando el campo libre a sus adversarios.

El Capítulo nombró una comisión de cuatro médicos para que examinara al arzobispo, pero las gestiones fracasaron ante el rechazo de sus familiares a un examen médico.  Los capitulares deciden entonces acudir al presidente de la República para informarle de la imposibilidad del Cabildo para hacer las averiguaciones con respecto a la salud del arzobispo.  El gobierno nombra tres médicos para que dictaminen sobre la salid de éste.  Mientras, los capitulares escriben al Papa el 20 de diciembre:

"Para poner en conocimiento de Vuestra Santidad, que el Gobierno Supremo de la República ha dictado diligencias para la interdicción civil del Ilustrísimo y Reverendísimo Sr. Arzobispo, mas atendiendo el Capítulo a lo dispuesto por la decretal del Sumo Pontifice Bonifacio VIII, in sexto, noticia todo esto a Vuestra Santidad para que en su sabiduría resuelva"(26) .

Así pues, se dejaba en manos del Papa la solución definitiva del problema tal como el Pbro. Castro había sugerido en su pastoral.  Este acuerdo capitular de recurrir a la Santa Sede zanjó el problema de si debía o no el Capítulo Metropolitano hacer uso de la facultad que la decretal de Bonifacio VIII le concedía de nombrar coadjutor.

La carta fue dejada en la estafeta de correo el 21 de diciembre por el secretario del Capítulo, Dr. Francisco Izquierdo Martí y el chantre Matute.  Una hora después este último volvió a correos y diciéndose presidente del Capítulo retiró la carta que había sido legalmente certificada(27) .

El cardenal Quintero encuentra una explicación para este gravísimo comportamiento en el  hecho de que el 20 de diciembre por la tarde, la Gaceta Oficial había publicado un documento en el que el gobierno consideraba civilmente inhabilitado a Mons. Uzcátegui.  El informe de los tres médicos designados para su examen(28)  era claro:

"...Declaramos, después de un minucioso examen que a causa de una encefalopatía de que viene padeciendo hace más de dos años, las facultades intelectuales de Su Señoría Ilustrísima han venido progresivamente disminuyendo hasta el punto de que su campo psíquico actual es muy deficiente, pues falta por completo la memoria, se halla muy debilitada la atención y se manifiesta incoherencia en el juicio.  Creemos además que dicho estado de defecto intelectual no sólo es permanente, sino que, bien considerada la naturaleza del mal, se acentuará en el transcurso del tiempo"(29) .

El tribunal de Primera Instancia en lo Civil del Distrito Federal, le nombra un Curador, el Dr. Francisco Izquierdo Martí, haciendo constar con tal nombramiento  su demencia(30) .

Con la prueba en sus manos, los capitulares podían destituir al Vicario General.  Lo conseguirán en la sesión del 24 de diciembre de 1900(31) .  Con el documento del Tribunal y la pastoral del Pbro. Castro, llegaron a la conclusión de que Mons. Uzcátegui se encontraba en estado permanente de demencia por lo cual podía aplicarse la decretal de Bonifacio VIII.  Había, pues, que darle cumplimiento, y para ello el Capítulo proponía asumir la jurisdicción del arzobispo y proceder a la elección del coadjutor que era para lo único que el Cabildo podía utilizar dicha jurisdicción.

El cabildo estaba formado por diecinueve capitulares.  Según la decretal, para la elección del coadjutor se requerían los votos afirmativos de las dos terceras partes de los miembros del Capítulo, o sea trece votos.

Cuando la propuesta para asumir la jurisdicción del arzobispo se sometió a votación en el capítulo, algunos capitulares estaban ausentes y sólo diez votos fueron  favorables a la propuesta(32) .  Para salir de este impasse, los capitulares introdujeron una nueva forma de votación: el capitular que no recurriese personalmente, o por por procurador o por carta a la sesión, se consideraría de acuerdo con la mayoría(33) .  Tres habían sido los que no se presentaron ni enviaron por procurador su voto, así fueron trece los votos afirmativos recogidos.  Habiendo el capítulo obtenido la jurisdicción,  se notificó a los presentes que la carta escrita al Papa no había sido enviada y que, cambiadas las circunstancias por la interdicción del arzobispo, debían escribir de nuevo a la Santa Sede exponiendo los cambios sufridos.  El secretario Francisco Izquierdo, viendo que había sido objeto de maquinaciones que reprobaba vivamente, renunció a su cargo.

La sesión del 26 de diciembre fue decisiva(34) .  Presidía el Chantre Matute en ausencia del deán y el arcediano.  En total los asistentes a la sesión eran doce.  Se reunían para nombrar coadjutor.  La forma de voto sería la nueva adptada en la sesión anterior, pero en estas circunstancias se mantendría secreto.  Antes de comenzar se leyeron las cartas de los capitulares ausentes, dos de la cuales nombraban procurador y otras dos se pronunciaban contra el nombramiento de coadjutor, una defendiendo la jurisdicción del Vicario General y otra remitiendo a Roma la decisión final.  A ellos se sumaban otros dos votos negativos y un oficio que se dejó para el final de la reunión, una vez realizada la elección.  Hubo un total de catorce votos de los cuales once fueron a favor del Dr. Ricardo Arteaga.  No se había conseguido el número requerido para que la eleción fuera válida.

Los capitulares reconsideraron entonces los votos salvados y, tergiversando el sentido de lo escrito por los ausentes, los asimilaron a los votos en favos del nuevo coadjutor.  Sólo dos personas se opusieron a este proceder pero de nada valió(35) .  En un acto contradictorio consideraron negativo el voto del deán Pbro. Juan Bautista Castro.

El canónigo doctoral Pbro. Dr. Ricardo Arteaga había sido elegido canónicamente coadjutor del arzobispo Uzcátegui.  El electo declaraba que "obedeciendo la voluntad de Dios" aceptaba el cargo y "agradece a sus colegas la honrosa elección"(36) .

Llegado este momento, se reclamó la lectura del oficio que se había entregado al principio de la sesión.  Se trataba de una protesta del deán de la Catedral en su carácter de presidente del Capítulo contra el nombramiento del Vicario Capitular o coadjutor "por considerar dicha elección funesta para esta Iglesia en los actuales momentos, no siendo como es cierto y seguro el derecho del Capítulo para hacerlo"(37) .  Los firmantes no reconocerían a otro superior eclesiástico que el entonces Vicario General arzobispo, entre otras razones porque:

"Habiendo declarado la casi totalidad del clero de la arquidiócesis que no reconocerá en este conflicto y mientras no haya sido resuelto competentemente, otro superior eclesiástico que el Vicario General, el Capítulo se hará responsable con la elección del vicario capitular o coadjutor de un cisma que será inevitable, y de todas las consecuencias desastrosas que acarreará a esta Iglesia ya tan afligida y desorganizada por este injustificado proceso"(38) .

La mayoría del Capítulo juzgó que no debía considerarse como voto negativo este oficio, pues de haberlo aceptado, la interpretación que se dio a los votos salvados como de acuerdo con la mayoría, no hubiera sido válida y los votos afirmativos se hubieran reducido de nuevo a once.  Se acordó, pues, mantener la votación favorable y participar por carta a la Santa Sede, al general Cipriano Castro, presidente de la República y el Dr. Juan Bautista Castro, gobernador del Arzobispado(39) , que en esa sesión extraordinaria, el Cabildo había declarado cuasi vacante la sede arzobispal, había asumido la jurisdicción de la arquidiócesis y declarado cesante en su oficio al Vicario General nombrando coadjutor al Pbro. Dr. Ricardo Arteaga(40) .

El Pbro. Castro, antes de que le comunicaran la elección, estaba al corriente de todo lo ocurrido y se dirigió al presidente Cipriano Castro para informarle acerca de la situación(41) .  El 27 de diciembre publicó una carta pastoral en la que condenaba la elección del coadjutor que había sido nula y declaraba:

"Que el Sr. Doctoral Ricardo Arteaga, por el acto verificado ayer en el Cabildo, es un intruso y un usurpador de la jurisdicción eclesiástica, y queda desde este momento sometido por tal delito a la pena de suspensión, lo mismo que todos y cada uno de los canónigos que lo eligieron y que son los que no firmaron la protesta"(42) .

Además pedía a los párrocos de la arquidiócesis y demás rectores de Iglesias, que cumplieran con el deber que se les imponía de aceptar la suspensión de los clérigos sin necesidad de otra notificación y se les pedía la oración "Pro concordia in congregatione servanda".  Se cerraron algunas capillas y se intentó suplir a los clérigos en las otras que ocupaban.  Prohibía asimismo la publicación en la prensa de todo lo que tuviera relación con el conflicto sin su previa autorización.

La mayor parte del clero y la población reconocieron la autoridad del Pbro. Castro, pero los capitulares suspensos no acataron dicho decreto y celebraron normalmente las misas que les correspondían en la catedral y en sus capíllas habituales.  Los fieles en su mayoría abandonaban el templo.

En un principio no se supo cual sería la reacción del gobierno(43) , pero ésta no se hizo esperar.  El general Cipriano Castro, que no era ningún analfabeto, sabía cómo debía de actuar según lo establecido por la Ley de Patronato y por el derecho canónico.  En carta fechada el 29 de diciembre notificaba el Cabildo dirigiéndose al Pbro. Matute que:

"Como por el derecho de Patronato que ejerce, corresponde al jefe supremo aprobar o desaprobar el nombramiento de vicario coadjutor hecho por el Cabildo, el jefe supremo se abstiene en el presente caso del ejercicio de aquel derecho porque en el nombramiento que le presenta, no ha cumplido el honorable Cuerpo cuya reunión presidió Ud., con todas las ritualidades del Derecho Canónico que exige para la validez de la elección los votos de las dos terceras partes del Capítulo.  Viciado en su origen el nombramiento del Pbro. Dr. Arteaga, no podría convalecer ni por obra de nuevos procedimientos ni por la acción del tiempo ..." (44).

Entre tanto el Pbro. Castro informó a Roma cablegráficamente de la situación, y mientras la Gaceta Oficial publicaba la carta del gobierno al Cabildo, se recibía contestación de Roma en la que ordenaba al elegido que se abstuviera de todo ejercicio y que la jurisdicción la mantenía el Vicario General hasta nueva decisión de la Santa Sede.  Por su parte, éste debía levantar la sanción a los sacerdotes del Capítulo.

Los capitulares causantes de estos conflictos se sometieron a las directrices de Roma y así lo hicieron saber al Vicario General, quien aceptó su acatamiento no sin antes intentar que cumplieran la suspensión que les había impuesto y de la cual habían hecho caso omiso.  Sin embargo, el Pbro. Castro les quitó la sanción, pues podría haber originado nuevos conflictos cuando aún los ánimos no estaban del todo apaciguados.

Acababa el siglo XIX con la solución  un problema, cuyas secuelas desencadenarían nuevos conflictos.

El Pbro. Castro, como Vicario General y gobernador del arzobispado, dirige a toda su feligresía una carta pastoral de año nuevo en la que resume los acontecimientos vividos desde finales de noviembre y recrudecidos especialmente los últimos días de diciembre, con la intención de disipar cualquier duda que tan enojosa situación hubiera podido crear en torno a su autoridad y derecho como vicario.  Señala que la acción casi simultánea del gobierno de la República y de la Santa Sede fueron providenciales y justas, devolviendo ambas la paz a la Iglesia venezolana.  Agradece a todos aquellos que le ayudaron y contribuyeron a restablecer el orden interior de la Iglesia, y finaliza señalando que, zanjado un primer paso, quedaba todavía el siguiente: el nombramiento del obispo coadjutor(45) .

2.- El nombramiento del obispo coadjutor.

A pesar de las muestras de sumisión a Roma, los sacerdotes que se habían enfrentado al Vicario General mantuvieron su oposición frente al prelado, intentando por todos los medios evitar que ocupara la mitra arzobispal.

El 21 de febrero de l90l llegó a Caracas el delegado apostólico Julio Tonti(46) .  Todos esperaban que arreglara el problema de la Iglesia venezolana definitivamente conciliando cada una de las partes opuestas, pero el año de l901 transcurrió en medio de fuertes polémicas sin que se llegara a ninguna solución .

La sesión del Cabildo del 27 de febrero de l902 fue de vital importancia para el restablecimiento de la paz dentro del clero de la capital.  En ella se leyó una carta que León XIII dirigió al Capítulo Metropolitano exhortándolos a la unión, a la paz y a la obediencia al Vicario General, Pbro. Castro, en quien el Papa tenía depositada toda su confianza.  Así mismo les incitaba a la reconciliación mutua y al perdón, todo ello en prueba de la adhesión de los sacerdotes a la Santa Sede y por el bien del país:

"...Por lo demás si en algo os habéis causado ofensa, perdonaos mutuamente, para que asociados por el sentimiento de la caridad viváis solícitos con toda humildad para conservar la unidad del espíritu en el vínculo de la paz (...).  Os exhortamos, pues, a que deis una nueva prueba de vuestra unión con la Sede Apostólica, y a que hagáis también con este proceder, beneficio singular a vuestra patria, que en estos tiempos difíciles busca y quiere muy principalmente la unión con todos sus hijos"(47).

Esta carta resolvió definitivamente las dudas sobre la cuestión canónica que dividía al clero.  El Capítulo en pleno respondió al Papa en marzo del mismo año, aceptando unánimemente su decisión y acatándolo(48)  "sin reserva ninguna, en sí misma y en todas las consecuencias que de ellas nos habéis expuesto".  Una vez más el clero venezolano se adhiere a Roma, única autoridad capaz de mediar entre grupos antagónicos, si bien muchas veces tal intervención era tardía o comprendía a medias los problemas de la Iglesia venezolana.

Una vez leída la carta del Papa, el Pbro. Castro propuso que se celebrara una reunión solemne de todo el clero de la capital bajo la presidencia del delegado apostólico, Mons. Julio Tonti, con ánimo de restaurar la armonía y fraternidad entre todos los sacerdotes.  Esta tuvo lugar el 6 de marzo de 1902 en la catedral y logró su objetivo de reconciliación y concordia(49) .  Ese mismo dia el Pbro. Castro dirigió al Cabildo una carta donde expresaba " la necesidad de hacer a todo el Capítulo una declaración enteramente personal que robustezca la confianza y aumente el gozo de la reconciliación"(50) .  En ella aspira a la unión sincera y fraterna del clero y se adivina su anhelo de comenzar de nuevo y dejar atrás toda la ambición y el ansia de poder que originaron la división.  Como autoridad suprema de la Iglesia es el primero en dar al paso para que la unión sea definitiva :

"Reciban, pues, mis Venerables hermanos del Capítulo esta palabra segura y perdurable, por lo que a mi toca, de la más perfecta caridad y confraternidad que habrá de ligarnos en adelante, y que tendrá por resultado, como lo desea el Padre Santo, la honra de nuestra Iglesia, la edificación de los fieles y nuestra propia justificación.

Espero que el Cabildo olvidará para siempre cualquier desagrado o pena que haya tenido la desgracia de causarle en el modo de proceder durante los debates de la cuestión que tanto nos ha afligido; y por mi parte procuraré llevar al seno del Capítulo y al corazón de mis colegas la más eficaz y plena reparación (...)"(51) .

A pesar de la buena voluntad por solucionar el problema y de los deseos de reconciliación, el cabildo quedó marcado por esta división y persistió en él un estado de desasosiego que se manifestará en diversas ocasiones.

En 1903, antes de ser clausuradas las reuniones del Congreso, el presidente Cipriano Castro dirige un mensaje especial para presentar al Pbro. Juan Bautista Castro, Coadjutor con derecho a sucesión del arzobispo Uzcátegui(52) .  Una vez elegido por este Cuerpo, se propuso a la Santa Sede, quien lo acepta con gran complacencia.  El 29 de octubre 1903, el Pbro. Castro recibe un telegrama de Roma por el que se le nombraba obispo coadjutor de Caracas con derecho a Sucesión y se le invitaba cordialmente a recibir la consagración episcopal en Roma.  El 20 de noviembre se embarca hacia la Ciudad Eterna donde será consagrado como arzobispo titular de Serre, Coadjutor del arzobispo de Caracas por el Emmo. Sr. Cardenal Merry del Val(53) , Secretario de Su Santidad, el 6 de enero de 1904. Dos meses más tarde llegó a Caracas donde fue recibido con gran entusiásmo y donde ejercerá su nueva función, después de presentar su breve al Cabildo el 22 de marzo de 1904. Contaba con 58 años de edad(54) .

El 31 de mayo muere Mons. Uzcátegui, y a partir de entonces Mons. Castro asume definitivamente el gobierno episcopal como VIII arzobispo de Caracas.

3.- Obra y vicisitudes del arzobispado de Monseñor Castro.

La labor de Mons. Castro como arzobispo de Caracas se desarrolló a lo largo de una década. Si nos detenemos a analizarla es porque ella imprimió una nueva vitalidad a la Iglesia venezolana, indigente desde hacía tiempo como ya lo hemos constatado. Las pasiones reprimidas serán el telón de fondo constante a lo largo de su obispado, ésas que harán decir a Mons. Navarro que "es lástima que las grandes energías de su espíritu tuvieran que emplearse la mayor parte del tiempo en contrarrestar las embestidas de una hostilidad irracional"(55) . Mons. Rincón será heredero y víctima de toda esta situación en lo que tuvo de negativa y positiva. De ahí su importancia en nuestro trabajo para la más clara comprensión de los acontecimientos posteriores.

Los autores son unánimes al constatar que bajo el  impulso de Mons. Castro hubo un resurgimiento religioso en todo el país. Fue un hombre de gran dinamismo y un entusiasmo que contagiaba a todos los que colaboraban con él. La acción pastoral que llevo a cabo estuvo profundamente marcada por su fidelidad a las directrices emanadas de Roma. Esta tendencia se vió reforzada por el Concilio Plenario Latinoamericano convocado en Roma por el Papa Leon XIII del 28 de mayo al 9 de julio de 1899(56) . Consideramos este acontecimiento capital, pues aunque la representación venezolana estuvo ausente(57) , el Concilio provocó en la Iglesia Latinoamericana y en Venezuela especialmente, el deseo de intensificar las comunicaciones con la Santa Sede(58) .

Bajo este punto de vista toma sentido toda la obra de Mons. Castro ya que ésta no surge únicamente de las necesidades del país, sino que se ve apoyada por las mismas preocupaciones papales. Como bien expresa  Rodríguez Iturbe, Mons. Castro significó, mutatis mutandi respecto a la Iglesia venezolana  lo que Pío X (1903-1914), fue para la Iglesia universal(59) . Así las preocupaciones del Papa en cuanto a su celo hacia los sacerdotes, el catecismo, la comunión frecuente, la reorganización del seminario para una mejor formación del clero(60) , encontraron un eco incondicional en el prelado venezolano. La iglesia del país tuvo la suerte inmensa de contar con un hombre de gran talla humana e intelectual que supo aprovechar las coyunturas favorables a los objetivos que se había trazado para levantarla.

Una de sus preocupaciones primordiales fue el clero. Era hora de que en Venezuela el sacerdote fuera realmente pastor, ya que hasta entonces su ingerencia en la política había relegado su misión pastoral y su formación espiritual lo que contribuía a un decaimiento del catolicismo(61) .

El primer paso que dio en este sentido, siendo aún Vicario General, fue obtener la derogación de la ley que prohibía la existencia de los seminarios. El 28 de septiembre de 1900, el presidente Cipriano Castro restablece estos centros de formación del clero(62) , aunque no deja a la Iglesia toda la libertad de los estudios del seminario. Aunque la organización estaba a cargo de prelados diocesanos, éstos estaban sujetos a la revisión y aprobación del Ejecutivo Nacional y bajo la inspección del Ministerio de Instrucción Pública cuyos miembros eran casi siempre hostíles a la Iglesia(63) . Los seminarios concedían el grado de bachiller en filosofía, pero sólo las universidades podían dar el grado de doctor en teología o derecho canónico a pesar de que los estudios se verificasen en el seminario de Caracas(64) .

En 1906 y 1907, creó la división entre el seminario mayor y el seminario menor y lo sostuvo él mismo con toda clase de dificultades. La escasez del clero dificultaba la formación de las pocas vocaciones que pedían entrar en el seminario, pues sólo algunos sacerdotes se dedicaban a la enseñanza.  Gran parte de estos aspirantes carecían de medios económicos y la Iglesia debía proveer sus necesidades(65) .  A pesar de todas estas dificultades, Mons. Castro, sabía que el futuro de la Iglesia venezolana estaba en su clero y éste necesitaba una formación que durante muchos años se había descuidado.

Como arzobispo de Caracas, y siempre con el deseo de promocionar y mantener unido el clero nacional, inicia sus labores en 1904 con la reunión de las primeras Conferencias Episcopales, dando así cumplimiento a lo estipulado en el Concilio Plenario de América Latina que recomendaba:

"Que los lazos de caridad y santa amistad unan siempre al metropolitano con sus sufragáneos, y se hagan cada vez más estrechos con el trato frecuente y los mutuos consejos, sobre todo en los asuntos de mayor importancia... El tiempo de estas reuniones no deberá pasar de tres años y se fijará en cada provincia de común acuerdo con los obispos"(66) .

Asistieron los cinco obispos existentes y el vicario capitular de Barquisimeto.  Para evitar cualquier problema con el gobierno frente a una violación de la Ley de Patronato, estas reuniones fueron llamadas "conferencias canónicas" introduciendo así una figura jurídica no contemplada en dicha ley(67) .  Esta designaba al Congreso como el único que podía permitir e indicar la celebración de Concilios Nacionales y Provinciales cuando lo juzgara conveniente para bien de la Iglesia y la República y así mismo el único que podía aprobar las Sinodales que se elaboraran.  Al Poder Ejecutivo, por su parte, le correspondía nombrar a las personas que asistirían a ellas por parte del gobierno para que señalasen los puntos que debían promover y tomar en cuenta(68) .

De capital importancia fue esta conferencia, no sólo por lo que en sí ya significaba la reunión de los obispos, sino por la renovación que imprimió a la disciplina de la Iglesia venezolana.  De ella salió la Instrucción Pastoral del Episcopado Nacional que sustituyó a las Sinodales de la época del obispo Diego de Baños y Sotomayor (l683-l706), las cuales tuvieron una vigencia de casi dos siglos(69) .  La Instrucción Pastoral constituía un grueso volumen que representaba la adecuación a Venezuela del Concilio Plenario, unificando las normas canónicos-pastorales para todo el país(70) .

El otro tema tratado en la Conferencia Episcopal fue el del matrimonio cristiano como respuesta a la introducción de la ley de divorcio en la legislación venezolana aprobada por el Congreso en marzo de l904.  Los obispos escribieron una carta pastoral en la que dejaban bien sentada la doctrina de la Iglesia sobre la indisolubilidad y la unidad del matrimonio cristiano(71) .  Esta será un punto de constante conflicto entre la Iglesia y el Estado que culminará en l930 con la expulsión del obispo de Valencia, Mons. Montes de Oca(72) .

La conferencia fue además la ocasión para Mons. Castro de proponer la publicación de un Boletín Eclesiástico en vistas a mantener el contacto continuo con su clero.  El primer número salió el 25 de enero de l906, editándose desde entonces mensualmente.  En él trabajaron, el arzobispo y varios miembros del Cabildo Metropolitano(73) .

Esta conferencia fue una de las primeras que se celebraron en América Latina y su influencia se extenderá a todo el continente señalando el despertar general de la Iglesia Latinoamericana(74) .  Sin embargo, habrá que esperar hasta l928 para que se celebre un nuevo encuentro de los obispos, hecho que se podría explicar por la dificultad de las comunicaciones dentro del país.

Un interés especial mostró Mons. Castro por la obra del Catecismo, ya que este se presentaba como una necesidad imperiosa para la formación religiosa del pueblo y especialmente de los niños.  En efecto, la educación religiosa dependía de la acción de la Iglesia, pues en las escuelas públicas sólo se impartía si los padres de diez niños de la misma fe lo deseaban, y aún así, ésta se reducía a una o dos horas por semana fuera del horario escolar.  Sin embargo, tal restricción era la letra de la ley, pues en la práctica, al igual que sucedía con los seminarios, la instrucción religiosa estaba sometida a la inspección de funcionarios hostiles a la Iglesia que entorpecían la poca libertad de ésta en el campo educativo.  En cuanto a las escuelas católicas, éstas existían, pero ocupaban un lugar insignificante, sobre todo a nivel secundario donde el 90% de las escuelas eran públicas.  Todos los colegios estaban sometidos a la inspección del gobierno(75) .  Así, pues, se comprende que el arzobispo promoviera la enseñanza catequística y exhortara a los párrocos y profesores de religión para que diesen a esta enseñanza formas sólidas, claras y precisas, dedicándole suma atención y sin escatimar en lo más mínimo ni en medios ni en recursos para hacerla atractiva.  El mismo dirigió un Gran Catecismo en la Iglesia de Altagracia para que sirviese de modelo a curas y catequistas; creó la Junta Central Directiva de los catecismos parroquiales y adoptó el texto del catecismo elemental recomendado por el Papa pio X, adaptando constantemente los mejores métodos que perfeccionaran esta obra según lo que la experiencia le fuera mostrando(76)  .  Acogió también la admisión de los niños a la comunión.  Si bien es difícil establecer los efectos de dicha obra en la formación del pueblo y especialmente de los jóvenes, no hay duda de que Mons. Castro acentuó la importancia de la educación religiosa y le dio un lugar preponderante dentro de la Iglesia venezolana, abriendo así el camino a sus sucesores para que aprovecharan las circunstancias favorables a sus propósitos y pudieran desarrollar a fondo esta labor educativa llegando incluso a intervenir a nivel de la legislación para obtener una mayor independencia frente al gobierno.

La obra y la doctrina de Mons. Castro se extienden a muchos otros campos, pero los señalados son especialmente importantes porque muestran el estado en que se hallaba la Iglesia venezolana y como el entusiasmo del prelado pudo ir asentando los cimientos sobre los que se levantaría una Iglesia más sólida.  Baste señalar todavía su posición frente al Gobierno Civil que a pesar de ser heredero del anticlericalismo del siglo XIX, se mostró propicio, en algunos momentos a la acción del arzobispo.  Puede afirmarse que la actitud de Mons. Castro fue prudente y que incluso en ciertas ocasiones encontró en el presidente Cipriano Castro un apoyo contra sus enemigos "del interior".  Ya hemos visto la intervención del General Castro durante los difíciles días de la elección del Vicario General, rehusando, con su aprobación, desencadenar un cisma dentro de la Iglesia venezolana, hecho que políticamente tampoco el interesaba.  También su actitud ante el enviado de Su Santidad, Mons. Tonti, sugiriéndole ideas para acabar lo antes posible con el conflicto eclesiástico.  Las relaciones con el presidente eran pues cordiales, no dudando el arzobispo en dirigirse a él en caso de dificultad.  Prueba de ello es la carta que le dirigió el l9 de febrero de l906.  Por esas fechas, los adversarios de Mons. Castro, que él conocía muy bien, y que no dejaban de luchar en su contra, intentaron envenenarlo.  El mismo lo explica al presidente:

"...Una mano enemiga puso ayer en la vinajera del vino con que iba a celebrar la Santa Misa, una buena cantidad de nitrato de plata, con la intención, sin duda, de envenenarme o de causarme grave daño.  El autor de esta maldad que llega hasta el crimen no es ninguno de los que viven conmigo en el palacio: de esto estoy completamente seguro.  Conocí el hecho en el acto de tomar el nitrato en la Misa, que yo creía que era el vino consagrado: nada me ha sucedido, a Dios gracia, porque esa sustancia no perjudica sino en muy grande cantidad, según me han dicho los médicos, pero imagínese Ud. cual habrá sido mi impresión y mis tristes pensamientos (''')(77) .

El presidente le manifestó su sorpresa y le invitó a proceder a la averiguación del culpable para que lo denunciara ante el juez de instrucción y pudiera castigársele.

Sin embargo, esta cordialidad no impedía que su voz de miembro importante de la Iglesia se levantara para defender el dogma católico, como lo muestra su pastoral contra el divorcio.  Por su parte el gobierno lo apreciaba

"y rindió justicia en todo tiempo a la austeridad del prelado, así como estimó en su alto valor aquella gran circunspección suya que no le permitía prodigarse y prestaba, por ende, poderosa autoridad a su intervención en todo grave asunto"(78)    .

Hombre fiel a la Iglesia, fue su deseo al igual que el del Papa Pio X "instaurare omnia in Christo", dándole gran importancia a la doctrina católica y aspirando al influjo de ésta en la sociedad.  De ahí sus luchas por la integridad del Dogma, el vigor de sus polémicas religiosas que como escritor dejó plasmado en sus Pastorales y sermones.  La Santa Sede lo conocía y estimaba, y le animó en todo momento a continuar adelante.  Prueba de ello fue la carta que el Papa Pio X le envió el 8 de diciembre de l9l0 en la que le brindaba el máximo apoyo para continuar su labor(79) .

El 30 de julio sufrió súbitamente el inicio de una grave enfermedad que tras una semana de evolución pondrá fin a su vida en la ciudad de Caracas.

 

C. LA ELECCION DE MONSEÑOR RINCÓN COMO ARZOBISPO DE CARACAS.

Durante una semana permaneció la Iglesia Metropolitana sin vicario capitular. dadas las tensiones reinantes.  Por falta de un ínterin, el Cabildo se reunía en pleno para despachar los asuntos que se presentaban.  No era éste un proceso normal, y aunque legítimo en sí, no tenía ningún apoyo en los estatutos ni en la práctica tradicional.  Finalmente, precedida la elección por una misa al Espíritu Santo, el l3 de agosto de l9l5 resultó elegido vicario capitular el Sr. Arcediano Buenaventura A. Núñez(80) .  Duraría su actuación hasta el 27 de octubre de l9l6 día en que tomó posesión de la arquidiócesis el Pbro. Felipe Rincón González, sacerdote de 55 años de edad perteneciente a la diócesis de Mérida en la que desempeñaba la vicaría foránea de San Cristobal en el estado Táchira.  Era pues, una persona ajena a la arquidiócesis de Caracas.

1.- Motivos para la elección del Pbro. Rincón.

¿Qué había hecho posible su nombramiento como arzobispo de Caracas?

Al morir Mons. Castro, se oyeron como posibles candidatos para el arzobispado el vicario Capitular Pbro. Buenaventura Núñez apoyado por el internuncio  Carlo Pietropaoli(81) , quién había intervenido en su eleción como vicario capitular(82)  y el deán del Capítulo Metropolitano Mons. Eugenio Nicolás Navarro(83) , uno de los prelados más adicto del arzobispo Castro y que había disfrutado de su total confianza.  Su candidatura estaba apoyada por el presidente provisional, Dr. Victorino Márquez Bustillos, quien apreciaba en el prelado, sobre todo, sus dotes intelectuales(84) .  Evidentemente la elección de cualquiera de los dos habría avivado la antigua disputa del clero de la arquidiócesis.  Ello no convenía ni por el bien de la Iglesia ni políticamente, ya que Gómez no quería tener problemas bajo ningún punto de vista.

En estas circunstancias, ¿como surge la candidatura del Pbro. Rincón?  No se sabe, a ciencia cierta, quien fue su patrocinante.  Mons. Rincón en una conversación que mantuvo con Mons. Navarro le confió que:

"a él le dijeron unos que Vivas había dicho un día a Gómez: '¿sabe que le tengo un candidato para el arzobispado?', y le nombró a Rincón González; pero que también otros le han dicho que fue cosa salida del mismo Gómez, que él, Rincón González nunca quiso preguntarle a mons. Pietropaoli como habían pasado las cosas" (85)  .

Según Briceño Iragorry, en medio de las luchas por el arzobispado "Gómez dio un corte en providencia al problema y un día dijo a Márquez Bustillos y al Dr. Vivas: 'pues para acabar con tanta pelea, llamemos al Padre Rincón y le pediremos que acepte a ser obispo"(86) .

También fue muy posible la intervención del obispo de Mérida, Dr. Antonio Ramón Silva(87) , protector del Pbro. Rincón desde sus comienzos como sacerdote.

Según carta de Mons. Ferreira al Sr. Rincón(88) , la Curia Romana había determinado que Mons. Silva fuera sucesor de Mons. Castro y que el Pbro. Rincón asumiera la mitra de Mérida.  Sin embargo cuando llegó el traslado de Mons. Silva, éste estaba en un período de relaciones enojosas con el gobierno y él mismo influyó en la presentación del Pbro. Rincón para la mitra de Caracas.

El Pbro. Rincón González no era un desconocido en la escena eclesiástica del país, y por tanto, no lo era tampoco del dictador Gómez.  Sin embargo, hasta entonces el contacto personal entre ambos, se había reducido a contadas ocasiones.  Mientras el Pbro. Rincón vivió en el Táchira (l896-l9l6), no cultivó amistad con el Benemérito.  Como él mismo cuenta, suponía que lo había visto de lejos en l899 "durante el sitio de San Cristóbal, mientras el Pbro. Rincón se ocupaba de hacer salir de la población a las familias, en virtud de suspensión de armas obtenida por el mismo del jefe invasor por el hambre que ya se padecía despues de nueve días de sitio"(89) .  Más tarde, siendo el general Gómez, jefe civil y militar del Táchira, su trato con él se limitó a las habituales visitas oficiales.

El nombre del Pbro. Rincón se oyó en l9l0, cuando se trató de proveer la diócesis del Zulia vacante desde hacía varios años, apuntándolo como posible obispo de la misma y resaltando en él "su capacidad de apostolado y gobierno siendo hombre al cual se recurre en Mérida como consultor de peso y criterio en momentos de dificultades"(90) .  En vano se esforzaron Mons. José A. Aversa(91) , delegado apostólico, el arzobispo Castro y el obispo Antonio Ramón Silva para que  aceptara.  La respuesta del Pbro. Rincón a Mons. Aversa fue clara:

"Soy nativo de la Cañada de Maracaibo.  Fui vendedor de sombreros y tenedor de libros de la casa Christern & Co.  Me salí de Maracaibo porque el clima mo me presta.  De obispo de Maracaibo no pasaría de ser Felipe, no puedo aceptar.

Mons. Aversa preocupado le dijo: 'vuelva dentro de cuatro días. Mientras tanto piénselo detenida y seriamente.

A los cuatro días Mons. Aversa le preguntó: '¿Qué ha pasado, acepta?'.  Rincón contestó: 'imposible, no puedo"(92) .

En l9l3 dos acontecimientos lo hacen de nuevo presente y a través de ellos, Gómez tiene la oportunidad de conocerlo mejor y tratarlo personalmente.

En enero de l9l3 el presidente del estado Mérida(93) , escribe a Gómez comunicándole que corrían rumores de guerra, siendo el eje de todas esas maquinaciones el Pbro. Evaristo Ramírez(94)  .  Este sacerdote era  secretario general  del obispado desde l897 y muy apreciado por Mons. Silva y gran parte del clero merideño.  Sin embargo, Chalbaud Cardona le profesaba una enemistad abierta ya desde tiempos del general Castro, época en que el Gral. le había reducido a prisión (95)  .  Estas acusaciones no sólo venían del general Cardona, sino de un serctor del clero que quería que el Pbro. Ramírez dejara la diócesis; sin embargo, de poco sirvieron pues nada ocurrió, aunque la lucha continuaba.  En abril el Pbro. Ramírez escribía al general Gómez para ponerlo sobre aviso de que:

"el general Cardona ha manifestado que ya no ha podido hacerme reducir a la cárcel como intrigante político, que le iba a escribir a Ud., para decirle que varios padres de familia le habían puesto un denuncio; que pensaban acudir a los tribunales denunciándome por faltas contra la moral (...)"(96) .

A partir de entonces las acusaciones se hicieron realidad y el escándalo estalló en Mérida, ya no sólo por la grave división del clero y el tipo de acusación que se lanzaba contra el sacerdote, sino por las consecuencias que pronto se manifestaron:  la ex-comunión de un sacerdote de Mérida y la expulsión "velada" del padre Ramírez de la diócesis, llamado en junio a la capital por Mons. Castro, impidiéndole así toda defensa posible.  Mons. Silva explicará en una extensa carta dirigida al general Gómez la situación ocasionada por las acusaciones hechas al Dr. Ramírez(97) .

En estos momentos de tensión, Mons. Silva llama al Pbro. Rincón a Mérida.  Según testimonio de Mons. Dubuc, él era:

"el único capaz de conjurar la tremenda tempestad que se cernía sobre la diócesis y personalmente sobre el obispo y el provisor.  Vino Rincón a Mérida, unifico las voluntades, limó las fricciones, contentó a todos y estableció la paz"(98) .

Ecos de su actuación llegaron a Caracas a través del propio general Chalbaud Cardona, quien de todas formas sólo aceptó las negociaciones con el Pbro. Rincón teniendo como base la salida del Pbro. Ramírez de la diócesis, como efectivamente ocurrió (99) .

El segundo hecho, se verificó en septiembre de l9l3, cuando Mons. Pietropaoli quiso que el Pbro. Rincón fuera a Guayana como coadjutor con derecho a sucesión del obispo Antonio María Durán(100) .  Atendiéndo la llamada del delegado apostólico, el Pbro. Rincón llegó a Caracas llevando consigo una carta del presidente del Táchira, general Pedro Murillo, a Gómez en la que le decía:

"...Va llamado por el delegado apostólico y hay cierto murmullo de que podrían quitárnoslo de esta tierra donde su labor benéfica se hace sentir cada día más en favor del pueblo y del gobierno.

Sus altas virtudes parece que se dibujan en su semblante; pero este detalle le dará una idea cierta de su espíritu de caridad: este curato es rico, y sin embargo él está bastante pobre, de modo que para llevar a cabo su viaje ha tenido que hacer muchos sacrificios, pues no tiene recursos algunos.

Mucho le agradecería, tanto yo como el Táchira en general y sobre todo esta sociedad, que con su valiosa influencia nos lo hiciera regresar pronto y bien despachado"(101) .

Antes de entrevistarse con Mons. Pietropaoli, el Pbro. Rincón fue recibido en audiencia por el general Gómez, el cual le informó que había sido llamado para proponerle la coadjutoría del obispo de Guayana.  El Pbro. Rincón manifestó al dictador:

"Que no estaba dispuesto a aceptar ni quería obispado; que si el general Gómez quería ayudarlo para que no le fuera demasiado duro dar la negativa, le hiciera ese servicio.  A lo cual Gómez le contestó que no tuviera cuidado, que él diría a Mons. Pietropaoli que el Pbro. Rincón le era útil en San Cristobal y no convenía tocarlo"(102) .

Gómez cumplió lo prometido y el Pbro. Rincón, después de conocer a Mons. Pietropaoli volvió a San Cristobal.

Gómez estaba dotado de una aguda perspicacia para conocer a los hombres, y no dejaría de influir en su juicio para apreciarlo, las noticias que le llegaban del Táchira elogiando al vicario de San Cristóbal.  De ahí que se fijara en él cuando hubo necesidad de proveer la vacante del arzobispado de Caracas.

Fueron, pues, una serie de factores los que influyeron en la designación del Pbro. Rincón como arzobispo de Caracas.  Aunque bien es cierto que en el conflictivo panorama eclesiástico de la capital, pocos habían oído hablar de él, no se trataba de un simple vicario desconocido del gobierno y del delegado apostólico.  Si bien estaba lejos de la brillante elocuencia y preparación intelectual de u Mons. Castro, se contaba con él como hombre ecuánime y de paz, consejero de Mons. Silva.  No fue su amistad con el general Gómez lo que le llevó a la mitra, pues esta amistad era incipiente.  Influyó más sobre el general la impresión que su encuentro con él le había causado y los informes que a lo largo de los años había recibido sobre el prelado, siempre favorables tanto por parte de la Iglesia como por la de los presidentes de Estado que le trataron de cerca.  En un ambiente enrarecido por las luchas continuas en el seno del Capítulo Metropolitano, la presencia de un hombre ajeno a ellas y portador de paz como lo había sido en otras ocasiones el Pbro. Rincón, aseguraba a Gómez una tranquilidad por parte del brazo eclesiástico que le permitía ocuparse mejor de los problemas económicos y políticos de la nación cuyo dominio significaba su poder absoluto en Venezuela.  Sus adversarios políticos e incluso los eclesiásticos caraqueños no podrían tacharle de "regionalista a ultranza" puesto que el Pbro. Rincón era de Maracaibo.  Sin embargo, los años del prelado en el Táchira le enseñaron a penetrar la psicología andina, conocimiento que le sería muy útil a lo largo de su arzobispado para tratrar con un hombre como el general Gómez.

2.- Candidatura y elección del Pbro. Rincón.

Pero una vez propuesta su candidatura, cabe preguntarse, por qué después de haber rechazado dos veces el episcopado, el Pbro. Rincón accedió esta vez a aceptarlo.  Su propio testimonio dado a Mons. Navarro y consignado por éste en su diario Efemérides nos aclara sobre este punto"

"(''') Entretanto, pensé en el asunto, hice oración, consideré que siendo ya la tercera vez que se me proponía el episcopado quizás sería desobediencia al llamamiento divino por demasiado apego a la parroquia de San Cristóbal, a la cual en efecto amaba mucho; consulté a Mons. Silva (que estaba disgustado conmigo por lo del Zulia) y éste me contestó secamente que como cuestión de conciencia debía de aceptar: todo lo cual me dispuso el ánimo para admitir.  En esto se me presentó el secretario general del Estado para notificarme que sí había recibido un telegrama en clave del general general Gómez con el encargo de preguntarme si admitiría el nombramiento de arzobispo.  Tomada como estaba mi resolución y teniendo en cuenta que si la Santa Sede me había aceptado para Maracaibo no tendría inconveniente en aceptarme para Caracas, contesté que, dadas las circunstancias, habiendo hecho oración y ponderándolo todo, aceptaba.  Y lo comuniqué al internuncio.  Pero he aquí que éste me telegrafía de un modo algo áspero y luego me pone una carta de reprimenda, en la cual me censura el hecho y me dice que no debía de aceptar.  Aquello me desagradó sobremanera, le puse un telegrama discreto para no ponerlo en malos términos con el gobierno, pero en seguida le dirigí una carta muy brava, diciéndole que yo no andaba buscando mitra, que lo que había hecho era en virtud de los antecedentes ya expuestos y que desde luego renunciaba, renuncia que pondría en cuanto Mons. Pietropaoli recibiera esa carta.  Mons. Pietropaoli me dijo en seguida que no hiciera tal (y desde entonces cambió de tono conmigo), que solamente escribiera al general Gómez diciéndole que como yo dependía de un superior (el Papa), mi voluntad estaba sometida a esa autoridad en el asunto (cosa que por sabida se callaba), pero en atención a dicha sugestión así lo hice.  Después continuó Pietropaoli tratándome con mucha benevolencia y puso empeño en que me diera prisa en venir a Caracas, cosa que no deseaba" (103) .

Otro testimonio de Mons. Rincón sobre el porqué aceptó la mitra de Caracas se encuentra en la carta que en 1937 envió al Card. Pacelli:

"...Escogido para este cargo el año de 1916, lo acepté creyendo que era asunto de conciencia para mí y a excitación de mi prelado, Mons. Silva.  No se me escapó nunca el conocimiento de que mis facultades no fueran bastantes para satisfacer las múltiples exigencias de tan alto oficio; pero fiado en la rectitud de mis intenciones y puesta la mira en el servicio de Dios, entré a desempeñar y he desempeñado ese gobierno eclesiástico, según la manera como mis pocas luces y los auxilios divinos me lo han permitido."(104) .

En cuanto a la actitud de Mons. Pietropaoli si bien resulta extraña, es explicable.  En un principio, coherente consigo mismo y defendiendo la candidatura del padre Núñez, pensando además que como ya había sucedido anteriormente, el Pbro. Rincón no aceptaría la mitra, se disgustó cuando supo que éste había accedido a ella y quiso evitar que llegara al solio.  De allí su primera reacción de enojo. Después, conocida la voluntad del general Gómez, nada podía hacerse y era mejor estar en buenos términos con el designado para ser el IX arzobispo de Caracas.

Una vez acabadas las averiguaciones oficiosas y sabiendo que el Pbro. Rincón aceptaba la mitra el presidente provisional Márquez Bustillos se dirige el 22 de mayo de l9l6 al Congreso para proponer la candidatura del Pbro. Rincón, cumpliendo así con el Art. l3 de la Ley de Patronato(105) .  Propuestos los candidatos, el Congreso eligió en su sesión del 23 de mayo al Pbro. Felipe Rincón González como arzobispo de Caracas con un total de 80 votos sobre 82 en el segundo escrutinio(106) .  Las decisiones de Gómez no necesitaban la aprobación del Congreso, pero una vez más su deseo de constitucionalidad se vio coronado, cumpliendo así con lo estipulado por el Art. l4 de la Ley de Patronato.  En seguida el Pbro. Rincón fue anunciado oficialmente de su elección, la cual aceptó.  Partió de San Cristóbal el 2 de julio llegando a Caracas cinco días más tarde(107) .  El l3 de julio de l9l6 prestaba el juramento exigido por el Art. l6 de la Ley de Patronato ante el Poder Ejecutivo(108) , para que luego pudiera ser presentado a la Santa Sede.  Este juramento se prestó en acto solemne celebrado en el Salón Elíptico del Palacio Federal.  Venía siendo costumbre que antes de prestarlo, el candidato pronunciara un discurso el que le brindaba la oportunidad de expresar las salvedades o restricciones requeridas en conciencia(109).  Mons. Rincón no fue una excepción.  En su discurso dejaba claro que sus únicos merecimientos para llevar el gobierno de la arquidiócesis de Caracas:

"Han sido y son el deseo constante de procurar la gloria de Dios y la salvación de las almas, el amor inquebrantable a mi patria y la adhesión sincera, incondicional a la Silla Apostólica (...).  Y si acepté el alto cargo, fue confiado en la protección divina y en vuestra benevolencia: espero cumplir lo mejor que me sea posible, mirando siempre la unión del clero y la felicidad de mis futuros diocesanos y el respeto a las leyes de mi país de acuerdo con las leyes divinas, como también la armonía que debe reinar entre la Iglesia y el Estado"(110) .

De esta manera se salvaba así de caer en perjuro si dadas las circunstancias se le hacía imposible acatar leyes en contra de la doctrina cristiana.

Cumplidos estos requisitos, el l8 de julio el ministro de Relaciones Interiores envía al ministro de Relaciones Exteriores, el pliego de presentación del Pbro. Rincón como arzobispo de Caracas a la Santa Sede, para que a través del ministro Plenipotenciario, llegue a Roma lo antes posible.  El 28 de agosto Mons. Pietropaoli informa al ministerio de Relaciones Exteriores que recibió:

"Del Excmo. Card. Secretario de Estado una noticia que será muy grata al gobierno de la República.  Su Santidad se ha dignado nombrar arzobispo de Caracas al Pbro. Felipe Rincón González.  Las bulas apostólicas llegarán muy pronto según se expresa"(111) .

La bula comendaticia fue dada en Roma el l0 de agosto de l9l6(112)  y llegó a Caracas en el mes de octubre.  Una vez presentada al ministerio de Relaciones Interiores y hecho el juramento ante le gobierno el 25 de octubre, Mons. Rincón las presentó al Cabildo Metropolitano el 27 de octubre y tomó posesión de la diócesis sin más ceremonia(113) .  A juzgar po lo consignado en el acta capitular, el ambiente de acogida del Cabildo fue distendido.  El Capítulo en pleno (salvo el padre Evaristo Ramírez, medio racionero, contra quien las intrigas no habían dejado de cernirse ni siquiera en la capital, y se encontraba preso en la Rotunda), lo recibió y después de los trámites de rigor y examen de bulas, Mons. Rincón ocupó el sitial que le correspondía en la sala Capitular:

"...Desde allí se dirigió al Cabildo con frases afectuosas e ingenuas y terminó su discurso diciendo que, obediente a la voluntad de Dios que lo había traído a este puesto y dignidad, puesta la mirada en el cielo, emprendía esta nueva etapa de su existencia con la recta intención de hacer el bien a esta iglesia y aún a toda la República en cuanto esté de su parte.

El Cabildo recibió con mucha simpatía estas cordiales expresiones de Mons. Rincón y renovó al nuevo Pastor las seguridades y sinceros testimonios de su acatamiento.

El amable prelado puso término a la presente sesión impartiendo un cariñoso abrazo a cada uno de los Capitulares.  Luego fue acompañado por todo el Cabildo a la sacristía mayor y despues hasta las puertas de la Catedral..."(114) .

Según El Nuevo Diario, periódico de Caracas, "con motivo de la recepción de las bulas, el vicario Capitular y gobernador del arzobispado, hizo dar en todos los templos de la ciudad un repique de campanas en celebración de la buena nueva..."(115) .

Al día siguiente, 28 de octubre, fue consagrado en la Catedral siendo consagrante el obispo de Mérida, Mons. Antonio Ramón Silva, y asistentes el obispo de Barquisimeto, Mons. Aguedo F. Alvarado(116)  y el obispo del Zulia Mons. Arturo C. Alvarez(117) .  Asistieron altas personalidades eclesiásticas como testigos del acto(118)  que fue apadrinado por el general Gómez, presidente electo de la República y Comandante en Jefe del Ejército, y el Dr. Victorino Márquez Bustillos, presidente provisional.

Se cerraba así la vicaría Capitular y comenzaba el arzobispado de Mons. Rincón bajo un signo de paz aparente que durante varios años no se vería perturbada.

(1)  NAVARRO (N.E.), Anales  Eclesiásticos..., p.450.

(2)  RODRIGUEZ ITURBE, La Iglesia y el Estado..., p.167.

(3)  FELICE CARDOT (C.),  La Renovación Eclesial a partir de la Administración Rojas Paúl (1888), en CEHILA, p.487.

(4)  UZCATEGUI, Críspulo.  Nació en Carora en l845.  Recibió el presbiterio de manos de Mons. Arroyo y Niño en l872 siendo luego cura de Altagracia donde fue consagrado el 22 de febrero de l885.  Fomentó las vocaciones sacerdotales y para ello construyó adyacente a la Catedral, un edificio para Escuela Episcopal que fue después el Seminario menor de Caracas.  Murió en Caracas el 31 de mayo de 1904.  Cfr. MARADEI, Venezuela, Iglesia y sus Gobiernos...p.112;  NAVARRO (N.E.), Anales...,p.478-482; RODRIGUEZ, Diccionario Biográfico, Geográfico e Histórico de Venezuela, Madrid, 1957, p.814.

(5)   NAVARRO (N.E.), Anales...,p.478.

(6)   ROJAS PAUL, Jan Pablo.  Nació en Caracas el 26 de noviembre de 1826.  Abogado, se dedica primero a la enseñanza y es profesor de Derecho en la Universidad entre l860 y 1883.  Hacia 1854 empieza su carrera política como Jefe de Sección del ministerio del Interior y de Justicia.  Electo Presidente de la República el 2 de julio de 1888, entregó el poder dos años más tarde.  Continuó sus actividades políticas hasta el día de su muerte en Caracas el 22 de julio de 1905.  Cfr. MORON, Los Presidentes de Venezuela, pp.128-192.

(7)  WATTERS (M.), A History of the Church in Venezuela,  Chapel Hill, 1930, p.215.

(8)  RAMPOLLA DEL TINDARO, Mariano.  Nació en Polizi, Sicilia el 17 de agosto de 1843.  Empieza su carrera eclesiástica en 1874 siendo canónico de la Basílica Santa María la Mayor de Roma.  Un año despues es enviado como auditor a la Nunciatura de España donde permanecerá hasta 1877.  Volverá a éste país en 1882 como nuncio donde desplegará una gestión muy importante en el acuerdo entre la Sante Sede y el gobierno español respecto a las leyes del matrimonio.  Ayudó a apaciguar la efervescencia política de los católicos y apoyó al monarca carlista ayudando a suavizar la tensión existente en ese momento.  En 1887 se le elevó a Cardenal y dos meses después fue nombrado secretario del Papa León XIII a cuyo servicio estuvo durante diez y seis años.  A la muerte de León XIII fue el principal "papabile", pero el veto del emperador austro-húngaro a su elección, impidió al Conclave de 1903 elegirlo Papa.  Murió de repente en Roma el 16 de diciembre de 1913.  Enciclopedia Cattolica, t. X, Firenze, 1953, col.517-518.

(9)  El Art. 27 del Concordato de 1862, dice lo siguiente: "atendida la declaración que por medio de su ministro Plenipotenciario hizo el gobierno de Venezuela, de que con el siguiente juramento no entiende el mismo gobierno que quien lo preste quede obligado en conciencia a actos contrarios a las leyes de Dios y de la Iglesia, Su Santidad conviene en que los eclesiásticos puedan prestarlo en esta forma:  Yo juro y prometo a Dios por los santos Evangelios obedecer y ser fiel al Gobierno establecido por la Constitución de la República de Venezuela, y prometo igualmente no ingerirme personalmente, ni tampoco por medio de consejo, en proyecto alguno que puede ser contrario a la independencia nacional y a la tranquilidad pública".  GONZALEZ (H.), Iglesia y Estado en Venezuela, p.162.

(10)  Carta del Secretario de Estado, Rampolla, del 23 de febrero de 1889 al arzobispo de Caracas.  Cfr. GONZALEZ , Iglesia y Estado..., p. 181.

(11)  GONZALEZ , Iglesia y Estado..., p.177.

(12)  Durante los años venideros surgirán problemas con respecto a esta declaración del Presidente Rojas ya que ésta protegía a los obispos de acatar leyes de la República como la del matriomonio civil o la del divorcio. Cfr. QUINTERO, (J.H.),  Para la Historia, Caracas, l974, p.25.

(13)  En 1881 llegan los Franciscanos Capuchinos para encargarse de las misiones del Caroní; en 1894 los Padres Salesianos para la enseñanza; en 1899 los Agustinos Recoletos.

(14)  Las Hermanitas de los Pobres de Maiquetía en 1899; las Franciscanas del Sagrado Corazón de Jesús en 1890; Las Siervas del Santísimo Sacramento en 1896; las Dominicas venezolanas en 1900; las Carmelitas venezolanas en 1902.

(15)  Sus pioneros fueron los Dres. Juan Bautista Castro, Mons. Antonio Ramón Silva, obsipo de Mérida y los Pbros. Miguel Antonio Espinoza y Nicanor Rivero, todos altas figuras sacerdotales de la época.  Será junto con el diario ElAngel Guardián, el vocero más importante de la Iglesia.

(16)  CASTRO, Juan Bautista.  Nació en Caracas el 19 de octubre de 1846.  Fue Rector de la Escuela Episcopal (después Seminario), Rector de la Santa Capilla y Párroco de Maiquetía.  Tres aspectos guiarán su vida:  su celo sacerdotal, su amor a la Iglesia y su afán de difundir la verdad.  Murió en Caracas el 7 de agosto de 1915 a los 69 años de edad y su l5º de pontificado.  Cfr. IRIARTE (B.), La arquidiócesis de Caracas de 1900 a 1966, en SIC, Caracas, 1966, p.366-367;  NAVARRO (N.E.), Anales...,p.482-500; RODIRGUEZ, Diccionario Biográfico..., p.161.

(17)  Para desarrollar este punto nos basaremos en el trabajo de QUINTERO, (J.H.), Para la Historia, Caracas, 1974, 2 parte, Concecuencias eclesiásticas de un terremoto.

(18)  QUINTERO, (J.H.), Para la Historia..., p172.

(19)  Libro II de gobierno de Santa Teresa, folios 406 .

(20)  Decretal de Bonifacio VIII, lib. III, tit.V, cap. único "De clérico agroganti".

(21)  QUINTERO, (J.H.), Para la Historia..., pp.181-182.

(22)  Como lo señala el Dictionnaire de droit canonique, el derecho canónico durante el siglo XX "meme rajeuni et complété par le Concile de Trente, ne correspondait plus aux circonstances issues de la Révolution ni aux necessités des pays de mission.  Le Corpus en sa forme massive, auquel venait s'ajouter les décisions du Concile de Trente et la masse imposante des Constitutions Pontificales parues depuis les Extravagantes, apparaissait comme un appaereil vieilli, aussi difficile a utiliser dans les écoles que dans les tribunaux.  De cet état des choses résultait un grave danger pour l'ordre de la société chrétienne".  Habrá que esperar hasta el pontificado de Pío X cuyo genio práctico impulsó la reforma y codificación de un nuevo derecho canónico más racional y sistemático, acomodándolo a las necesidades de su tiempo.  Se publicará en 1917 bajo el pontificado de Benedicto XV.  Cfr. Dictionnaire de droit canonique, París, 1949, t. VI, col.1477.

(23)  Pastoral del 3 de diciembre de 1900 en QUINTERO, (J.H.), Para la Historia..., p183.

(24)  Como señala QUINTERO: "hacia alarde de su doctorado en derecho canónico otorgado por la Universidad Gregoriana de Roma, no sin apuntar que el Pbro. Castro y los Pbros. González y Machado carecían de este lauro y para lucir su erudición en la materia empedraba de citas sus artículos".  QUINTERO, (J.H.), Para la Historia..., p178.

(25)  Del 28 de noviembre al 26 de diciembre se celebraron nueve sesiones extraordinarias consagradas a investigar oficialmente el estado mental de Mons. Uzcátegui.  El Pbro. Castro sólo asistió a las tres primeras.

(26)  Capitulo Metropolitano, Libro de Actas, XXXVI, folio 170.  Citado por QUINTERO, (J.H.), Para la Historia..., p.195.

(27)  La elección de un Vicario, el Boletín del Archivo histórico de Miraflores, año V, (25-27), p.360.

(28)  Los doctores Santos A. Domimici, Elías Rodriguez y Emilio Ochoa.

(29)  Gaceta Oficial, Caracas 20 de diciembre de 1900, Nº 8112.  El informe estaba fechado el 19 de diciembre.

(30)  Según Menoch citado por Barbosa en sus Votos decisivos, p.308, el hecho de darle curador a una persona preuba en Derecho la demencia".  La elección de un Vicario, en B.A.H.M...., p.352.

(31)  Capítulo Metropolitano.  Libro de Actas, XXXVI, folio 171 y ss.

(32)  Recuérdese que el Pbro. Castro viendo que todo era un complot en su contra había renunciado a asistir.

(33)  QUINTERO, (J.H.), Para la Historia..., p.199.

(34)  Cfr. Libro de Actas, XXXVI, folios 175 y ss.

(35)  El teologal Guitián y el mercedario Muller.

(36)  QUINTERO, (J.H.), Para la Historia..., p.207.

(37)  QUINTERO, (J.H.), Para la Historia..., p.208.

(38)  Firman Juan Bautista Castro, Deán; Dr. Buenaventura Nuñez, Arcediano; Pbro. Dr. Gil Martínez, Maestrescuela; J. Natividad Guitián, Teologal; Pbro. Matías Muller, Mercedario; Pbro. R. Rodriguez Castillo, Racionero; Pbro. C. Pérez Medina, Racionero; Pbro. Santiago Garcia, Racionero.  Cfr. QUINTERO, (J.H.), Para la Historia..., p.208.

(39)  Cfr. Dicha carta en La elección de un Vicario, en B.A.H.M., V, (25-27), pp.353-357; QUINTERO, (J.H.), Para la Historia..., pp.210-214.  Las cartas son las mismas para el Presidente Castro y el Pbro. Castro, con la diferencia de que la primera fue firmada por todos los Capitulares de acuerdo con la elección (salvo el Doctoral elegido), mientra que la del Pbro. Castro sólo la firmó el Chantre Matute como Presidente de la sesión extraordinaria.

(40)  Toda esta elección se realizó sin derecho cierto, pues ni tan siquiera la Ley de Patronato daba la facultad al Capítulo para declarar cuasi vacante la arquidiócesis ni asumir su jurisdicción.

(41)  Cfr. dicha carta en B.A.H.M., V, 25-27, p.351.

(42)  Estos canónicos eran: el chantre, Manuel F. Matute; el tesorero, Pbrol Antonio Ma. García; el prior, Francisco Guevara; el mercedario, Francisco Almeida; el penitenciario, Luis Avelino Piña; el recionero, Castor Ma. Castillo; el medio racionero, Pbrol Dr. Francisco Méndez; el medio racionero, Pbro. José J. Bofill; Medio racionero, Pbro. Juan Zumeta; el medio racionero, Pbro. Rafael Ma. Díaz.  QUINTERO, (J.H.), Para la Historia..., p.220.

(43)  Quintero señala que Arteaga y sus capitulares habían captado la voluntad del ministro del Interior y éste prestaba su consentimiento a la elección. (QUINTERO, (J.H.), Para la Historia..., p.222).  Por su parte, Felice Cardot corrobora esta afirmación cuando dice que Arteaga se había convertido en un apasionado palaciego del presidente Castro y en no pocas ocasiones sus expresiones eran manifestaciones de vil adulación.  Estaba en el círculo de su s aúlicos.  FELICE CARDOT, La Renovación Eclesial a partir de la Administración Rojas Paúl..., p.496.

(44)  Mi Demanda, en B.A.H.M., II,Nº 8; p.3.

(45)  "La situación creada, pues, a nuestra Iglesia por la palabra del Sumo Pontifice, es definitiva, en cuanto respecta a este estado de transición:  en seguida no vendrá sino el Obispo Coadjutor, cuya designación y presentación, por no poder intervenir en ella el Sr. Arzobispo, corresponde única y exclusivamente al Jefe Supremo de la República".

(46)  TONTI, Julio.  Arzobispo Titular de Sardes.  Nació en Roma el 9 de diciembre de 1844.  En 1892 fue enviado extraordinario a Santo Domingo, Haití y Venezuela.  Un año después se le nombró Administrador Apostólico ad natum S. Sedis de la arquidiócesis de Puerto Principe y Gonaives con título arzobispal.  En 1902 fue nombrado nuncio apostólico del Brasil donde permanecería cuatro años para ser trasladado en 1906 como nuncio a Portugal.  Cuando estalló la revolución fue llamado "en espera del desenlace de los acontecimientos" a Roma, conservando la calidad de nuncio apostólico de Portugal hasta que fue promovido a la dignidad cardenalicia en 1915.  Murió en Roma el 11 de diciembre de 1918.  Cfr. DE MARCHI, Le Nunziature Apostoliche dal 1800 al 1956, Roma, 1957, pp.79,140,216,22,262.

(47)  QUINTERO, (J.H.), Para la Historia..., p248.

(48)QUINTERO, (J.H.), Para la Historia..., p249.

(49)  Un año antes, el presidente Castro explicó al Pbro. Castro en una carta fechada el 18 de noviembre de 1901, que desde la primera conferencia que había tenido con Mons. Tonti, le había propuesto que promoviese una reunión del clero de la ciudad, "a fin de que acordados todos entre sí pudiera prepararse la designación del que hubiese de ser presentado a la Santa Sede para que ejerciera las funciones de coadjutor; y le añadí que si no se llegaba a este resultado, era deber de ambos mantener firme el principio de autoridad, para lo cual el candidato no podía ni debía ser otro que Ud.

El delegado apsotólico me manifestó inmediatamente los inconvenientes que presentaba el primer procedimiento indicado por mi; en vista de lo cual, y a pesar también de algunos obstáculos, le manifesté que no quedaba otro camino que acogernos al segundo procedimiento".  La elección de un Vicario, en B.A.H.M. p.364; QUINTERO, (J.H.), Para la Historia..., p.242.  Al igual que el presidente Castro se ignoran las razones por las que Roma no se resolvió a dar una solución cuando un año después se adoptó la proposición que desde un principio había sido sugerida por el presidente y que trajo cierta concordia dentro de la diócesis.

(50)  Carta del 6 de marzo de Mons. Castro al Capítulo.  Libro de Actas XXXVI, folio 293.

(51)  QUINTERO, (J.H.), Para la Historia..., p.254.

(52)  La elección de un Vicario en B.A.H.M..., p.357.

(53)  Nació en Londre el 10 de octubre de 1865 en el seno de una familia aristocrática.  Fue un brillante estudiante y un gran dominador de diversos idiomas que le abrieron pronto a las más altas distinciones académicas, doctorándose en la Academia Pontificia de Nobles Eclesiásticos de Roma en Filosofía (1886) y Teología (1890), licenciándose en Derecho Canónico (1891).  Secretario del Cónclave que eligió a Pío X, recibió inmediatamente la confianza del nuevo pontifice quién lo designó como su secretario y le concedió la púrpura cardenalicia a la edad de 38 años.  Consagrado desde joven a un intenso apostolado social en los suburbios romanos, esta labor, junto con la secretaría del Santo Oficio, le absorbieron en la última etapa de su existencia.  Murió en Roma el 26 de febrero de l930.  Gran Enciclopedia Rialp, t.l5, p.585.

(54)     NAVARRO (N.E.), Anales...,p.481.

(55)    NAVARRO (N.E.), Anales...,p.481.

(56)  Frente al violento anticlericalismo que azotó a las naciones latinoamericanas durante el siglo XIX, León XIII pensó que un Concilio Plenario daría un nuevo vigor a esta Iglesia.  Las sesiones del Concilio tuvieron lugar en Roma en el Seminario Lationoamericao del 28 de mayo al 9 de julio de 1899.  Doce arzobispos y cuarenta obispos asistieron a él.  León XIII aprobó las Actas del Concilio el 1 de enero de 1900.  Fue un acontecimiento de primer orden para toda la Iglesia y los obispos en él reunidos escribirían al clero y fieles de sus diócesis que junto a la conversión de América Latina ningún otro acontecimiento había sido tan importante. Sobre el Concilio, Cfr. Dictionnaire de Théologie Catholique, París, 1903, t. I, col. 1083-1084; Actas y Decretos del Concilio Plenario de la América Latinoamericana celebrado en Roma el año del Señor de MDCCCXCIX, Roma, 1906; CORREA LEON, El Concilio plenario Latinoamericano de l899, Bogotá, s.d.

(57)  Los obispos venezolanos quisieron realizar un congreso previo, a nivel nacional, como preparación al Concilio Plenario Latinoamericano cumpliendo así las disposiciones de la Sagrada Congregación del Concilio.  El congreso no tuvo lugar por dos razones:  la inestabilidad política del país (es el momento de la Revolución Restauradora y la caída del presidente Andrade), y los conflictos creados por la enfermedad de Mons. Uzcátegui en los que se vio envuelto el Pbro. Castro.  (PORRAS (B.), La Conferencia Episcopal Venezolana, t. I, Cartas, Instrucciones y Mensajes (1883-1977), Caracas, 1978, p.13.  Si a nivel nacional fue difícil una reunión del clero en estas condiciones, más difícil resultó aún la presencia del arzobispo o de alguno de sus obispos en la Ciudad Eterna.

(58)  AUBERT, L'Eglise dans le monde moderne, dans Nouvelle Histoire de l'Eglise, t. V, París, 1975, p.381.

(59)  RODRIGUEZ ITURBE, La Iglesia y el Estado..., p.170.

(60)  AUBERT, L'Eglise catholique de la crise de 1848 a la I Guerre Mondiale, dans N.H.E., t. IV, París, 197, pp.24-27.

(61)  RODRIGUEZ ITURBE, La Iglesia y el Estado...p.168.

(62)  Cfr. Dicho decreto en QUINTERO, (J.H.), Para la Historia..., p.228.

(63)  WATTERS (M.), A History of the Church...,p.217.

(64)  A este respecto se presentaron problemas en cuanto a la validez canónica de los grados dados en la Universidad, siendo ésta laica, pero Roma los aceptaba porque la Universidad había sido fundada por el Papa Inocencio XIII.  Cfr. QUINTERO, (J.H.), Para la Historia..., p.229.

(65)   NAVARRO (N.E.), Anales...,p.485.

(66)  Actas y Decretos del Concilio Plenario de la América Latina..., Art.208 y 288.

(67)  PORRAS, Conferencia Episcopal Venezolana..., p.13.

(68)  Ley de Patronato, Art. 4 y 6.

(69)  La obra más grande de este obispo fue la celebración del III Sínodo Diocesano Venezolano en 1667.  El resultado fueron las Constituciones Sinodales, preparadas de antemano por el obispo y revisadas en las discusiones.  Constan de seis libros aprobados por el Rey en 1698.  Estas Sinodales rigieron desde entonces la Iglesia venezolana, cayendo años tras año en desuso.  Fueron reimpresas en 1761.  Sobre esta época y las Sinodales, Cfr. DE ARMELLADA (C.); La organización de la Iglesia en Venezuela, en CEHILA, pp.150-183; GUTIERREZ DE ARCE (M.), El Sínodo Diocesano de Santiago de León de Caracas (1687), Caracas, 1975; DE EGAÑA (A.), Historia de la Iglesia en la América Española.  Hemisferio Sur, Madrid, 1966, pp.566-571.

(70)  PORRAS, Conferencia Episcopal Venezolana..., p.14.

(71)  Cfr. El texto de la pastoral en PORRAS, Conferencia...,p.46-51.

(72)  Cfr. Ver Capítulo III.

(73)  IRIARTE, La Arquidiócesis de Caracas de 1900 a 1966..., p.366.

(74)  "L'un des premiers conciles provinciaux se tint a Caracas en 1904.  De la se produisit un renouveau de l'Eglise catholique au Vénézuela dont les effets continuerent a se manifester sous la longue dictature de Juan Vicente Gomez (1908-1935).  L'accroissement du prestige et l'influence de l'Eglise dans ce pays consécutif a une periode d'anticlericalisme dechainé a la fin du XIXe siecle, donna le signal d'un réveil général dans la plus grande partie de l'Amérique Latine."  AUBERT, L'Eglise dans le monde moderne..., p.381.

(75)  WATTERS (M.), A History of the Church..., p.217-218.

(76)   NAVARRO (N.E.), Anales...,p.488.

(77)  Una grave amenaza contra Monseñor Castro, en B.A.H.M., Año III, (15), pp.151-157.

(78)   NAVARRO (N.E.), Anales...,p.490.

(79)  NAVARRO (N.E.), Anales...,p.492-493.

(80)   NAVARRO (N.E.), Anales...,p.492-493.

(81)  PIETROPAOLI, Carlo.  Arazobispo titular de Calcide.  Nació en Roccadicambio el 24 de mayo de 1857.  Elegido obispo de Trivento el 19 de abril de 1897.  Fue nombrado Delegado Apostólico de Venezuela el 28 de mayo de 1931.  Volvió a Roma en octubre de 1917 y fue nombrado Consultor de Sacramentos y para los asuntos eclesiásticos extreaordinarios en 1918.  Este año es Canónigo de San Pedro y Ordinario para los refugiados de Italia.  En 1921 fue jefe de una misión extraordinaria en el Perú para celebrar las fiestas del Centenario de la Independencia.  Murió en Roma el 29 de julio de 1922 después de celebrar su jubileo dos semanas antes en Agnoni.  Cfr. Annuaire Pontifical Catholique, París, 1923, p.818;  NAVARRO (N.E.), Anales...,p.550.

(82)   NAVARRO (N.E.), Anales...,p.550.

(83)  NAVARRO, Nicolás Eugenio.  Nació en la población de El Valle del Espíritu Santo, en Nueva Esparta en 1867.  Desde 1884 fijó su residencia en Caracas,  donde obtuvo el título de Doctor en Ciencias Eclesiásticas en la Universidad Central en 1890.  Fue ordenado sacerdote el mismo año. De 1893 a 1895 dirige el diario católico La Religión.  Desde 1902 fue director del seminario y rector del mismo entre 1905 y 1916.  Secretario de las Primeras Conferencias Episcopales Venezolanas (1904-1923, 1928-1934).  En 1941 fue nombrado Vicario General y Provisor del Arzobispado de Caracas.  Gran producción histórica y literaria.  Murió en Caracas en 1958.  RODRIGUEZ, Diccionario Biógrafico..., pp.517-518.

(84)  BRICEÑO IRAGORRY, Los Riberas, Caracas, 1957, p.63.  Este escritor era sobrino del Dr. Márquez Bustillos y probablemente de él obtuvo todos los datos.

(85)  Archivo personal del Sr. Felipe Rincón Rincón.  NAVARRO, Efemérides, año 1920.  En su diario Efemérides, Mons. Navarro escribió todas sus conversaciones e impresiones con una gran continuidad.

(86)  BRICEÑO IRAGORRY, Los Riberas..., p.63.

(87)  SILVA, Antonio Ramón.  Nació en Caracas en 1850.  Fue ordenado por Mons. Guevara y Lira, durante el destierro de éste.  En 1895, es nombrado obispo de la diócesis de Mérida.  Conoció profundamente su diócesis que en 1923 sería elevada a Sede Arzobispal y de la que fue su primer arzobispo.  Orador fecundo y gran escritor, creó el Museo Diocesano y se preocupó enormemente de la educación de la juventud.  Murió en Mérida en 1927.  Cfr. Diccionario biográfico..., p.749.

(88)  Ver anexo A.

(89)  A.P.F.R.  NAVARRO, Efemérides, año 1920.

(90)  A.P.F.R.  Carta de Mons. Ferreira al Sr. Felipe Santiago Rincón, 29 de diciembre de 1956.

(91)  AVERSA, Giuseppe.  Arzobispo titular de Sardes.  Nació en Nápoles el 21 de enero de 1862.  Ordenado en 1885, trabajó en la secretaría de Estado a partir de 1891.  En 1898 fue secretario de la nunciatura en Viena y luego consejero.  Nombrado sub secretario de la Congregación de Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios en 1902.  En 1906 viajó a Santo Domingo donde fue enviado como Delegado Apostólico Provisorio de Cuba y Puerto Rico, recibiendo en octobre de 1909 el encargo de trasladarse a Venezuela para enterarse de su estado religioso y de las cuestiones clericales.  Intervino en la elección de los obispos de Barquisimeto y el Zulia.  Promovido a la legación apostólica de Brasil como primer nuncio de esa República, partió de Venezuela el 8 de abril de l911.  En diciembre de 1916 fue nombrado nuncio en Baviera donde murió el 12 de abril de 1917, días después de una operación de apendicitis.  Annuaire Pontifical Catholique, París, 1918, p.816;  NAVARRO (N.E.), Anales...,p.549.

(92)  A.P.F.R.  Carta de Mons. Ferreira al Sr. Felipe Santiago Rincón. Cfr. anexo A.

(93)  En 1913 el presidente del Estado Mérida era el Gral. Esteban Chalbaud Cardona.

(94)   RAMIREZ, Evaristo.  Sacerdote, escritor, periodista y catedrático de San Antonio del Táchira.  Acusado de conspirar contra el gobierno de Gómez, fue conducido a prisión y murió en La Rotunda el 23 de enero de 1918.  VELASQUEZ, Confidencias imaginarias, p.446.

(95)   B.A.H.M.  Correspondencia del Gral. Gómez, julio de 1913.  Carta del Pbro. Evaristo Ramírez a Juan Vicente Gómez, Caracas, 16 de julio de 1913.

(96)    B.A.H.M. Correspondencia del Gral. Gómez, abril 1913.  Carta del Pbro. Evaristo Ramírez al Gral. Gómez, Mérida 4 de abril de 1913.

(97)   B.A.H.M. Correspondencia del Gral. Gómez, junio de 1913.  Carta de Mons. Silva al Gral. Gómez, Mérida 16 de junio de 1916.

(98)  A.P.F.R.  Notas de Mons. Dubuc sobre Mons. Rincón.

(99)   B.A.H.M. Correspondencia del Gral. Gómez, junio 1913.  Carta del Gral. Esteban Chalbaud Cardona a Gómez, Mérida 25 de junio de 1913.

(100)  DURAN, Antonio María.  Nació en Trujillo en 1839.  Consagrado en 1891 como obispo de la Diócesis de Guayana, su episcopado se extendió hasta 1917 año en el que Mons. Sixto Sosa gobernará la diócesis por ancianidad de Mons. Durán que morirá en 1923.  RODRIGUEZ, Diccionario Biográfico...,p.226; MARADEI, Venezuela, su Iglesia..., p.125. En 1913 la diócesis de Guayana vivía una situación anormal debido sobre todo a la avanzada edad de su obispo.  Los problemas se agravarían a partir de mayo de 1914, cuando el gobierno, apoyado por el delegado apostólico, intenta nombrarle un Provisor a quién Mons. Durán no está dispuesto a darle las facultades necesarias sin previo aviso de Roma.  El problema, después de pasasr por momentos muy graves, quedó resuelto en julio de 1914 cuando Mons. Pietropaoli comunicó al gobierno nacional que la Santa Sede quitaba toda jurisdicción a Mons. Durán.  El Pbro. Sixto Sosa fue nombrado Vicario Capitular y se dedicó a reorganizar la diócesis.  En 1916 fue consagrado Administrador Apostólico de la diócesis de Guayana.  Sobre el problema Cfr. GUEVARA CARRERA (J.M.), Apuntes para la historia de la diócesis de Guayana, Ciudad Bolívar, 1930.

(101)   B.A.H.M. Correspondencia del Gral. Gómez, septiembre 1913.  Carta del Gral. Pedro Murillo a Gómez, San Cristóbal 26 de septiembre de 1913.  La secretaría de Gómez acostumbraba a escribir al margen de la carta recibida la respuesta que iba a dar.  En ests se lee "el Dr. Rincón salió bien despachado después de haber tenido el gusto de conocerlo".  Es pues, la primera vez que los dos tienen la oportunidad de tratarse personalmente sobre un asunto de cierta gravedad.

(102)  A.P.F.R.  Expediente de Mons. Navarro titulado "Arzobispado de Rincón González, 1916-1930" existente en el archivo secreto de la nunciatura apostólica.

(103)  A.P.F.R., NAVARRO, Efemérides, 1920.

(104)  A.P.F.R., Carta de Mons. Rincón al cardenal Pacelli. Caracas, 10 de mayo de 1937.

(105)  Archivo Histórico del Congreso Nacional, Mensajes, Memorias...,1916, Expediente Elección Arzobispo de Caracas, Nº11.

(106)  Diario de debates, Caracas, 1916, Cámara   del Senado, sesión del 23 de mayo. El primer escrutinio fue anulado pues tres papeletas estaban en blanco.

(107)   A.H.C.N., Memoria de Relaciones Interiores, 1917. Carta del Pbro. Rincón al ministro del Interior Dr. Pedro María Arcaya.San Cristóbal, 17 e junio de 1916.

(108)  Se trata del juramento que proviene del Art. 2´del Decreto del 13 de mayo de 1841 sobre pase de las bulas de institucipon de Obispo.  El artículo en cuestión estipulaba; "Antes de entregarse al Arzobispo u Obispo nombrado las bulas de su institución con el pase acordado conforme al articulo anterior [Art. I. El pase que el Gobierno dé a las bulas de institución expedidas por el Sumo Pontifice a cualquiera Prelado venezolano contendrá la cláusula de que tal pase sólo se concede en cuanto queden a salvo los derechos y prerrogativas de la nación.] prestará ante el Gobierno o su delegado un juramento bajo la forma siguiente: Yo, fulano de tal, Arzobispo u Obispo de tal, juro que nunca consideraré directa ni indirectamente anulado ni en parte alguna disminuido el juramento de obediencia a la Constitución, a las leyes y al Gobierno de la República que he prestado antes de mi presentación a Su Santidad, por el de la obediencia a la silla apostólica que de prestar al tiempo de mi consagración ni por ningún acto posterior bajo motivo alguno.  Así Dios me ayude".  GONZALEZ , Iglesia y Estado..., pp. 123-124

(109)  QUINTERO, (J.H.), Para la Historia..., p. 24.

(110)  Pastorales y Decretos del Exmo. y Rvmo. Dr. Felipe Rincón González, Caracas, 1921, pp. 183-184.

(111)  A.H.C.N. , Memoria de Relaciones Interiores, 1917.  Carta del Ministro de Relaciones Exteriores Ignacio Andrade al Ministro de Relaciones Interiores Dr. Pedro Ma. Arcaya, Caracas 29 de agosto de 1916.  Ministerio de Relaciones Exteriores, oficio nº 866.

(112)  A.H.C.N. Memoria de Relaciones Interiores, 1917.  Carta de Mons. Rincón al Ministro del Interior, Caracas 26 de octubre de 1916.  Ver anexos.

(113)  Cabildo MetropolitanoLibro de Actas, Nº XXXVII, sesión del 27 de octubre de 1916.

(114)  Cabildo MetropolitanoLibro de Actas, Nº XXXVII, sesión del 27 de octubre de 1916.

(115)  El juramento del Arzobispo, en El Nuevo Diario, Caracas 27 de octubre de 1916. N´1374.

(116)  ALVARADO, Aguedo Felipe.  Nació en Piedra Colorada (Estado Lara) en 1845.  Fue ordenado en Barquisimeto en 1872 y en 1873 se doctoró en Ciencias Eclesiásticas por la Universidad Central.  Tras ejercer diversos curatos en su provincia, fue nombrado Vicario Capitular de Barquisimeto, por muerte de su antecesor.  En 1910 fue elegido obispo de esa diócesis y consagrado en Caracas por Mons. Aversa delegado apostólico.  Murió en Barquisimeto el 26 de septiembre de 1926.  RODRIGUEZ, Diccionario Biografico..., p. 22;  MARADEI, Venezuela, su Iglesia..., p. 117.

(117)  ALVAREZ, Arturo.  Nació en Clarines, (estado Anzoátegui) el 6 de abril de 1870.  Pasó a Calabozo donde realizó sus estudios de Filosofía y Teologia bajo la protección de Mons. Crespo.  Ordenado en 1893 por Mons. Sendrea, fue Vicario de Zaraza y en 1894 se doctoró en Ciencias Eclesiásticas por la Universidad de Central.  Preconizado Obispo del Zulia en 1910, gobernó la diócesis durante más de diez años, hasta que por ancianidad del obispo Sendrea se le nombró obispo cuadjutor de Calabozo.  En 1921 a la muerte del obispo tomó posesión de la diócesis.  En ella fundó el Seminario Menor y dos colegios.  Murió en Calabozo en 1952.  RODRIGUEZ,  Diccionario Biografico..., pp. 23-24; MARADEI, Venezuela, su Iglesia..., p. 138.

(118)  Mons. Pietropaoli, Internuncio Apostólico y el Vicario Apostólico de Curazao, Mons. Miguel Antonio María Vuylsteke.

 


José Antonio Ponte Sancinenca (FP)


Mariano Rampolla del Tindaro


Juan Pablo Rojas Paúl


Críspulo Uzcátegui (FP)

 
 


Cabecera del Diario "La Religión"


Juan Bautista Casro (FP)

 
 
 
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Salvador Montes de Oca (FP)

 
 
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Felipe Rincón González (1916)

 
 


Antonio Ramón Silva (FP)

 
 
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Eugenio Cardenal Pacelli

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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