Juan Prin
y Prats después de haber cubierto en Andalucía un destierro como subinspector de carabineros, participa en el movimiento contra el regente Espartero, al sublevar la zona de Reus y orientar, desde Barcelona después, la implicación de toda Cataluña, hecho por el que es recompensado con los títulos de conde de Reus y vizconde del Bruch. Pero, triunfante el golpe, es encargado de contener a la Junta barcelonesa que ataca a las nuevas autoridades por no cumplir sus promesas liberales, misión que le hace perder gran parte de la popularidad adquirida. Disconforme con el rumbo político que desarrollan las nuevas autoridades gubemamentales, solicita autorización para viajar por Europa. Más tarde sufre un procesamiento al acusársele de conspiración contra Narváez. En 1847 se reincorpora al ejército, siendo nombrado capitán general de Puerto Rico, cargo en el que permanece escaso tiempo en razón a la impopularidad que se granjeó, pues a pocos gustaron las severas medidas de contención del orden público adoptadas, ni su plan de fortalecer la economía de la isla a partir del asentamiento de nuevos colonos. De regreso a la Península alcanza en 1851, acta de diputado por Vich y, en 1853, por Barcelona, año, además, en que se le concede permiso para que, como observador, asista al desarrollo de la confrontación ruso-turca. Al año siguiente, triunfante la «Vicalvarada», integra las Cortes Constituyentes. En 1855 es nombrado capitán general de Granada y ascendido a teniente general en 1856. En este período es cuando abandona su militancia en el Partido Progresista para encuadrarse en la Unión Liberal. Cuando estalla el conflicto de Marruecos (1859). se hace cargo de un cuerpo de reservistas que alcanza señalados éxitos (Castillejos y Tetuán 1860), valiéndole la concesión de grande de España y el marquesado de los Castillejos. En 1861 se le encomienda el mando de la expedición militar española que, junto a una francesa y otra inglesa, se dirige a México para presionar a Juárez y conseguir el pago de la deuda exterior, lo que consigue, tras la firma del convenio de La Soledad (febrero de 1862), y después de ocupar San Juan de Ulúa y V eracruz. Pero, enterado Prim de la pretensión francesa de crear un imperio satélite en México, sin órdenes expresas de Madrid, ordena embarcar a sus tropas y se retira a Cuba.
Ese mismo año llega a Madrid y abandona su militancia en la
Unión Liberal, reingresando en el Partido Progresista, facción que en el
ámbito político ignora a la Corona, asumiendo cada vez más la idea de
propiciar un cambio dinástico. Tales planes quedan al descubierto, y se ve
obligado a exiliarse, aunque sin renunciar a su empeño. Con esa esperanza
ejecuta una serie de pronunciamientos fallidos (desembarco en Valencia, en
junio de 1865; cuartel de San Gil un año después), que le conducen a
replantearse su estrategia: abandono del área estrictamente militar en las
acciones, y búsqueda de apoyos civiles -por la derecha la Unión Liberal, y
por la izquierda los demócratas- que se pactan en los acuerdos de Ostende
(agosto de 1866) y París (julio de 1867), disipándose finalmente el camino
cuando, en noviembre de 1867, muere O'Donnell y se suman a la trama los
unionistas. En septiembre de 1868, con Sagasta y Ruiz Zorrilla, se
desplaza hasta Cádiz, donde, con el concurso del almirante Topete, se
subleva el día 18, publicando al siguiente el conocido manifiesto España
con honra. Al mismo tiempo, el general Serrano, partiendo de Sevilla,
marcha sobre Madrid, y Prim recorre la costa mediterránea alentando la
insurrección que, al fin, destrona a Isabel II. |